Trump, al igual que López Obrador, es un provocador. Aunque él sí tiene límites porque la realidad política de EU es diferente a la de México. El norteamericano plantea absurdos a manera de ganar terreno en la mesa de negociación y distraer la discusión sobre lo fundamental, como es el disparate de hacer de Canadá o México estados de la unión americana. Sus referencias sobre el diálogo sostenido con los gobernantes de Canadá y México no son errores de interpretación, simplemente se desentiende y utiliza de mala fe cualquier expresión para decir lo que le conviene.
En algún sentido Trump es predecible y así debe entenderse. Como dice la presidenta Sheinbaum, él tiene su estilo de comunicación que es la grosera tergiversación de los diálogos. Sin embargo, es impredecible en que está dispuesto a llegar mucho más allá de lo que dicta el sentido común; a diferencia de lo que argumenta el secretario Ebrard, él sí está dispuesto a darse un tiro en el pie, volviéndolo doblemente peligroso, para su interlocutor y para los propios norteamericanos. El gobierno mexicano debe escuchar con detenimiento y cuidado qué señala públicamente porque, quiérase o no, es hoja de ruta, no sólo baladronadas para intimidar a sus contrapartes o satisfacer a su grey.
Si a Trump se le tomara en serio todo lo que dice el dólar andaría en las nubes y el peso mexicano tendría una depreciación considerablemente mayor. No sucede. De ser así, los inversionistas en México ya estarían migrando. Podría haber medidas unilaterales, pero también negociación, tanto que ha habido diálogo e interlocución con el primer ministro de Canadá y con la presidenta Sheinbaum. El presidente electo es propenso a blofear a partir de su condición de fuerza y reputación de golpeador irredento. De alguna manera es su estilo y le ha dado resultado, no por el modo, sino por su situación de poder respecto a sus interlocutores. La réplica de la presidenta de México es la adecuada, no competir en la agenda pública.
El problema que enfrentan las autoridades mexicanas para tratar a un personaje como Trump es doble, por una parte, lo que está a la vista, un próximo presidente dispuesto a ganar ventaja a como dé lugar, sin sentido de compromisos, su nativismo le impide entender que somos socios y no competidores; para él México es un país más del que hay que obtener todo lo que se pueda, idea compartida con quienes serán sus colaboradores, portadores de prejuicios con una mala idea de su vecino al sur y de los mexicanos. En su imaginario autocrático y nacionalista es muy difícil entender a México.
Parte del problema somos nosotros, lo que no hemos hecho bien y nos pone en evidencia como un país con un gobierno poco confiable y con una sociedad complaciente; por lo mismo, alejado de los buenos resultados, no de ahora, sino desde siempre. En estos tiempos lo más evidente de México es la violencia y la impunidad. Las autoridades mexicanas son vistas incompetentes y corruptas. La cifra de homicidios que presenta el país al mundo es el de una nación en guerra civil o para efectos prácticos, con amplios territorios poblados en los que el Estado ha perdido el monopolio de la violencia, la autoridad y donde el poder está en manos de los narcotraficantes y sus testaferros. Además, China sí ha penetrado a la economía mexicana, y también ha enviado precursores para la producción de drogas sintéticas, entre éstas el fentanilo. Como señalara Enrique Quintana, lo menos que deben hacer las autoridades mexicanas es igualar los aranceles que aplica EU a los productos de origen asiático. En el tema migratorio hay que reconocer que muchos connacionales han tenido que migrar en el pasado reciente por la violencia en sus lugares de origen. Las malas políticas en materia de seguridad han sido de terribles consecuencias para todos, menos para los delincuentes.
Por razones elementales de sentido común la mejor condición para negociar con el vecino del norte es con un país en unidad, con instituciones fuertes, con un sentido de propósito común. La polarización ha dividido al país y todo muestra que a este gobierno le interesa profundizarla.
Trump el provocador demanda de su contraparte visión, claridad estratégica, firmeza y, especialmente, unidad. México es garantía de seguridad regional y ha probado ser confiable. En eso sí, ningún presidente norteamericano está dispuesto a darse un tiro en el pie.