Sobre aviso no hay engaño: el proyecto “Ucrania” ha muerto y Donald Trump busca deshacerse de ese barril sin fondo que únicamente beneficia a la industria armamentística de Estados Unidos y a los señores de la guerra ucranianos.

Como dice el popular dicho estadounidense, al comediante Zelenski, una especie de chumelizado ucraniano, lo “tiraron a los perros”. Las negociaciones, de momento, han comenzado entre Putin y Trump directamente, sin involucrarlo.

Peor aún, para los OTANistas y demás paleros (algunos de ellos aquí en México) que aplaudían las “ofensivas” de Ucrania, el Secretario de Defensa de EU, Pete Hegseth, acaba de echar por tierra la membresía de dicho país en la OTAN y ha descartado enviar tropas estadounidenses a la región.

En pocas palabras, Estados Unidos se repliega y concentrará sus menguadas fuerzas en las zonas en que aún le interesa intervenir directamente: América Latina y Norteamérica (incluyendo México y Canadá)... y China.

De forma patética, la burocracia de Europa expresó su preocupación por ser excluida de las conversaciones. Funcionarios europeos han insistido en que cualquier acuerdo duradero debe incluir la participación directa de los países europeos, ya que son ellos quienes podrían asumir la responsabilidad de garantizar la seguridad de Ucrania en caso de un alto al fuego.

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Luego entonces, cientos de miles de muertos y heridos de gravedad después, la situación es exactamente la misma que hace tres años: La Federación Rusa se quedará con las repúblicas secesionistas de Ucrania, mayoritariamente con población étnicamente rusa y el remanente ucraniano, empobrecido y endeudado, se quedará cómo un estado tapón neutral, endeudado, miserable, corrupto y a la merced de fondos buitres cómo Blackrock. Y Europa quedará empobrecida, desindustrializada y sin energía.

Son unos genios.