En el marco de los más recientes acontecimientos entre la relación de México y Estados Unidos, la gobernadora de Oregon, Tina Kotek, ha afirmado lo siguiente: nuestro país y nuestro estado nunca han visto una droga tan mortalmente adictiva, y todos estamos luchando por encontrar una respuesta, lo anterior en el contexto de la declaratoria de emergencia realizada en Portland, ciudad en la que el número de muertes por sobredosis relacionadas con el fentanilo aumentó un 533% entre 2018 y 2022.
En 2016 el fentanilo estuvo detrás del 62% de las muertes por sobredosis en Washington, en el 2022 fue la causa del 96% de las muertes en la misma ciudad. El fentanilo, es un opioide sintético utilizado como anestésico (particularmente para tratar dolores intensos asociados a procesos cancerígenos).
En un estudio denominado ‘Fentanilo, el gran negocio del crimen organizado: implicaciones en el combate a las drogas’, publicado por Mauricio Soto Rodríguez en el catálogo de revistas de la U.N.A.M., se señala: “Esta droga sintética elaborada en algunos países con una fuerte presencia del crimen organizado, como México, y cuyos insumos químicos provienen principalmente de China y Estados Unidos…”. El fentanilo fue sintetizado en 1959 por Paul Jensen, comercializándolo a través de su laboratorio, Jensen farmacéutica, como anestésico intravenoso 125 veces más potente que la morfina. Para 1990, el mismo laboratorio lanzaba al mercado los parches de fentanilo, luego comercializó piruletas, láminas bucales, pulverizaciones nasales y comprimidos sublinguales, creándose en los pacientes tolerancia y dependencia.
Con esta información es más fácil comprender cómo sobre una base creada por el abuso en la distribución de un opioide legal, los cárteles de la droga mexicanos irrumpieron en este segmento hasta monopolizarlo. Los cárteles mexicanos son hoy día, el primer proveedor de heroína, cocaína, metanfetamina y marihuana a los Estados Unidos. Son de los grupos delictivos más violentos del mundo. Estas organizaciones controlan los precursores químicos procedentes de China y luego lo reenvían a la unión americana.
La revista Proceso, en un artículo denominado: ‘Opiáceos la ruta de la muerte China-México-Estados Unidos’, publicado el 5 de noviembre de 2017 sostiene que, el fentanilo que se produce en China lo compran legalmente los cárteles mexicanos en algunas de las miles de páginas de internet que hay para ese mercado. Los envíos desde China se hacen por paquetería, llegando generalmente a los centros de redistribución en Memphis o en San Francisco, saliendo posteriormente de ahí hacia México. El gobierno estadounidense afirma ser incapaz de poder revisar todos los paquetes.
Las cifras sobre muertos por fentanilo en Estados Unidos alcanzan los 400 mil decesos. Durante la administración Biden, el fenómeno creció exponencialmente; en tanto que, en México, los carteles se especializaron en producir y traficar este opioide.
Así pues, durante los años en que el hoy presidente, Donald Trump, dejó la Casa Blanca y se preparó para volver a ella, en miles de ocasiones escucho de sus potenciales electores las desgarradoras historias familiares que siempre culminaban en la destrucción de una horrible muerte con el efecto previo de la zombificación que esta droga trae aparejada.
Se equivoca quien sostenga que Trump quiera usar como pretexto el fentanilo para ejercer presión comercial contra México. Los mexicanos sabemos el nivel de penetración institucional que los cárteles han alcanzado. Parece pueril, como tapar el sol con un dedo, negar la necesaria depuración de la contaminada estructura política del cáncer de los cárteles. Los mexicanos debemos cerrar filas sí; en torno al combate a las drogas, a la inseguridad y al tráfico ilegal de personas derivados de este fenómeno que ya azota a muchos de nuestros ciudadanos; no es con invocaciones a las estrofas del himno ni con posiciones de victimización que se va a alcanzar un nivel de acuerdo que permita des escalar un conflicto que proviene de un plan pensado y repensado por la primer potencia del mundo para lograr que el gobierno de México tome medidas profundas y serias para arreglar lo descompuesto. Debemos convocarnos a trabajar en conjunto para lograrlo. Taparse la nariz ya no es suficiente para evitar el hedor de lo que ocurre en buena parte de nuestro territorio.
Llegó el momento de reconocer realidades y de entender como una oportunidad la presión que se recibe por parte del gobierno americano pues, lamentablemente, la crisis sólo se incrementará hasta que se alcancen resultados en el único tema que motiva la ofensiva comercial; esto es, si esto no lo resuelve, si el gobierno mexicano no ataca frontal y definitivamente a los cárteles y se deshace de las nocivas infiltraciones, nadie debe sorprenderse de que el plan B y C del presidente Trump implique acciones militares en suelo nacional y otras medidas que impacten la economía de nuestro país sí, pero más a fondo, la de los cárteles y sus aliados.
Para resumir, diremos que: a diferencia de lo que la comentocracia afirma, que el presidente Trump responde a deficiencias de su personalidad y que pone la condición alta para alcanzar una negociación media, en este caso se trata no del deseo de un individuo, sino de un plan de Estado profundamente organizado y analizado que irá de menos a más si no se ven resultados contundentes en el corto plazo. El que tenga ojos que vea.