Existen esfuerzos extraordinarios por llevar a cabo la transición de energías contaminantes a energías sostenibles y amigables con el medio ambiente. Sin embargo, y por paradójico que parezca, tenemos una enorme piedra en el zapato que intenta impedir que se logre la meta de la descarbonización de la industria aérea.

Por momentos, la presidencia de Trump se asemeja a vivir dentro del cuento “Alicia en el país de las maravillas”, donde todo lo inverosímil puede ocurrir, un lugar donde la lógica es desafiada y se entra en una especie de “trance o ensoñación” que impide pensar con claridad.

Con el perdón de Lewis Carrol, permítanme decir que eso es precisamente lo que ocurre con Trump y el Sustainable Aviation Fuel (SAF, por sus siglas en inglés). Y voy a contarles la historia: hace aproximadamente tres semanas se dio a conocer que Montana Renewables, empresa que se dedica a la producción de SAF, declaró a diferentes medios que estaba enfrentando un “retraso” en la producción del combustible sostenible, tras los anuncios de las nuevas políticas en la 'Era Trump‘.

¿Cuáles son esas nuevas políticas?, se preguntarán ustedes; pues nos referimos a los incentivos federales que se reciben por parte del gobierno para la fabricación del SAF.

El pasado mes de febrero el medio Wired publicó un extenso reportaje sobre el tema, y quiero mencionar una parte medular: la entrevista realizada a Scott Irwin, profesor de la Universidad de Illinois en materia de economía agrícola y del consumidor.

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Señaló que la nueva refinería que se supone fabricaría SAF, impulsando así el uso de energías limpias, se iba a ir al traste con las nuevas políticas de Trump.

“Incentivos federales como este están en la mira de la administración de Trump […] la administración republicana ha demostrado que está dispuesta a desmantelar por completo la Ley de Reducción de la Inflación y su financiación, incluso si eso significa recuperar las promesas a los agricultores y las empresas que ya han comenzado a implementar trabajos climáticamente inteligentes […] Aunque los programas estatales de incentivos, junto con las normas sobre combustibles bajos en carbono, siguen apoyando la producción de SAF, no se ve quién podría sustituir al gobierno federal en la pila de créditos si se retira la financiación: sin los incentivos de la Ley de Reducción de la Inflación, el SAF está muerto”, sentenció Scott Irwin

La refinería Pine Bend, de Rosemount, Minnesota, propiedad de Koch Industries desde septiembre del año pasado espera -todavía con los demócratas en el poder- recibir la financiación necesaria para la producción de SAF; una vez producido el combustible, este sería enviado a los aeropuertos para su posterior distribución en las aerolíneas norteamericanas, y aquellas extranjeras que apoyen, mediante los “bonos verdes”.

A pesar de que existen inversionistas privados que contribuyen a la producción del SAF, en los hechos apenas alcanzan a cubrir un 50% de la producción, y para lograr sacar la producción completa, “sí o sí” se requieren de los estímulos fiscales que hoy están congelados en la administración de Trump.

Y por si esto fuera poco, hay que sumar dos temas: por un lado, los aranceles anunciados y una sorpresa más que nos arroja el 2025, la baja a nivel global en la producción de aceite de palma, requerido para la producción de SAF.

De acuerdo al Plan de Compensación y Reducción de Carbono para la Aviación Internacional (CORSIA, por sus siglas en inglés), las exportaciones de aceite de palma tuvieron una caída del 6% el año pasado.

De acuerdo con las cifras del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés), la mayor producción de aceite de palma se concentra en el sudeste de Asia, en países como Tailandia, Malasia e Indonesia. Ellos controlan el 88% de la producción de este tipo de aceite, tan necesario en la producción del SAF para la aviación.

Y es que las aerolíneas están presionando a los productores de SAF, para lograr alcanzar la meta trazada. Tan es así que la alternativa será mirar a otros territorios y conseguir apoyos financieros para la producción de combustibles sostenibles, como actualmente sucede en Europa, Asia e incluso en Oriente Medio, a pesar de estar sentados literalmente en combustibles fósiles.

Por este motivo la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, por sus siglas en inglés) ha hecho mejoras en su calculadora de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), y así medir de manera fehaciente las reducciones que se logran con el uso del SAF en la aviación.

Acaban de hacer pública la “Metodología de Contabilidad e Informes de SAF de la IATA”, la cual se utiliza con la herramienta llamada “CO2 Connect”. Frederic Leger, vicepresidente senior de productos y servicios comerciales de IATA mencionó a través de un comunicado:

<i>“Las empresas y los viajeros individuales quieren entender claramente qué tan sostenibles son sus vuelos. Y, particularmente si han invertido en SAF, quieren saber qué impacto está teniendo. Al mejorar CO2 Connect con la Metodología de Contabilidad e Informes SAF de IATA, estamos proporcionando la transparencia y precisión que los individuos y las empresas exigen”.</i>

Frederic Leger, vicepresidente senior de productos y servicios comerciales de IATA

Lo interesante de esta herramienta es la utilización de data real y no de simulaciones, lo que permite medir de forma más exacta el consumo de combustible, tanto de turbosina como SAF, lo cual permite mejorar la experiencia del usuario de manera individual en su huella de carbono, y evidentemente también las líneas aéreas.

Pero a pesar de estos esfuerzos, la materia prima para la producción de SAF es limitada, y ante la amenaza arancelaria, se están buscando alternativas como el uso del cáñamo, y de los residuos lácteos.

Sin embargo, se prevé que los recortes en la Oficina de Programas de Préstamos (DOE, por sus siglas en inglés), terminen afectan la producción de SAF, pues mucha gente depende de los apoyos gubernamentales, por lo que ven bastante oscuro el panorama.

Al final, incluso para los propios estadounidenses, la forma en que su presidente está conduciendo “al país más poderoso del planeta”, les parece más bien errática y sin sentido, como si estuvieran dentro del cuento de Alicia, persiguiendo al conejo blanco, y tratando de alcanzarlo para saber si llegaremos a la meta de la descarbonización para el 2050 con el uso del SAF.

Pero al igual que en la novela, en esta “merienda de locos”, el Sombrerero Trump parece estar atrapado en el tiempo y para él siempre serán las 18:00 horas.