“De lo que hay que tener miedo es del propio miedo”.

Epicteto de Frigia

En la red social X leí la siguiente publicación del comunicólogo venezolano Eduardo Menoni: “Trump y su equipo están discutiendo una invasión suave de (sic) México, para destruir a los narcos y traficantes humanos que tienen amplio poder debido a los gobiernos corruptos y socialistas de México, según Rolling Stone. ¿Apoyarías en esto a Donald Trump?

Hay veces que la ideología debe pasar a un segundo término, ante actitudes intervencionistas o injerencista México es primero. Aunque se quiera es imposible borrar la historia: lo que somos ha sido producto del esfuerzo constructivo de diferentes generaciones desde el siglo XIX. Con más de dos siglos de vida independiente hay frases que trascienden, que saltan a sus propias circunstancias históricas para dejar honda huella en la posterioridad. Hay una que poco se conoce, la del general Miguel Negrete, un conservador que, ante la invasión francesa, con el lema “Yo tengo patria antes que partido”, decide adherirse a la defensa patriótica del país. Lo hizo de tal forma que se convirtió en el segundo héroe de la batalla del 5 de mayo de 1862. Sé que a muchos “intelectuales” este episodio histórico les parece irrelevante. Cómo no, si para ellos desde hace mucho tiempo la palabra “patria” está en desuso.

Hubo un importante número de personas que mostraron simpatía hacia la pregunta tendenciosa de Menoni, que avala la nueva amenaza de Donald Trump. No nos debe de sorprender, políticos como los panistas Marko Cortés y Lilly Téllez han manifestado lo conveniencia de declarar a los narcotraficantes como “terroristas”, viendo con buenos ojos la irrupción de fuerzas norteamericanas en el territorio nacional. ¿Qué pretenderá el cretino de Menoni? No lo sé, pero mi respuesta hacia él va a ser siempre la misma. La repito:

“¿Qué encuesta es esa? Si quieres lamerle las suelas a Trump, ¡hazlo! Habrá gente indigna y malos mexicanos que piensen igual, pero no lastimes con este tipo de preguntas a un pueblo que ama a su patria”.

Molesta leer estas estupideces, más sentir que amigos y colegas economistas muestren una actitud complaciente o derrotista ante el vociferante Trump; como si sus amenazas estridentes fueran el fin de los tiempos. No ven o no quieren ver nuestras grandes fortalezas, como lo hizo este lunes 23 de diciembre la gobernadora del Banco de México, Victoria Rodríguez Ceja, al declarar que México tiene un marco macroeconómico sólido, por lo que será capaz de sortear los retos, “como lo hemos hecho en el pasado, sin cambiar la dirección”. Su narrativa no parte de un optimismo desmesurado, lo que dice lo sustenta: “tenemos cuentas externas sostenibles, buenos niveles de reservas internacionales, un sistema financiero capitalizado y un régimen de tipo de cambio flexible”.

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Lo que afirma la gobernadora de Banxico hace más sentido cuando se analiza la crisis de diciembre de 1994. Carlos Salinas de Gortari quiso ver esta crisis sólo como una consecuencia de las malas decisiones tomadas por su sucesor, transformando un problema estructural a un simple “error”; de ahí lo de “Error de diciembre”.

El lunes 20 de diciembre de 1994, Ernesto Zedillo dio el anuncio de que el peso mexicano ampliaba su banda de flotación en 15%, lo que en los hechos no era más que una drástica devaluación. En su caso, Zedillo sólo quitó alfileres, la realidad era que la economía mexicana se encontraba colapsada: los vencimientos de deuda externa por 29 mil millones de dólares quintuplicaban a las reservas internacionales, es decir, nuestras arcas estaban casi vacías, sólo sumaban alrededor de 5 mil 800 millones de dólares; reduciéndose a la mitad sólo un día después. No hay parangón alguno, ahora las reservas internacionales rondan en 229 mil millones de dólares.

Más allá de nuestra fortaleza financiera, lo que importa es que contamos con un proyecto de nación que fortalece nuestro mercado interno, sin abandonar la premisa básica del libre mercado, vital para ampliar nuestro comercio con el mundo. Muchos economistas le dan poca o nula importancia al mercado interno, como si el consumo que representa más de 70% del PIB tuviera poca importancia en el crecimiento y la reactivación del PIB. No viajan por los pueblos – ahora mismo estoy en Chiautla de Tapia, Puebla – y no pueden observar que estamos ante una etapa pujante de los mercados locales, municipales y regionales. Esto como resultado de dos envidiables procesos: 1) las remesas de más de cuatro generaciones de emigrantes, que salieron en su gran mayoría con casi nada y que nunca han dejado de apoyar a sus familias; y 2) el decidido apoyo de un gobierno a favor de los pobres, de los que son beneficiarios casi todos los miembros de las familias de migrantes (nietos, hijos, cónyuges, hermanos, padres y abuelos). Ahora la confianza es mutua y se pueden emprender proyectos que amplíen considerablemente el bienestar de la gente en las localidades.

A este fenómeno virtuoso se le debe sumar una corrección estructural, que se deriva del crecimiento de los salarios mínimos reales, mismos que en un periodo de seis años se han duplicado y que se ampliarán hasta 2.5 veces la canasta básica de acuerdo con el proyecto de la presidenta Claudia Sheinbaum. Es factible que en menos de 10 años nuestros jóvenes no se vean obligados a salir del país como lo hicieron sus padres y sus abuelos, sino que se empleen en México; lo que significaría alcanzar grandes avances productivos a partir de nuestra propia fuerza laboral. México dejaría, así, de desaprovechar el trabajo y el talento de sus nuevas generaciones, para convertirse en un país con una capacidad productiva admirable. No estamos ante una utopía, ¡hacía allá vamos!

Desde luego, no se puede obviar que al interior de México hay problemas, pero en materia de drogadicción y narcotráfico, no existe nada más desagradable que la verborrea de Trump. Su hipocresía no tiene límites: es Estados Unidos el que cuenta con la población adicta al fentanilo más grande del orbe; mueren ahí más de 100 mil jóvenes enfermos por esa droga al año y es seguro que ahí opera una red comercial intrincada, cuya fuerza criminal pudiera estar articulada con sus “respetables” instituciones. Basta de hipocresías, si fuese honesto Trump sacaría todos los trapitos al sol.

Primero nos amenazó con aranceles, como si un mercado articulado pudiera fragmentarse sólo con decisiones de ese tipo. Sin duda, podría cumplir con su amenaza, no obstante, estaría impactando al intercambio comercial más imponente del orbe, con innumerables transacciones diarias y que suma más de 1.2 billones de dólares al año. En esa obsesión de mostrar su fuerza, ahora nos amenaza con un injerencismo atroz, aun cuando esté atentando contra los intereses geopolíticos de su nación, que son tan o más importantes que los económicos.

Es patética la actitud de Trump, amenaza a los que considera débiles, pero guarda un comedimiento que parece extralógico con sus verdaderos rivales. No agrede con su labia impertinente a Putin, menos a Xi Jinping. Sabe que el balance del mundo se ha movido hacia el extremo oriente del planeta y hacia los países emergentes y que emprender una guerra comercial sería costosa para Estados Unidos. Estamos en un contexto donde el Occidente ha perdido su predominio, los números así lo indican:

  • El grupo de países asociados al BRICS contribuye con más de 36% del PIB mundial, contra alrededor de 30% de los países del G-7 (Estado Unidos, Canadá, Francia, Alemania, Reino Unido, Italia y Japón).
  • Los países miembros del BRICS concentran 72% de las reservas de metales raros, como el litio, que son esenciales para la fabricación de semiconductores, dispositivos móviles y vehículos eléctricos.
  • La población en los países del BRICS representa alrededor de 45% del total mundial. No sólo eso, ahora países como China e India cuentan con una población de ingresos medios crecientes, que los fortalece como los principales mercados internos del orbe.
  • El Occidente no lleva la delantera en esta era tecnológica como en otras ocasiones. China está a la vanguardia en los procesos de autonomía digital, electromovilidad e inteligencia artificial.

¿Qué tanto se le debe tener temor a Trump? Algunos creen que han sonado para México las siete trompetas del Apocalipsis. Creo firmemente que no, nuestro país se ha transformado en un socio económico relevante para Estados Unidos y cuenta con un potencial productivo y de mercado sorprendente. Los ingresos salariales seguirán creciendo hasta consolidar un mercado interno que será de interés para las diferentes empresas del mundo.

Aún más, el país en poco tiempo podrá incorporarse a la electromovilidad con sus propios recursos humanos y naturales. En cuanto a lo material, sólo hay que considerar que México cuenta con uno de los más grandes yacimientos del mundo de litio que puede producir 243 millones de toneladas; lo que lo posiciona como un actor importante en la industria global de este metal.

Desde luego, debemos seguir apoyando a nuestros jóvenes y pensar en nuestra consolidación productiva. No parecen existir límites, más cuando se cuenta con la visión de una presidenta verdaderamente interesada en la ciencia y en la tecnología; que las quiere articular a un modelo de prosperidad compartida. En los próximos años será vital impulsar los proceso tecnológicos y la actividad innovativa; crear círculos virtuosos de conocimiento; combinar mejor nuestros factores con una mayor y mejor dotación de recursos humanos; ampliar los vínculos laborales y empresariales con propósitos claros; aprovechar economías de escala; y favorecer la integración comercial al interior y con el mundo con medios de transporte y de conectividad más eficientes, sobre todo, a bajo costo. Cómo decía alguien a quien recuerdo con mucho cariño y que padeció, entre guerras y enfermedades, todos los sinsabores del siglo XX en México: ¿Quién dijo miedo?