Volodomir Zelenski, actor que ha representado al presidente de Ucrania en una exitosa serie en el país oriental, ahora efectivamente en el cargo, parece seguir actuando para un público que requiere constantes noticias buenas pero, sobre todo, importantes cantidades de dinero para sostener una interminable y poco efectiva guerra contra el gigante ruso.
En una gira por Estados Unidos, este personaje lanzó un desesperado discurso ante las Naciones Unidas reclamando atención del mundo para su batalla contra Putin, mundo que pone mayor atención al conflicto en el Medio Oriente, lo que el actor percibe, le quita reflectores y sponsors. En un alarde sin mucho fondo, presentó un plan para la victoria que pretende convertir la desastrosa situación de la república ex soviética que él preside, en una suerte de pacto que, con dinero occidental, enormes riesgos europeos y miles de vidas ucranianas, lleve a Rusia a pactar condiciones que permitan la sobrevivencia de su gobierno.
En un poco diplomático acto, acudió a una fábrica de armas en Pensilvania acompañado sólo por figuras del espectro demócrata estadounidense, como un claro acto de apoyo a la candidata Harris. De manera desafortunada, en el señalado evento, se firmaron varias cabezas de misil con leyendas ofensivas contra Putin en armas que serán usadas contra Rusia.
Zelenski logró obtener otra vez dinero de los norteamericanos para financiar la prolongada guerra; 8 mil millones de dólares que se suman a los 39 mil que la Unión Europea acaba de aportar y a 50 mil millones de los países que componen el G7. Pero la principal preocupación, tanto de Zelenski, como de sus interesados apoyadores de la OTAN, es que Donald Trump no gane las elecciones. El candidato republicano ha sostenido que acabará con esta guerra en cuanto tome posesión de la Casa Blanca.
Ante estas declaraciones, la mayoría de los medios de comunicación occidentales han señalado que Trump no dice cómo lo hará; sin embargo, el candidato republicano, como siempre, en un tono contundente, ha expresado la fórmula simple en que lo hará: es obvio que la guerra está sostenida por el dinero norteamericano y de sus aliados, y que Ucrania por sí misma, no duraría un mes combatiendo sin el inagotable flujo de recursos del que hoy dispone. Así que Trump sabe que, retirando el apoyo económico a la OTAN y a Ucrania, la guerra terminaría, pero sabe también que no puede haber una derrota absoluta de un aliado tan costoso para Estados Unidos, por lo que ha propuesto que, con base en su buena relación con Putin, se pacte la suspensión de las hostilidades con un acuerdo territorial que permita que el Donbas sea una zona colchón autonómica y la situación de Crimea se estabilice reconociendo que esta provincia, básicamente ruso parlante y ruso histórica, sea reconocida dado que ya está plenamente integrada como parte del territorio soberano ruso. Recordemos que Crimea, por su salida al mar, ha sido históricamente defendida por el imperio ruso en múltiples ocasiones históricas, destacándose la guerra del siglo XIX contra las potencias occidentales.
En este contexto es que en estos días la reunión entre Trump y Zelenski se produjo en un tono agrio y complejo; la misma abrió con la declaración de Trump que cito: “esta es una guerra que nunca debió haber ocurrido y la resolveremos…. Es un rompecabezas complicado, demasiados muertos”. Zelenski arribó a la emblemática torre Trump de Nueva York temprano por la mañana, durante su arribo, Trump proclamó a los medios: “vamos a tener una buena reunión hoy y creo que el hecho de que estemos juntos, es una buena señal, el presidente Zelenski y yo tenemos una buena relación, como la tenemos con el presidente ruso, Vladimir Putin”. A esto, el líder ucraniano agregó: “estamos de acuerdo en que la guerra de Ucrania debe terminar”. Una semana antes, en un acto de campaña, Trump había calificado a Zelenski como el mejor vendedor: “cada vez que viene a nuestro país, se va con 60 mil millones de dólares”.
El día anterior a la reunión, en una acalorada intervención, el presidente Biden había señalado: “Rusia no ganará”. En ese contexto, el mandatario norteamericano declaró: “Habrá un aumento de nuestra ayuda a Ucrania en materia de seguridad”; esto, dicho en el contexto de la aprobación que Kiev solicitó para disparar contra territorio ruso misiles de largo alcance fabricados en Norteamérica. En la misma reunión, Zelenski había afirmado: “Esta guerra se puede ganar y se puede alcanzar una paz justa, pero sólo con Estados Unidos”. En un encuentro inmediato posterior con la vicepresidenta y candidata demócrata, Kamala Harris, ésta expresó: “Mi apoyo al pueblo ucraniano es inquebrantable”, para pasar luego a criticar a Trump señalando que: “Hay quienes obligarían a Ucrania a ceder grandes partes de su territorio soberano, hay quienes exigirían a Ucrania que acepte la neutralidad”.
Es claro que hay una posición opuesta entre la actual administración y su candidata y el republicano contendiente a la Casa Blanca. En la visión de Trump, el dinero que se está invirtiendo en defender a Ucrania y atacar a Rusia, no beneficia en nada al pueblo estadounidense, menos en el medio de una inflación galopante y la necesidad de inversiones en el mercado interno.
Para Kamala Harris, esta guerra artificialmente sostenida por dinero americano que termina en las manos de los fabricantes de armas, es una especie de cruzada por la democracia, aunque muy pocos en Estados Unidos, entienden el por qué.