Querido presidente López Obrador:

A ti te gusta empezar con definiciones. Así lo hiciste hace unos días para demostrar que Ernesto Zedillo no fue un demócrata, sino un oligarca. Entonces, Andrés Manuel, estarás de acuerdo conmigo en analizar el caso Colosio a partir de la definición de magnicidio. Porque hay consenso, presidente, se trató de un magnicidio.

La Real Academia Española dice que el magnicidio es la “muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder”. Wikipedia ofrece esencialmente la misma definición, con la ventaja de que la desarrolla:

  • “El magnicidio es la muerte violenta dada a una persona poderosa o con un cargo importante, usualmente una figura política”.
  • “El magnicida suele tener una motivación ideológica o política, y la intención de provocar una crisis política o eliminar un adversario o contrario, que considera un obstáculo para llevar a cabo sus planes”.

Entonces, presidente López Obrador, el asesinato de un político relevante podría no ser un magnicidio. No lo sería si quien lo matara no lo hiciera por razones políticas o ideológicas. Por ejemplo, no podríamos hablar de magnicidio si a un presidente descuidado, sin guardaespaldas, le dispararan al corazón en la calle en un intento de robarle su reloj.

Sabes muy bien, Andrés Manuel, que desde el 23 de marzo de 1994, hace casi treinta años, todos y todas en México —y en el resto del mundo— hemos afirmado que el asesinato de Luis Donaldo Colosio fue un magnicidio. Lo hemos hecho así dado que no tenemos ninguna duda: alguien ordenó matarlo porque el añorado sonorense era “un obstáculo para llevar a cabo sus planes”.

Lo he escrito en muchas ocasiones —y alguna vez te lo conté en persona, Andrés—, al primero que escuché decirlo de esa manera fue a Manlio Fabio Beltrones. Ocurrió una o dos horas después de que Donaldo dejó de respirar en el hospital de Tijuana.

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En cuanto tuvo noticias del atentado, Manlio viajó a esa ciudad. No discutiré ahora las razones que tuvo para hacerlo. Cuando llegó al hospital, se acercó a la esposa de Luis Donaldo, la extraordinaria Diana Laura Riojas. Yo estaba al lado de ella.

En el momento en que Diana vio a Beltrones le dijo: “Manlio, esto no estaba en los planes”. El entonces gobernador de Sonora contestó: “No estaba en nuestros planes, pero en los de alguien más sí”.

Presidente López Obrador, creo que en 1994 todos y todas pensamos —lo seguimos pensando ahora— que Colosio era un obstáculo para los planes de alguien. Así las cosas, para encontrar a los autores intelectuales del magnicidio debemos preguntarnos quiénes eran los enemigos políticos de Luis Donaldo.

Andrés, tú sabes que los verdaderos enemigos políticos de Colosio no estaban en los entonces partidos de oposición, el PRD y el PAN de hace 30 años. Los verdaderos enemigos de Colosio militaban en el PRI, que era el partido en el poder.

Hay una pregunta particularmente importante, Andrés Manuel: ¿Por qué Donaldo Colosio, candidato del PRI, tenía tan fuertes enemigos en el priismo? Porque alguien no aceptó su derrota en aquel proceso interno de selección del candidato presidencial. Hagamos memoria:

  • Manuel Camacho y Luis Donaldo Colosio eran los favoritos para quedarse con la candidatura presidencial del PRI.
  • Camacho y Colosio compitieron según las reglas —ambos las aceptaron— que ese partido tenía hace 30 años.
  • En noviembre de 1993 ganó Colosio, perdió Camacho.
  • Pero Camacho no aceptó la derrota y, desde el día de la nominación de Donaldo, diseñó un plan para sabotear la candidatura colosista.
  • El entonces presidente Carlos Salinas de Gortari permitió —y aun alentó— la rebeldía de Manuel Camacho, que tanto daño hizo a la campaña de Luis Donaldo Colosio.
  • Varia personas muy perversas asesoraban a Camacho; la más perversa y cercana al saboteador de la candidatura de Colosio era alguien que ahora es amigo tuyo, Andrés Manuel. Tan amigo lo sientes que muchas veces has dicho que es tu hermano: Marcelo Ebrard.

Supongo, presidente AMLO, que en la reapertura del caso Colosio pedirás a la FGR investigar a Ebrard, aunque sea tu hermano. Resulta necesario hacerlo no solo por elemental justicia, sino para evitar que la historia vuelva a repetirse, como dice el tango “Por la vuelta” de Enrique Cadícamo y José Tinelli.

La historia vuelve a repetirse…

El mismo amor (por el poder)…

La misma lluvia (de traiciones)…

El mismo loco afán (de arrebatar a la mala una candidatura)...

TANGO SUCESORIO 2024

¿Es necesario que te recuerde, Andrés Manuel, lo que ha sido la sucesión presidencial 2024 del partido en el poder, que ya no es el PRI, sino Morena? Conoces el tema mejor que yo, señor presidente. A pesar de ello, haré un resumen exactamente en los mismos términos —mutátis mutándis, desde luego— en los que algunos párrafos atrás en este artículo sinteticé la sucesión presidencial 1994:

  • Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum eran el favorito y la favorita para quedarse con la candidatura presidencial de Morena.
  • Ebrard y Sheinbaum compitieron según las reglas —él y ella las aceptaron— que ese partido tiene ahora mismo.
  • En septiembre de 2023 ganó Sheinbaum, perdió Ebrard.
  • Pero Ebrard no aceptó la derrota y, desde el día de la nominación de Sheinbaum, diseñó un plan para sabotear la candidatura colosista.

La diferencia entre las sucesiones de 2024 y 1994 es la actitud de los presidentes:

  • En 1994, el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari permitió —y aun alentó— la rebeldía de Manuel Camacho, que tanto golpeó a la campaña de Luis Donaldo Colosio. Salinas puso orden demasiado tarde, cuando el daño ya estaba hecho.
  • En 2024, el presidente, tú mismo, Andrés Manuel, rápidamente le hiciste saber a Ebrard que no contaba contigo. Hiciste lo correcto.

¿Se ha disciplinado Marcelo Ebrard? Sí, pero no.

  • Estuvo en el mitin de cierre de la precampaña de Claudia Sheinbaum y hasta gritó “¡presidenta, presidenta!”, pero rápidamente operó en medios para presentarse como alguien superior, el salvador de la patria ya que, presume, es el único que puede controlar a Donald Trump, en el probable escenario de que este tipejo gane las elecciones presidenciales en Estados Unidos.
  • Después, para dárselas de líder global, se movió para que le dieron un premio en una potencia mundial, Honduras, lo que por cierto hizo violando la Constitución ya que no te pidió permiso, presidente López Obrador, antes de recibir la portentosa Orden Francisco Morazán en el grado Gran Cruz Placa de Plata.

En fin, Andrés Manuel, ahí está la historia de tu hermano Marcelo Ebrard, quien estuvo entre los perversos en el magnicidio de Luis Donaldo Colosio.

Posdata: Espero que no me acuses, presidente, de politizar el magnicidio, que es la acusación que a ti te hace indebidamente Luis Donaldo hijo. Indebidamente porque, ni modo, un magnicidio es un acto criminal necesariamente político que no debe jamás dejar de investigarse.

Otra posdata: Quiero mucho a un colaborador tuyo, Andrés, alguien que trabajó con Colosio. Me refiero a Alfonso Durazo, hoy gobernador de Sonora. A Poncho debo reprocharle que no dijo nada este sexenio acerca de la perversidad de Ebrard. El silencio a veces es pecado.