Por querer congraciarse con un partido, el Ayuntamiento de Tultitlán ha dado la espalda a la ciudadanía. Cambiar abruptamente los nombres de las calles para aludir a la llamada “Cuarta Transformación” es una decisión que no solo genera controversia, sino que también afecta gravemente la vida diaria de las personas.
Imaginemos este escenario: una familia requiere de atención médica urgente, pero la ambulancia no llega a tiempo porque las referencias que antes conocía ya no existen; un emprendedor ve retrasado su negocio porque las aplicaciones de geolocalización no reconocen la dirección; o un adulto mayor tiene que enfrentar trámites interminables porque su colonia dejó de llamarse como aparece en sus identificaciones. Todo esto está ocurriendo en Tultitlán, donde calles ahora llevan nombres como “Acúsalos con su mamá” o “Tandas para el Bienestar”.
El problema no es solo logístico, sino simbólico. Las calles son más que puntos en un mapa; representan la historia, identidad y memoria de las comunidades. Cambiar sus nombres de manera abrupta, sin consultar a los habitantes, es un acto que denota falta de respeto hacia las raíces de la ciudadanía.
Además, las implicaciones son profundas y costosas. Modificar letreros, mapas oficiales y bases de datos tiene un impacto económico directo que pagarán los propios habitantes. Actualizar documentos legales, escrituras y códigos postales será una carga innecesaria para familias que ya enfrentan desafíos económicos.
Por si fuera poco, esta decisión también pone en riesgo servicios esenciales. Desde ambulancias hasta policías, todos dependen de direcciones claras para operar eficientemente. En situaciones de emergencia, la confusión puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
Tultitlán necesita gobernantes que prioricen el bienestar de su gente, no que actúen como promotores de un proyecto político. Las calles deben ser un reflejo de las personas que las habitan, no de los intereses de un partido en turno.
La transformación que necesita este municipio no está en los nombres, sino en acciones reales que mejoren las condiciones de vida de la ciudadanía. Reparar baches, invertir en infraestructura, fortalecer los servicios públicos: esa es la verdadera tarea de un gobierno que se dice al servicio del pueblo.
¿No sería mejor transformar las calles olvidadas en espacios seguros y funcionales en lugar de usarles como propaganda? La ciudadanía merece más que letreros nuevos; merece un gobierno que escuche, respete y actúe con responsabilidad.
Tultitlán debe rectificar y no solo someterlo a una consulta que genera costos innecesarios. Cambiar los nombres no es progreso; pensar en las personas sí lo es.
X: @Alberto_Rubio