“Bouquets du premier jour

lilas des Flandres

Douceur de l'ombre dont la mort

farde les joues

Et vous bouquets de la retraite

roses tendres

Couleur de l'incendie au loin

roses d'Anjou”

(Ramos del primer día

lilas de Flandes

Suavidad de la sombra

cuyas mejillas pinta la muerte

Y tus ramos del retiro

tiernas rosas

Colores del incendio a lo lejos

rosas de Anjou)

LOUIS ARAGON

Todo señala que va por las afores. Lo cual, sabíamos, tarde que temprano ocurriría (tal y como lo señalé hace ya casi cuatro años). Ni bola de cristal ni adivina; únicamente la “crónica de un dinero dilapidado”.

Los fideicomisos no han sido suficientes, la deuda contraída tampoco. Para ser austeros, consumen dinero a velocidad del rayo y, lo peor: no se ve ni se audita en qué lo gastan. Lo queman, lo prenden en fuego, lo incendian, pero no lo invierten.

El presidente anunció ayer que “revisará la contra reforma laboral” y el esquema de pensiones que el gobierno de Ernesto Zedillo confeccionó hace ya casi tres décadas. Que esta es “inhumana e injusta”. Que enviará al Congreso una nueva propuesta.

¿Inhumana e injusta? La situación que viven miles de familias en el país con más de 170,000 muertos y cientos de miles de desaparecidos. Injusta la vida de los niños con cáncer que no consiguen sus medicamentos. Injusto que el mandatario se diga víctima de los medios de comunicación, mismo después de arrebatar el micrófono.

Injusto también lo que anuncia y más cuando solo le quedan meses como titular del Ejecutivo federal y se sabe lo apalancada que se encuentran las finanzas nacionales.

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Lo que anunció en Río Blanco genera preocupación y es un adelanto de lo que viene. No lo tiren a loco. Deben tomarlo en serio. Repito: así, igual, dio a conocer que iría tras los dineros de salud, del Fonden, de la pensión universal, de la educación, de la ciencia y la cultura, y un largo etcétera, pretextando que había corrupción en ellos. Lo único que pasó es que esfumó billones de pesos de los que no se sabe su destino. Opacidad total.

Después de los desvíos, de los subejercicios, de los fideicomisos, del incremento en la deuda y el gasto superior a los ingresos del Estado, la forma más “rápida” —y con un costo menor— de obtener dinero es ir por las afores de los trabajadores. Dice que es por defenderlos, mentira. Lo que es verdad es lo mucho que intentará drenar el dinero de las pensiones para financiar campañas, pagar deuda y “barrerlo” a destinos desconocidos.

Sí, el esquema de afores tiene deficiencias. Pero de sus grandes virtudes es que, al tratarse de cuentas individuales (cada trabajador una cuenta), no hay forma de que el gobierno, las afores o los mismos titulares hagan uso irrestricto del dinero y lo esfumen. Dinero de los ciudadanos que trabajan y pagan impuestos para tener aunque sea un modesto ahorro para enfrentar la tercera edad. O terribles contingencias, como apenas ocurrió al haber perdido el empleo en la larga noche del covid o a no pocos guerrerenses después de la devastación que dejó Otis.

El botín —perdón, el capital— de las afores asciende a 5.8 billones de pesos. Un banquete apetecible para quien requiere dinero en cantidades ingentes en año electoral…

¿Qué busca además de expropiar los recursos de los trabajadores? ¿Dar al traste a la reforma del 97 que hace que año con año se incrementen las cuotas patronales al Sistema Ahorro para el Retiro? ¿Regresarlas a una gran bolsa sin nombre? ¿Jugar a que el “pueblo” le da el dinero?

Nada tonto. Lo unió con la idea de que por ley los incrementos al ‘salario mínimo’ tengan que ser ahora mayores a la inflación. Suena genial y lo utilizará para golpear a sus críticos y a la competencia electoral.

¿Cómo? Simple: dado que requiere mayoría en el Congreso para poder modificar la Constitución en lo relativo al salario mínimo, y no la tiene, la narrativa será a partir de ahora el que los partidos de oposición “están contra los trabajadores”. Lo anterior será excusa para presentar un decreto para que los recursos de las afores sean administrados bajo nuevos esquemas.

AMLO ha puesto su mira en los dineros de los trabajadores. Los colores del incendio podrían caer sobre cada ahorrador.