Hostigamiento, acoso, abusos sexuales, violaciones y feminicidios siguen desde tiempos remotos. En muchas ocasiones, suceden en los lugares que consideramos más seguros: escuelas, iglesias, y los menos pensados y más frecuentes: en el hogar. La mayoría de las veces los agresores conocen a sus víctimas; el silencio, que de antemano saben que han de guardar por amenazas o vergüenza hace que no se detengan; el machismo es su motor, para ellos las mujeres no tenemos valor alguno.
El movimiento “Me Too” alentó para que se hicieran públicas las agresiones sexuales. Muchas de ellas eran recientes, otras habían sucedido hacía pocos o muchos años. La gente se preguntaba por qué después de tanto tiempo lo hacían; por qué no denunciaron de inmediato. Por qué no lo dijeron en su tiempo…
No importa cuántos años han transcurrido; el hecho atroz y las consecuencias que generan el abuso o violación no deben tener fecha de caducidad. La vida de la víctima se vuelve un infierno; entra en una vorágine de culpas y de injusta vergüenza. La agresión sexual o el abuso las despoja de todo; no hay día que no lo recuerden; su vida carece de sentido mientras el agresor sigue impune…
Nadie, o pocos entienden por qué callan. El trauma generado da como resultado el mutismo, es una reacción de autoprotección; un silencio cruel que carcome y consume rápido. Con el tiempo, la mente es capaz de bloquearlo, pero vuelve el recuerdo traidor para devorar de nuevo todo, todo en lo que se ha podido avanzar. Coraje, indignación que sienten y sentimos cuando la sociedad las acusa, las juzga.
Gritar, “Yo También”, esa frase tan dolorosa, que permite liberar las culpas y la vergüenza, deja que las abandone por momentos; liberar ese demonio que las ha dominado; permite exudar la maldad que el agresor dejó impregnada en su piel; que ese parásito, que el maldito abusador instaló en el cerebro de sus víctimas, deje de alimentarse consumiendo toda su autoestima; detiene de forma indefinida cualquier deseo incesante para lograr el olvido y sobre todo el perdón a ellas mismas.
Desean darle fin a los cuestionamientos tan absurdos que con frecuencia se hacen: ¿Por qué lo permití? ¿Por qué yo? No les debe importar si les creen o no, que pregunten lo que quieran los ignorantes y faltos de empatía: ¿por qué hasta ahora, gritas?… porque nadie, nadie entiende, solo las que han sufrido de algún abuso o alguna violación saben por qué.
La maldita sombra aún aparece en sus recuerdos, cada vez que dan un paso hacia delante, se preguntan por qué no pudieron darlo antes. La injusta vergüenza las detuvo, su vida la cubrió una nube atiborrada de culpa, que les oscureció todo, que solo dejó traspasar sentimientos de soledad quedándose sin un ápice de autoestima.
El paro en la Universidad Autónoma Metropolitana inició en la unidad de Cuajimalpa después de que Karen declaró que había sido víctima de violación por parte de su pareja. Después de haber realizado la denuncia a la Unidad de Género de la UAM, ésta determinó como improcedente la expulsión de su agresor. La comisión que evaluó caso se declaró incompetente para ejercer ninguna acción contra el estudiante, incluso cuando él mismo reconoció haberlo hecho por “accidente”. Existen versiones que esta violación no fue dentro del plantel como afirman las paristas. ¡Qué importa en dónde haya sucedido!…
Se sumaron al paro indefinido cinco planteles de la UAM en apoyo a Karen. Exhortan a las autoridades ofrezcan solución a su pliego petitorio: “garantizar el derecho de la comunidad universitaria a una vida libre de violencia”.
Las autoridades del plantel, y del país, nos deben garantizar seguridad y sobre todo credibilidad. Las mujeres, adolescentes y niñas no somos objetos de placer…
Estos abusos y violaciones sexuales no son exclusivas para las mujeres. Miles de niños también han sido abusados por la excesiva confianza, por la inexistente seguridad. El depredador serial, el abusador, el violador son amables con las víctimas o con los padres de los niños y niñas, con el objeto de ganarse su confianza y dejarlos sin querer a su merced para poder satisfacer sus enfermizos deseos.
El profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, Jaime Leopoldo “N” fue detenido por la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México. Fue acusado de abuso sexual contra tres estudiantes y una profesora. La UAM aclaró que el sujeto ya no forma parte de la institución, que se le aplicó la rescisión de su contrato. ¡Vaya castigo! La UAM tuvo que haber hecho una acusación ante las autoridades.
Durante el año 2022, la Universidad Autónoma Metropolitana recibió 22 denuncias de violencia de género contra maestros y trabajadores de la institución. Seis profesores fueron despedidos, dos, presentaron su renuncia y otros diez recibieron una suspensión. Las autoridades de la UAM además de la anterior tuvieron que haber hecho una acusación formal ante el Ministerio Público correspondiente, para detener a estos abusadores y violadores para impedir que impartan clases en otras instituciones y sigan haciendo esas atrocidades que destruyen la vida de inocentes.
La Iglesia condena el aborto, las relaciones homosexuales; pero ha ocultado miles de casos de violación y abuso por parte de los sacerdotes; su “castigo” cambiarlo de parroquia, lejos de donde cometieron sus crímenes. Todo queda en el olvido, todo queda en el secretismo aunque la malignidad de su eco suene en el mismísimo Vaticano. La “autonomía” de las universidades, solo despiden a los agresores y se suman al silencio y complicidad.
Las puertas de la Universidad Autónoma Metropolitana permanecen cerradas. De las puertas del campus cuelgan pancartas: “¡Protejan a la víctima, no al agresor!”
Alumnos de la UAM hicieron una encuesta entre sus integrantes, dando a conocer sus resultados: el 62% quiere que termine el paro, que se establezca un diálogo más efectivo y que se reanuden las actividades académicas.
Maestros de la UAM Iztapalapa entregaron una propuesta a las puertas del plantel para terminar con el paro, mismas que fueron rechazadas por las estudiantes. Exigen que la rectora Verónica Medina pida perdón. Que se presente personalmente para dar a conocer su propuesta además de ofrecer una disculpa a la comunidad estudiantil.
La rectora manifestó que había evidencia de desorganización entre las paristas de la UAM Iztapalapa. “No hay lectura detallada de los compromisos y acciones propuestas lo que provoca más tensión al conflicto”.
El rector general de la UAM, José Antonio de los Reyes Heredia y los cinco de cada campus fueron convocados para recibir las contrapropuestas. Las paristas exigen el compromiso de “no represalias y criminalización del alumnado”.
“Hoy más que nunca las alumnas de toda la UAM estamos unidas, no nos vamos a callar. Ya no nos vamos a dejar. Ya no vamos a permitir que exista violencia de género dentro de nuestras casa de estudios porque nos merecemos respeto, nos merecemos estudiar sintiéndonos seguras y nos merecemos siempre, siempre estar respaldadas por nuestra universidad”.
El rector general, José Antonio de los Reyes Heredia, solicitó la palabra, pero fue increpado por las paristas. Acusándolo por mantener una actitud de indiferencia y apatía al recibir las contrapropuestas del alumnado en paro. El rector hablaba, lo callaban, guardaba silencio para escucharlas; después exigían que se dirigiera a ellas, para después cuestionarlo a gritos.
Las alumnas exigían; no escuchaban al rector cuando intentaba dar a conocer sus propuestas. El acto concluyó con la consigna de las estudiantes de la UAM coreando: “que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, este no es un rector es un machista, macho burgués”.
Tensión en el conflicto como lo afirmó la rectora Medina… las jóvenes universitarias tienen derecho a transitar por el campus con total libertad. Sí. Que las autoridades de la universidad tomen medidas urgentes; que garanticen el apoyo a quien sufra de acoso, abuso o violación. No importa el género.
La solución no estriba en darlos de baja, en suspensiones; debe llevarse a cabo la denuncia inmediata a las autoridades correspondientes. Urge detener a los depredadores, a los agresores.
Las peticiones de las paristas son válidas; pero también los derechos de las compañeras que quieren seguir estudiando y que integran el 62% de alumnos y alumnas que quieren seguir con sus clases. Resultado de una encuesta realizada a los estudiantes.
Se pueden realizar ambas cosas: continuar con los estudios, mientras se exige el derecho a vivir libres, sin miedo y con la certeza que se castigará con severidad a cualquier depredador, abusador sin importar si es maestro empleado o alumno.
Las jóvenes de la universidad y las mujeres de todo el país exigimos que se nos valore y respete para que se deje de escuchar para siempre el grito desesperado: “¡Yo también!”.