Es cierto que la política se vinculó a la guerra, pues los textos antiguos así lo atestiguan; incluso, no deja de ser paradójico que el famoso discurso póstumo de Pericles sobre los caídos en guerra, se refiriera a un elogio amplio de la democracia y sea uno de los textos más citados cuando se escarba el origen de tal régimen político; la grandeza de Atenas con sus grandes monumentos, edificaciones y estatuas, desde luego la Acrópolis, tiene que ver con los recursos provenientes de su condición imperial y de las imposiciones a los derrotados. En efecto, los atenienses vivían en guerra.

Maquiavelo es un pensador que claramente vislumbró la política con la guerra y que, incluso, planteaba la necesidad de cultivar el arte de la confrontación y sobre eso escribió; pero la idea de la política se encaminó a plantear una separación clara hacia el uso de la violencia, hasta considerar traer al propio Estado el dominio bélico a fin de garantizar fuese empleado en condiciones de clara reglamentación y legitimidad.

Para Clausewitz, la política es la continuación de la guerra por otros medios, de esa expresión puede desprenderse que a través de aquella se intenta superar la confrontación violenta y edificar un Estado civilizatorio, en donde su parecido con la guerra sea en cuanto al empleo de estrategias, pues se puede entender la política como conquista y no necesariamente como lucha descarnada.

Con el concepto de Estado de Derecho se buscó acotar de forma decisiva la capacidad bélica y represiva del Estado, de modo que la ley estableciera y reglamentara la excepcionalidad de la violencia y la confrontación, tanto en el ámbito interno como en lo relativo a la que se practica entre naciones. En efecto, la lección que dejó la Primera Guerra Mundial condujo a constituir la Liga de las Naciones como foro e instancia que evitara la recurrencia de la guerra entre países; pero la empresa no tuvo éxito, pues de otra manera no hubiese ocurrido la Segunda Guerra Mundial.

La ONU se erigió entonces como la instancia que habría de ser espacio de entendimiento, acuerdo y negociación entre países a fin de evitar recurrir a nuevas confrontaciones internacionales, pero una somera revisión de sucesos de la post guerra muestra que las grandes potencias han seguido actuando para garantizar su preeminencia, especialmente en el entorno geográfico que más se les aproxima, pero no sólo, también en confines que decantan el peso de las hegemonías mundiales. No bien había culminado la Segunda Guerra Mundial cuando se desarrolló la guerra de Indochina de 1946 a 1954, que trajo alrededor de medio millón de muertes; en 1950 se desató la guerra de Corea que duró hasta 1953, llevando a considerar que podía ser el germen de una tercera mundial, y que infringió más de 2 millones de muertes.

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Imposible olvidar la Guerra de Vietnam entre 1955 y 1975, que trajo la tragedia de más de 3 millones de muertes; de 1978 a 1992 la guerra Afgano Soviética con un registro de entre 600 mil y 1 millón de muertes; la Guerra del Golfo de 1990 a 1991 que, por cierto, fue aprobada por la ONU. En fin, los acontecimientos bélicos han sido más frecuentes de lo deseable y han marcado la marcha del mundo. Se contabilizan más de 30 conflictos bélicos entre países donde las armas usadas han provenido de las potencias, sin que la ONU hubiese intervenido.

La secuela de invasiones que se encuentran en los prolegómenos de tales guerras han marcado la intervención de las potencias de muy diversas formas y con argumentos de carácter retórico, ideológicos y geopolíticos que han pretendido justificar las acciones bélicas; otros formas de intervenir no se exhiben como guerras, pero han implicado solapar o propiciar caídas de gobiernos, goles militares y cambios de gobierno, en donde América Latina es un exponente destacado, sobre maneras solapadas o subrepticias para hacer prevalecer los intereses del vecino del norte.

El capítulo que ahora se presenta mediante la intervención armada de Rusia en Ucrania, lamentablemente no es nuevo, forma parte de la dinámica de disputa de las grandes potencias y de la forma abusiva de hacer prevalecer sus intereses, sin importar los costos que infringen a los países intervenidos y que ponen en vilo al mundo.

La política como forma de resolver controversias y conciliar intereses ha sido derrotada una y otra vez a la luz de los conflictos internacionales; pero el mundo difícilmente puede proyectarse al futuro en tales condiciones. Está convocada la necesidad de encontrar un mecanismo más efectivo para resolver los conflictos mundiales. Sí, es criticable lo que ha realizado Rusia en su afán de dominio extraterritorial, pero como criticables son, también, actos similares cometidos por las otras potencias; eso no es nuevo; lo nuevo debe ser el diseño de un mecanismo eficiente de solución de conflictos. Entre tanto, los grandes ganadores son los fabricantes de armas, la economía de guerra se enseñorea y es la cabeza del avestruz metida bajo tierra.