Joe Biden, líder de los Estados Unidos y Vladimir Putin, presidente de Rusia, sostuvieron una videoconferencia de más de dos horas este pasado martes, con el fin de intentar resolver los conflictos surgidos principalmente en la frontera entre la potencia nuclear y Ucrania.
A Rusia y Ucrania les unen lazos culturales e históricos que datan de hace siglos. Desde la caída de la URSS, Ucrania ha decidido emprender su propio camino, contando con regiones de mayoría cultural y lingüística rusa.
Por simple supervivencia, el gobierno con base en Moscú ha dejado muy en claro que su “línea roja” es el ingreso del país vecino a la OTAN, lo cual significaría la presencia de tropas y armas nucleares en sus fronteras.
Por otra parte, los Estados Unidos hipócritamente acusan, con toda su fuerza mediática y política, al gobierno ruso de hacer maniobras “amenazantes” trasladando tropas dentro de su propio territorio y a cientos de kilómetros de la frontera ucraniana.
Aun cuando el hecho de que no se haya interrumpido el diálogo es positivo, la realidad es que, como señaló el sub-secretario de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Ryabkov, es posible que el mundo pudiera terminar en un peligroso escenario en donde la “guerra fría” entre ambas potencias nucleares termine por calentarse más y más, tal como ocurrió con la crisis de los misiles de la década de los sesenta del siglo pasado, cuando afortunadamente prevalecieron las cabezas frías y el conflicto entre las potencias de aquellos entonces no escaló aún más en territorio cubano.
Esperemos que las cosas no lleguen a un extremo tan peligroso, pero hace décadas que en Estados Unidos ya no existen diplomáticos ni estadistas como los de antaño, sino más bien bravucones y “bullys”.