De ninguna manera es privativo del presidente Andrés Manuel López Obrador el tratar de que sus informes de gobierno reflejen más avances que retrocesos.

El cuarto informe de Gobierno del político de Macuspana tuvo datos plausibles sobre temas como incrementos en la producción agrícola, el incremento de las remesas, incluso reconoció que aun cuando no se detuvo la inflación ni se logró un crecimiento económico, los cauces sociales se mantuvieron estables.

Los números de la disminución de la violencia son, cuando menos, algo que debe analizarse con los datos fríos sobre la mesa.

Pero el ritual fue celebrado con todos los protocolos cumplidos cabalmente.

Estuvieron los que tuvieron que estar y se mandaron los mensajes que tenían que ser enviados a los diferentes receptores de los mismos.

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El presidente López Obrador, según la encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica, llegó a su Cuarto Informe de Gobierno con un 61% de aprobación.

Sus acusadores, los que están inconformes con sus políticos asistencialistas o simplemente no les gusta su estilo personal de gobernar, personajes a quienes suele llamar sus adversarios, aunque no lo sean en la estricta acepción del término, no tuvieron más que reconocer que a si han sido la mayoría de los presidentes mexicanos.

En beneficio de la actitud del presidente López Obrador en la lectura del contenido de su Cuarto Informe de Gobierno, habría que apuntar que desdramatizó la política al no caer en las lagrimas lopezportillistas o en el delirio del liderazgo de los pueblos del tercer mundo que tuvo el recientemente fallecido ex presidente Luis Echeverría.

El documento leído en Palacio Nacional deberá ser confrontado por las glosas que tendrán que realizar los legisladores del que entregó al Congreso el titular de gobernación, Adán Augusto López Hernández.

Los profesionales del lopezobradorismo no quedarán satisfechos con lo informado.

Pero hay un hecho incontrovertible, el país sigue siendo una nación con instituciones fuertes y con un futuro para corregirse y crecer que nadie le puede negar.