Cuando se pensó que después de retener salarios de los trabajadores del municipio de Texcoco para desviarlos a favor del Partido de Regeneración Nacional (Morena) -siendo ella presidenta municipal-, Delfina Gómez Álvarez había caído a lo más bajo moralmente tras haber sido evidenciada por presuntos delitos electorales, corrupción, desvío de recursos y robo en que habría incurrido, ahora nos muestra también la torpeza en su desempeño al frente de la Secretaría de Educación Pública (SEP), que igualmente se podría configurar como crueldad, al determinar la desaparición de las Escuelas de Tiempo Completo (ETC), pues deja ver no solo su desconocimiento en cuanto a la importancia de esta política pública sino también su falta de sensibilidad hacia los casi 4 millones de niños que se beneficiaban al recibir en el marco de este programa educación complementaria y alimentación, siendo afectados paralelamente padres de familia y maestros que se desempeñan en este modelo educativo.
De entrada habrá que decir que desde ningún punto de vista se puede entender que esta señora, -que desde hace alrededor de un par de meses debió haber renunciado o haber sido removida como titular de la Secretaría de Educación a partir de que el pasado 12 de enero el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación(TEPJF) le acreditara culpabilidad al comprobar que generó un esquema de retenciones salariales aplicadas a los empleados del municipio de Texcoco con el objetivo de beneficiar al partido en el poder- continúe a cargo de la Educación en nuestro país.
De hecho, en cualquier parte del mundo esta funcionaria estaría tras las rejas purgando una condena por los delitos ya señalados, e incluso en países más extremos quizá hasta le habrían cortado las manos o colgado en la horca. Pero en México, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien directa o indirectamente recibió los beneficios del recurso que Delfina quitó a los empleados de Texcoco para entregarlos a Morena, está dispuesto a seguir respaldándola. Al menos así lo hizo durante su conferencia mañanera del martes 18 de enero, cuando declaró sentirse orgulloso de que una mujer “honesta y digna” sea la secretaria de Educación, y resaltó que, a pesar de haber sido presidenta municipal, diputada federal y senadora, sigue viviendo en su misma casa de Texcoco.
“Desde luego, somos muy respetuosos de la opinión de todos, pero yo quiero expresar mi absoluta confianza a la maestra Delfina, la conozco desde hace bastante tiempo como servidora pública”, afirmó.
Exactamente un mes y medio después de aquella aseveración del presidente, Delfina Gómez ha vuelto a colocarse en el ojo del huracán, pero esta vez no por robar el sueldo de trabajadores, sino por robar a los niños la posibilidad de incrementar sus aprendizajes, de tener una alimentación segura al día, de conflictuar a las madres que ya no dispondrán de un lugar seguro para dejar a sus hijos mientras trabajan, y de robar a maestros la posibilidad de completar un salario más digno al perder su fuente de empleo.
De ese tamaño es la decisión de Gómez Álvarez, a quien ciertamente no se le puede acreditar toda la responsabilidad siendo que todos sabemos que este tipo de decisiones surgen desde el escritorio del presidente en Palacio Nacional y no por iniciativa de una Secretaría de Gobierno, y aunque así fuese, debe contar con el aval de la Presidencia.
Digamos que es la ex candidata a gobernadora del Estado de México quien tiene que salir a dar la cara mientras quien toma las decisiones se oculta en la falda de la maestra. Una decisión por cierto, sin duda despreciable, vil, miserable, malvada y traicionera.
Ahora bien, para dimensionar el golpe que López Obrador y Gómez Álvarez acaban de asestar a los niños y adolescentes, a las familias más pobres y a la Educación en México, hay que decir que el programa Escuelas de Tiempo Completo, que desapareció el pasado 1 de marzo tras publicarse en el Diario Oficial de la Federación (DOF) un decreto que así lo marca, afectará a alrededor de 3.6 millones de estudiantes que recibían hasta 3.5 horas extra de aprendizajes como música, danza, arte, deportes y lenguas extranjeras. El programa incluía además un almuerzo caliente, que para no pocos niños significaba un único alimento seguro al día.
David Calderón, presidente de Mexicanos Primero, señaló que este modelo brindaba entre 6 y 8 horas de clases efectivas y otorgaba el beneficio de la comida para los estudiantes de preescolar y educación básica en el país.
Apuntó que este programa que inició en 2007 llegó a beneficiar a 3 millones 641 mil niños de 27 mil escuelas alrededor de toda la República Mexicana. Los menores fueron beneficiados con 1.6 millones de comidas calientes diarias al medio día, para poder continuar con una segunda parte de clases. Y se llegó a destinar un recurso anual de hasta 10 mil millones de pesos, cuya clave presupuestal se extinguió en 2020 con el inicio de la pandemia y las clases a distancia.
El argumento que dio Delfina Gómez para cometer este atropello fue que el cierre del programa es una cuestión de prioridades, puesto que el Gobierno ha decidido volcar los esfuerzos en la rehabilitación de escuelas siendo que muchas de ellas fueron vandalizadas durante la pandemia, además que cuando se reúne con padres de familia estos le reclaman mantenimiento para los planteles.
De no creerse esta justificación tan necia por no decir estúpida por parte de la funcionaria, pues usando su lógica tendríamos que entender que lo importante es tener escuelas bonitas y a los niños en la calle.
“No vale la pena destruir un programa que refuerza a las personas por uno que refuerza las infraestructuras. Es apostarle al cemento por encima de las capacidades. Además, creemos que los dos tienen cabida”, afirmó David Calderón. “Como se ha dicho: ¿de qué te sirve tener escuelas pintadas con niños que se duermen porque tienen hambre”?, señaló.
Por donde quiera que se le vea a esta determinación, se trata de un desacierto del presidente y la secretaria que atenta -como ya decía- contra niñas, niños, adolescentes, familias pobres, madres trabajadoras y maestros que impartían este modelo educativo.
Nos dicen que hay dinero para soportar este modelo que fue un compromiso social y estaba avanzando. Pero sí para darle contratos multimillonarios a ‘empresarios’ como Baker Hughes y alimentar absurdos proyectos como el tan polémico como insostenible Tren Maya y pretender seguir tirando dinero a la basura (con amplia ganancias para unos cuantos) en su empecinamiento relativo a Pemex y asuntos relativos. Ojalá haya tiempo y voluntad de recapacitar.
Salvador Cosío en Twitter: @salvadorcosio1