Son mexicanas “Las mañanitas”
La canción tradicional mexicana “Las mañanitas”, se fue modelando a pulso con el tiempo para la celebración del nacimiento, de la vida. Para el “santo” (celebración santoral del día en que nacen Pedro, Pablo, Carmen, Teresa, José, María, Guadalupe…) de los santos y las vírgenes, el santo de las personas, el nacimiento y cumpleaños de las gentes, los aniversarios diversos incluyendo el de los negocios e instituciones de distinta índole. Todos, acontecimientos ratificados dentro del formateo judeocristiano mayoritario de la sociedad. Y yo, que soy ateo (en grado de amargura; me señalan y se ríen unas y otros, que ya no dicen “ateo, gracias a dios”), no había pensado escribir sobre esta melodía tan popular no sólo en México, también en varios países latinoamericanos. Y es que pocas naciones tienen una canción propia para celebrar los eventos y acontecimientos referidos. Los gringos tienen “Happy Birthday to you” y la han exportado a quienes la copian o adaptan involuntaria y acríticamente en países del mundo: “Tanto auguri a te”, Italia; “Zum Geburtstag viel Glück”, Alemania; “Joyeux anniversaire”, Francia; o “Sapo verde eres tú” en vez de “Feliz cumpleaños a ti”, en español.
Escribo movido por el descubrimiento de la versión de las “mañanitas yugoslavas” que me hizo reconocer un amigo historiador -que recién cumplió años-, pues supo de mi búsqueda de todo el trabajo fílmico de Rosaura Revueltas (la hermana genial de los genios Silvestre, Fermín y José). Y así llegué a Un día de vida, película dirigida por Emilio “El Indio” Fernández y estrenada en 1950, con guión de este y Mauricio Magdaleno. Actúan, además de Revueltas, Columba Domínguez y Roberto Cañedo, entre otros. Es un filme en que el llanto -consecuencia de la dramática historia-, es inagotable, se convierte en ríos que lloran y lloran a través de los ojos de los personajes al grado en que uno termina también por aguar los propios; incluso por mera mímesis.
Y aunque en la escena cumbre se celebra el “santo” de Mamá Juanita, personaje encarnado por Revueltas, y todo debiera de ser felicidad, dada la circunstancia de la historia todo se convierte en drama, silencioso a veces, pero con lágrimas torrenciales, comida, baile y música como elementos emotivos contradictorios; como detonantes de las íntimas emociones. Los sollozos y lamentos son acentuados por la cámara de Gabriel Figueroa y la música de las célebres “mañanitas” al inicio de la serenata y después, “Las mañanitas tapatías” que en la película canta uno de los personajes, Felipe Gómez; interpretado por Fernando Fernández.
Debe aclararse una aparente confusión entre los comentaristas del tema que no distinguen entre “Las mañanitas” y “Las mañanitas tapatías”, conocida esta, tras la exhibición de la película en la ex Yugoslavia, como “Mama Huanita”; de las dos hay versiones con mariachi yugoslavo. Pero de la primera, hay una versión muy popular conocida con el título de la película “Un día de vida”. La melodía de las tradicionales mañanitas con pequeñas modificaciones rítmicas, pero sobre todo, de letra; ya hablaremos de ella.
Recapitulando, después de escuchar el sinfín de versiones de las mañanitas tradicionales resulta difícil no tener como favorita a la interpretada por Pedro Infante; dichos los versos iniciales con ternura y cantada con sutileza y buena línea de canto.
Un día de vida
El filme de Fernández cuenta la historia del coronel Lucio Reyes, que al iniciar la cinta se encuentra en prisión condenado a la pena máxima tras rebelarse contra el gobierno de Venustiano Carranza, en 1919, por el asesinato de Emiliano Zapata. Aunque miembro del ejército constitucionalista, es simpatizante del líder agrario del sur y el presidente le niega el indulto. Felipe, compañero de armas y amigo, casi hermano, le pide admitir públicamente que cometió un error y declare su adhesión al “supremo gobierno”; así se archivaría el proceso y sería enviado en comisión a Estados Unidos. Ofendido, indignado, Reyes rechaza la propuesta. No queda remedio, será ejecutado el 24 de junio de 1919, día de San Juan; día en que su madre, Mamá Juanita, celebra su santo y aniversario de nacimiento. Desde que Reyes anda en campaña, nunca ha faltado al santo de la madre; necesariamente estará ausente el día de su fusilamiento.
En este entramado trágico aparece en escena Belén Martí (Columba Domínguez), joven y bella periodista cubana que llega a escribir sobre México y su revolución. Desde el primer momento se entera de la suerte del condenado, pero también del amor que le profesa el pueblo. Trata de entrevistarlo sin lograrlo. Entonces, llega hasta Cienaguilla, la hacienda donde vive Mamá Juanita, el día 23.
Es el día, la noche en que inicia la emoción de las lágrimas incontenibles. Cuando empieza a desarrollarse la filosofía patética de Emilio Fernández. Juanita muestra a Belén con orgullo el retrato de su marido y sus 4 hijos muertos en acciones de armas. El esposo murió en Ciudad Juárez, en una comisión que le dio “el señor Madero”. Ramón, el mayor, maestro normalista, secretario particular de Belisario Domínguez, murió peleando en la Toma de Zacatecas. Gonzalo, era músico del Conservatorio Nacional de Música, quería ser gran pianista, pero decidió acudir a cumplir su destino; cayó en Sonora, abriendo una brecha a las avanzadas del general Obregón. A Rafael lo hirieron en Celaya; con siete balazos y sin piernas murió en brazos de su madre. El más pequeño, Alfonso, aspirante a poeta, lo cosieron a balazos y ametralladoras combatiendo contra los invasores gringos; se opuso a que lo atendiera la Cruz Roja de los invasores y lo enterraron en el Puerto, junto a los cadetes de la Marina. Cuando la madre muestra el orgullo que le producen las medallas y condecoraciones, gotas enormes de lágrimas corren por las mejillas de ambas mujeres.
“¿Y su hijo Lucio, señora?”, pregunta la escritora. “Es el más querendón”, pero ha entregado su vida, sus sacrificios a su destino, a la causa de la Revolución, aunque esté solo, sin una o muchas mujeres.
Mientras tanto, en la prisión Felipe ofrece a Lucio aplazar la ejecución, otorgarle un día más de vida para poder cumplir con el amor a su madre; el cual comparte, pues ambos son como hermanos. Irán a Cieneguilla, muy cerca de las pirámides de Teotihuacán, donde Gabriel Figueroa aprovecha para hermosear su cámara.
El sacrificio revolucionario no admite requiebros. “Tal vez nuestra causa quiere sangre de sus mismos hijos… Todas las grandes causas son duras y tardan en triunfar”; dice Lucio. “Y es ley que todo sueño que se levanta tiene que alimentarse de sangre”; piensa Belén de la Cuba de Martí.
“Mamá Huanita”: mañanitas yugoslavas
En Teotihuacán amanece el 24, el día de San Juan, y los pobladores que la quieren, cantan las mañanitas tradicionales a Mamá Juanita. El maestro local aprovecha para lucir su oratoria al inaugurar el desayuno y justificar la ausencia de Lucio. En ese momento anuncian la increíble llegada del coronel; acompañado de Felipe. En medio de un mar de lágrimas, este canta, como todos los años, “Las mañanitas tapatías”.
Todos los protagonistas saben que Reyes será fusilado, aunque creen que Juanita no lo sabe; mas sí lo sabe y lo calla. Ya en este punto, Belén está enamorada de las virtudes del reo y le confiesa que “quisiera importarle más que todo en el mundo para que pudiera salvarse... qué valen las ideas y los ideales si no hay hombres que luchen por ellas”. Conteniendo la incomodidad y el arrebato, el coronel rechaza la posibilidad; se le han “acabado todos los caminos”…
Comida, bailes, canto, tequila abundante, todo transcurre a ojos anegados de perlas de sal. No hay posibilidad de salvación. Ni el amor materno que ha padecido la muerte de marido y cuatro hijos y pronto el quinto y último. Ni el amor de la mujer bella, inteligente, extranjera que acaba de confesar su sentimiento. Ni el amor del amigo. La suerte está echada. El coronel Lucio Reyes no acepta transigir su orgullo, su valentía, su convicción, su causa, su destino.
Es en este cuadro dramático en que Mišo Kovač, cantante serbocroata, se inspira para crear el “cover” de “Las mañanitas” llamándole con el título del filme “Un día de vida”, y le da otro giro; uno existencialista, diría yo. Le llaman las mañanitas yugoeslavas o serbocroatas, aquí cantadas con entrega por el solista y sobre todo por el coro espontáneo creado por el público:
Tan solo un día de vida
Una copa más sírveme ahora
Porque mañana no estaré contigo
Porque mañana moriré.
Mi vida fue tan breve
Fugaz como un sueño
Y yo sólo tengo un sueño: vivir un día más.
Las mañanitas yugoslavas
La celebración del santo o el aniversario mexicano, un día de felicidad, se convierte en existencialismo yugoeslavo gracias a la influencia de Fernández. Y así fue hasta que desapareció ese país que se desintegró en Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia del Norte, Montenegro, Serbia y un territorio disputado, Kosovo. Claro, ya no estaba el Mariscal Josip Broz Tito para impedir el fin de su país, Yugoslavia.
Y es precisamente por Tito –que visitó México en dos ocasiones, 1963 y 1974- que llegó la presencia e influencia del cine mexicano de la llamada “época de oro” a su Yugoslavia, que había roto relaciones con la URSS de Stalin y decidió importar ese cine tan exitoso en el continente americano por tantas décadas. Asimismo lo sería en país tan lejano, al grado de generar, a partir de los 60′s del siglo XX, el estilo musical “Yu-Mex”, combinación del mariachi con la estética del país adoptivo.
Y fue así como llegó la película de Fernández que en México no alcanzó trascendencia. Fue tan arrollador su éxito que, según los comentaristas, habría durado hasta dos décadas en exhibición, 50′s y 60′s. Dadas las condiciones y el tipo de régimen, es totalmente creíble.
Filosofía y estética cinematográfica del “Indio”
El absurdo de rechazar la salvación y el amor frente a la muerte en nombre de la causa revolucionaria, la congruencia y el valor establece la filosofía del director Fernández: la estética del macho mexicano bien macho, que no se raja o no se sabe rajar. Si se ve la entrevista que Joaquín Soler Serrano le hiciera en su programa A Fondo en 1978, se entiende bien la personalidad de “El Indio”. El macho no se conmueve al saber que dejará sola a la madre vieja después de que todos los hombres de la familia, igual de machos que el coronel Lucio, han muerto durante el proceso revolucionario. Tampoco lo mueve la súplica del amigo que preferiría tomar su lugar. Y mucho menos el nuevo amor que se presenta con el rostro de una bella mujer. Nada importa frente a la idea de que, con el asesinato de Zapata, su causa ha sido traicionada y que la vida no vale la pena de vivirse (una respuesta opuesta a la pregunta clave de Albert Camus en El hombre rebelde).
El desmadre de Pedro Infante; “Las otras mañanitas”
Pero hete aquí que en México, aparte de “Las mañanitas” tradicionales y “Las mañanitas tapatías”, existen “Las otras mañanitas”, las del desmadre de Pedro Infante compuesta por Salvador Flores. Y en general, este actor cantante, figura “inmortal” (hasta que dure) del cine y también del bolero, grabó un disco dedicado completamente al guateque de los amigos que llevan serenata. Esas otras mañanitas, son las que en realidad inician la fiesta, la comida, el chupe, la bailada, el agasajo, los excesos. Es otra perspectiva del existencialismo. Frente al filosófico yugoslavo, el desmadre mexicano.