Hace unos días abordamos la importancia que tenía el partido contra Argentina. No sé si nuestra selección no dimensionó lo que se estaba jugando y podemos augurar que, prácticamente, el equipo Azteca está en la antesala de la eliminación porque tiene que ocurrir una hazaña futbolística muy poco probable, cosa que no sucederá, sobre todo por el nivel que ha mostrado y por la sequía de goles que son, para ese deporte, el elemento clave del que están muy lejos de concretar después de la pobre actuación que exhibieron.

México quedará fuera de la fase de grupos y, con ello, tendrá que regresar al territorio nacional a realizar una profunda evaluación y reflexión de todo aquello que hay que renovar. Muchas veces es necesario -cortar de raíz- lo que está deteriorando el progreso; muchos jugadores ya no están dando el ancho y tendrán que despedirse por congruencia y vergüenza futbolística.

Algunos de ellos son veteranos del fútbol que, pese a la baja de juego, siguen figurando en el once titular. Pero no debemos quejarnos, esa ha sido la esencia de nuestro balompié donde impera la corrupción y los grupos internos que dominan la política del vestidor. No es un secreto a voces la grilla que se maneja, incluso hasta para determinar quiénes integrarán competencias internacionales.

Una muestra de ello ha sido esta cumbre mundialista. Es verdad que la experiencia de Guillermo Ochoa ha fortalecido el arco mexicano, sin embargo, la parsimonia de Héctor Herrara ya no transmite esa entrega de hace muchos años. Dejó de ser ese jugador que marcaba diferencia y se convirtió en uno más del montón porque, en este mundial, no ha ofrecido prácticamente nada y, aun así, el director técnico sigue contando con él.

No sé mucho de fútbol, pero cualquier persona que se sienta a observar un partido y mira este rendimiento, notará su rédito y lo que aporta o no al equipo. Sin embargo, persiste el afán de insistir con ello, no obstante, los directivos están pagando el costo de contratar entrenadores extranjeros cuando, en nuestro territorio, hay mucha calidad y conocimiento.

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Muchos daban por hecho un fracaso y los llamaron pesimistas. Ahora entiendo la lectura previa que tuvieron los especialistas pues la propia selección nacional no ha demostrado fútbol. Es verdad que hay destellos de algunos jugadores jóvenes que se han entregado en el campo, pero en una competición de esta naturaleza eso es insuficiente.

Quizá lo más rescatable para algunos es que, esta cumbre mundialista, les servirá como una plataforma para fichar con equipos de renombre.

Aun así, tendrán que cargar con la consigna de haber fracasado en el mundial. Esta es la peor selección o, mejor dicho, el equipo menos competitivo que he visto en muchos años. No sé porque algunos todavía mantienen la esperanza; la aritmética o los pronósticos pueden revertirse, pero con este tipo de juegos es prácticamente imposible sobresalir ya que el nivel nos ha rebasado y nos ha hecho mostrar nuestras limitantes y deficiencias que solo desnudan lo sobrevalorado del balompié del país.

Hay que situarnos en la realidad: el fútbol mexicano ha fracasado en el mundial. Su regreso al territorio nacional es, hoy en día, prácticamente un hecho inminente. La selección volverá con las manos vacías y, en una de esas, con ninguna anotación.

México está contra las cuerdas; necesita de un milagro o una hazaña que, en este instante, es una utopía pensar en ese escenario porque el tropiezo está cantado.