Somos un país telúrico, las placas tectónicas se mueven con intensidad en la corteza terrestre de nuestro territorio a consecuencia de movimientos detonados desde algún epicentro, a partir del cual se irradia la liberación de energía que ocasiona temblores, preferentemente ubicados en las costas de Guerrero y Oaxaca, pero también en Chiapas, Michoacán y, sorpresivamente, hasta en Morelos, como ocurrió el 19 de septiembre de 2017.
La idea de prevenir desastres ha acompañado la pretensión de predecir los temblores, pero no ha sido posible hacerlo; a lo más que se ha llegado es a disponer de una alarma sísmica que permite contar con segundos de anticipación cuando se detecta un movimiento sismológico en la zona más recurrente, que es en Pinotepa Nacional, Oaxaca, de modo que se detona un fuerte sonido cuya emisión advierte el temblor que está por ocurrir.
El carácter de impredecibilidad de los temblores es un hecho, pero en 2017 se repitió, en la misma fecha que el que ocurriera 22 años antes, el 19 de septiembre de 1985, con lo que pareciera reiterarse su condición de imprescriptibilidad a la manera de una broma de humor negro. Debe recordarse que éste tuvo verificativo unas horas más adelante del que había ocurrido en ese entonces, y justo poco después de los simulacros que se realizaban en buena parte del país, especialmente en la capital de la República para recordar el incontrastable hecho y responder a su recurrencia con una cultura cívica de previsión.
El hecho inusual de que en 1985 y en 2017 se repitiera en la misma fecha el evento de un temblor, volvió a suceder ahora, en 2022. Así la fecha del 19 de septiembre queda confirmada como una que se muestra asociada a eventos telúricos; ello sin dejar de recordar que, en septiembre de 2017, pero el día 7 de ese mes, ocurrió un temblor que tuvo como epicentro el Golfo de Tehuantepec. Septiembre es un mes de propensión telúrica y más lo es el día 19, las explicaciones de ello se desconocen, pero los hechos así lo establecen.
En una perspectiva holística se podría mencionar que el temblor de la tierra tiene que ver con la condición e historia del país. Así, irrumpen procesos y movimientos detonantes de cambios, cuando muchas veces no existen anuncios o sucesos que así lo acrediten. En este mes patrio debe recordarse la magna celebración que realizó el porfiriato para conmemorar el centenario de la independencia de México en 1910, cuando a la vuelta de la esquina estaba por detonarse la revolución convocada por Madero. La Revolución Mexicana detonó en medio en un ambiente engañoso por festejos que tendían a mostrar la magnificencia de un gobierno expuesto en sus grandes obras arquitectónicas, en su arquitectura francesa, en los avances de la red ferroviaria.
En la otra cara de la moneda estaba ahí, con una manifestación más profunda, sombría y escalofriante por el drama social que denunciaba, el testimonio del “México Bárbaro” del que daba cuenta su autor, John Keneth Turner.
Somos un país telúrico por los temblores que ocurren en nuestras tierras, pero también lo somos por la emergencia insospechada de movimientos e inconformidades que se rebelan ante el atraso y marginación de pueblos y comunidades, aun cuando luzca el respaldo al gobernante en turno, como ocurrió cuando Porfirio Díaz se regodeaba con un nuevo período en la presidencia de la República en 1910.
Otros hablaron del México profundo, que también está ahí, muchas veces sin delatarse. La inseguridad, la alta migración, la persistencia de la corrupción, la atención social en el marco del clientelismo político; el rezago de las zonas indígenas, las deficiencias en la atención médica y en la distribución de medicamentos, el grave deterioro social que viene acompañado de la expansión de la delincuencia organizada con sus cobros de piso; el polémico “logro” de alcanzar niveles sin precedentes en el flujo de remesas, hablan de otra situación que se desdibuja tras la imagen y la popularidad del gobierno en la encuestas.
Sin embargo, no debe olvidarse …somos un país telúrico. Las fachadas muchas veces engañan, son caretas que ocultan los verdaderos rostros.