En el momento de la redacción de estas líneas, se ha aprobado en comisiones del Senado el dictamen de reforma al Poder Judicial. Según ha trascendido, hoy se dará una primera lectura en el pleno de la Cámara Alta.
Cómo es bien sabido, la propuesta de reforma es una despropósito en toda forma. A juicio de especialistas, no solo no resuelve ni remotamente la corrupción existente en fiscalías y ministerios públicos, sino que representa una amenaza frontal contra la independencia de los jueces y magistrados.
Sin embargo, en el contexto en el que tiene lugar el debate sobre la reforma persiste un mensaje inequívoco: Morena y el obradorismo son un movimiento autocrático que reproduce (con esteroides, como se ha escuchado decir en la opinión pública) lo más oscuro y anti democrático de aquel PRI de antaño que el propio AMLO ha jurado combatir.
Mientras miles de estudiantes de Derecho de universidades públicas y privadas se suman a las voces críticas de juristas especializados, llenando legítimamente las calles para defender la independencia del Poder Judicial, los senadores oficialistas, ufanos y llenos de falso orgullo de representar a los “intereses del pueblo”, siguen adelante con una intentona de destruccion del último contrapeso de la débil democracia mexicana frente al monstruo hegemónico.
Como si ellos no hubiesen sido nunca oposición, deliberan cobardemente sin prestar un minuto de atención a las demandas de las calles.
Los morenistas no están dispuestos atender la menor exigencia ciudadana de un componente importante de la población que rechaza que se dé muerte definitiva a la democracia mexicana en ciernes.
¿Será porque los estudiantes de Derecho no son parte del “pueblo” bajo esa acepción falsa, maniquea, tramposa y vulgar que hacen los obradoristas? ¿O quizás porque vale más ofrecerle al mesías su obsequio que la estabilidad del país?
La reforma al Poder Judicial representa un severo riesgo para el futuro inmediato de México. Las alarmas han sonado. Todo depende ahora de la voluntad y de la resistencia de 43 senadores que, aparentemente, sí que están dispuestos a escuchar y a atender.