Viajar a través del tiempo es un plus mágico y gratificante. En esta ocasión quiero que hagamos uno y disfrutemos, por un momento, “de otro México”.
Como en todo periodo de la historia, el porfiriato está plagado de claroscuros. Sin lugar a dudas tuvo cosas malas, como la cuasi esclavitud y la marcada diferencia entre las clases sociales, pero también trajo cosas muy positivas como el progreso del país, y por supuesto una cultura culinaria muy diferente a lo que había previamente en nuestro “aporreado” territorio.
Todos sabemos que Don Porfirio era un amante de la cultura francesa y no dudó en traer amplísima gastronomía del país galo, de la que mucha perdura hasta nuestros días.
Así es que mi recomendación es que aprovechen el fin de semana para pasear por la hermosa colonia Roma, y por sus amplias calles arboladas, como lo es la avenida Álvaro Obregón, y terminando la visita cerrando con broche de oro en “Filomeno, Gran Cantina”.
Se ubica en un lugar más que espectacular: la Plaza Río de Janeiro #54, Roma Norte, en la Alcaldía Cuauhtémoc. Nada más al llegar uno descubre una casa señorial de la época del porfiriato, que fue sede de las oficinas del Colegio de México.
El chisme no termina ahí, deben ustedes saber que durante algunos años también fue el lugar de trabajo de nuestro premio Nobel de literatura, Don Octavio Irineo Paz Lozano. Algunos años después el inmueble fue un colegio de señoritas, y de los años ochenta hasta el 2015 fue sede de la Galería OMR, fundada por Patricia Ortiz Monasterio y Jaime Riestra.
Hoy es una cantina que fusiona precisamente la gran gastronomía francesa con la mexicana. El lugar en sí es un museo bellísimo, con piezas que datan de 1880 hasta principios del siglo XX.
He de decirlo, no esperen una comida moderna y de vanguardia; al igual que el lugar, los sabores se enfocan a remembrar un pasado, aquel cuando en México dejaron de existir solamente dos gastronomías: la que provenía de nuestro pasado prehispánico y la española. Al integrar la cocina francesa con estas dos cocinas el resultado fue simplemente maravilloso.
¿Qué nos podemos encontrar? Están los clásicos tacos “gaoneras”, también los hay de lengua y de chamorro, sopa tarasca, sopa de albóndigas, y tuétanos para “taquear”.
Pero también hay pescado en salsa “meunière”, que es una de las salsas más famosas que se elaboran en Francia, que con pocos ingredientes (mantequilla, limón y perejil) son un gran clásico, y que hoy le imprime su nombre a una técnica culinaria de fritura en mantequilla. Debe su nombre al uso del rebozado en harina (meunière significa en francés la mujer del molinero).
Precisamente la mantequilla es uno de los alimentos que nos trajo el porfiriato. Hoy a nadie le extraña ni se le hace exótico usar mantequilla para la elaboración de algunos platillos, pero en el México de antaño lo que se usaba era manteca de cerdo para cocinar, y nada más.
En “Filomeno, Gran Cantina” también ofrecen grandes postres para los que aman lo dulce. Tienen el “Flan Leonor” cuya cremosidad es espectacular; de esos postres que por su buen tamaño, sirve para compartir.
Otro de los grandes postres que tienen es un “cheescake” al que llaman “Ocosingo”. Si les gusta el dulce y el sabor del queso, este es su postre acompañado de un muy buen café.
Eso sí, barato no es. Piensen que el consumo promedio es mil pesos por persona, pero que no será un gasto, sino una inversión que bien vale la pena; la atención es excelente, y poder mirar a la Plaza Río de Janeiro en un ambiente de época, lo vuelvo atractivo y seductor, así que si no tenían plan para este fin de semana, ya saben a dónde ir, y me cuentan qué tal les fue. Bon appetit.
Cat Soumeillera en X: @CSoumeillera