Para nadie son desconocidos los estragos que causó a la industria aeronáutica la pandemia de Covid-19, a nivel mundial. En todo el mundo permeó la necesidad de afrontar de la mejor manera la inusitada crisis sanitaria. Un común denominador fue el recorte de personal en todas las aerolíneas del orbe.
La gran mayoría recortaron sus respectivas plantillas de trabajadores, mientras caían de manera drástica sus operaciones.
Pero no solo fue el recorte de las plantillas laborales; aparejada vino la necesidad de reajustar los salarios y las prestaciones, por supuesto a la baja, con el argumento de mantener a flote las aerolíneas. Es evidente que sin importar la latitud, cada empresa de aviación aplicó de una forma u otra, la misma receta: recorte de personal, salarios, prestaciones y el regreso de equipos (aviones) a las arrendadoras.
Esto trajo como consecuencia, en la mayor parte del mundo, un generalizado descontento entre los trabajadores de la industria, y no se hicieron esperar los paros y huelgas, justo en el momento de la recuperación.
La gran diferencia que se marcó entre nuestra aviación nacional y la de otros países fue evidente. Uso el caso europeo para poder hacer un comparativo. En nuestro país adolecemos de un charrismo sindical que no ha podido ser erradicado a pesar de las reformas a la ley laboral y los todos buenos deseos de la actual titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social.
En nuestro país, las huelgas han sido abordadas con desidia y desdén, pues se ha permitido que caigan en marasmo de los vericuetos burocráticos propios de las Juntas Federales, o locales, de Conciliación y Arbitraje, acumulando años de inacción y de cero justicia para el trabajador.
En la aviación tenemos ejemplos de ello, el más llamativo es el caso de Interjet, que ya cumplió dos años en huelga, y vivo ejemplo en que la parte patronal tiene nula intención de resarcir a los trabajadores, quienes se vieron empujados a estallar una huelga con la empresa ya sin operaciones, decisión que tomaron de manera unilateral los dueños y administradores de la aerolínea.
Y se avecina pronto otra huelga, si sus sindicatos se animan a estallarla: la de Transportes Aeromar. Hace casi un año que emplazaron a huelga a la empresa, pero han venido prorrogando el estallamiento por el mismo tiempo, ante la esperanza de que lleguen a un arreglo, y se eviten el estancamiento como el que padece Interjet.
Por eso hoy quiero hablar del caso de la aerolínea teutona Lufthansa. Los trabajadores de tierra de esta aerolínea -cerca de 20 mil trabajadores- realizaron una huelga que obligó a cancelar más de 1000 vuelos en los aeropuertos de Múnich y Fráncfort. La huelga afectó a unos 130 mil pasajeros, en la breve semana que duró la huelga.
El Sindicato Verdi, que representa a estos trabajadores de tierra de Lufthansa, llegó a un acuerdo con los directivos, motivo por el cual, los trabajadores levantaron la huelga que mantenían, y obtuvieron a cambio lo siguiente:
Aumento salarial en tres fases: un primer pago de 200 euros mensuales, retroactivo al 1° de julio del año en curso; además un incremento del 2.5% de enero a enero del próximo año; un aumento más, del 2.5% a partir del mes de julio del 2023. Con una duración de 18 meses, el convenio que firmaron tendrá que ser ratificado por los afiliados a Verdi.
Este sindicato alemán considera que se logró un buen acuerdo, ya que el convenio contempla la inflación, además de un aumento real, especialmente para los trabajadores de menor nivel de salario, lo que termina garantizando un incremento mínimo sobre los 350 euros, aunque de manera gradual.
Con el convenio, las partes garantizan que los trabajadores no estallen de nueva cuenta una huelga en plena temporada vacacional. La semana de huelga terminó ocasionando a la compañía aérea gastos por unos 35 millones de euros; no solo fue la merma a la aerolínea, sino que también se colapsaron los dos principales aeropuertos alemanes que utiliza esta línea aérea.
En ese sentido, el Sindicato de Pilotos Cockpit, también se encuentra en negociaciones con la administración de la aerolínea, ya que este personal de vuelo está solicitando un incremento a su salario del 5.5%. En asamblea realizada la semana pasada, los pilotos alemanes votaron de manera casi unánime que en caso de no llegar a un acuerdo con la directiva de Lufthansa, estallarán la huelga.
¿Por qué los alemanes no tienen miedo a estallar una huelga, a diferencia de sus pares mexicanos? Muy sencillo, primero porque en aquellas tierras el sindicalismo no tiene nada que ver con el nuestro; allá los sindicatos se dedican a defender las condiciones laborales de sus trabajadores.
Lamentablemente en nuestro país no es así, o son un negocio familiar, o un coto de poder, o forman parte de la patronal (sindicatos blancos).
Otro punto muy importante, que no podemos ignorar, es el peso que puede llegar a representar “el qué dirán”. ¿Le sorprende?, en México el trabajador que estalla una huelga, casi en automático, será sinónimo de “flojo”, de persona que no quiere trabajar.
En Europa, generalmente una huelga en un medio de transporte es vista por los pasajeros afectados como algo “necesario” para mejorar las condiciones laborales. Un mismo caso es visto de manera diferente de uno y otro lado del Atlántico.
Mientras que aquí, en México, si el trabajador se atreve a estallar una huelga porque no está conforme con sus condiciones laborales, la respuesta que recibirá será: “si no te gusta, cámbiate de trabajo”, “lo que no quieren es trabajar”, “bola de flojos”, “quieren que los mantengan por su bonita cara”, entre otras muchas expresiones que demuestran un gran desprecio por la lucha de los trabajadores.
Totalmente diferente: Europa se ha visto inundada de huelgas, en los últimos días.
He podido constatar, en entrevistas realizadas por diferentes medios, que con todo y su coraje atravesado porque les cancelan el viaje, los pasajeros afectados entienden los motivos de los trabajadores de tierra, sobrecargos o pilotos que hayan estallado una huelga; señalan ante las cámaras que consideran justo y necesario que los trabajadores recuperen sus condiciones laborales, que lamentan que tengan que llegar a estas medidas, pero que si lo hacen es por que no hubo otra solución, que ahora les toca a ellos, pero que hay que apoyarlos.
Independientemente del sindicalismo charro en nuestro país, de nuestras autoridades burocráticas a morir, podemos ver en este ejemplo cómo la sociedad civil también forma parte determinante en este problema.
El individualismo que nos han vendido como forma de vida exitosa no nos permite ver que si en lugar de etiquetar de “flojo” a un trabajador que lucha por sus derechos laborales, entendiéramos que si ellos mejoran su calidad de vida en el trabajo, a la larga el éxito de su lucha se verá reflejado en otros empleos; una frase que lo resume muy bien es: “hoy por ti, mañana por mí”. Pero lo dije y lo sostengo, nuestra idiosincrasia le teme “al que dirán”.
A nadie le gusta que lo señalen, por eso son escasas las protestas de trabajadores en México, y si se llegan a realizar, muchas veces son impulsadas por intereses personales de los dirigentes sindicales que llevan decenas de años en el mismo cargo.
Un hecho ineludible es la crisis que vino después de la pandemia por Covid. La industria aeronáutica a nivel mundial se ha visto afectada, sin embargo, la forma como resuelven es lo que marca la diferencia.
Mientras en México se opta por callar y agachar la cabeza esperando a que el gobierno, con una varita mágica resuelva todo, en Europa los trabajadores son los arquitectos de su propio destino; no temen (y si temen, lo superan) estallar una huelga en plena temporada alta. No tienen miedo “al que dirán”, sus derechos laborales son primero.
En México hemos sido afortunados de no tener la crisis que sí han enfrentado algunos países de Europa, y otros como Australia, Estados Unidos y Canadá; la temporada alta, ha sido benéfica en nuestro país, con todo y los bemoles vividos.
¿Qué pasaría si un día los trabajadores mexicanos se comportaran como los alemanes?, ¿La sociedad civil haría lo que hace la ciudadanía europea?
Ahí se lo dejo para la reflexión.