En 1986 tomé un curso en la maestría, en Harvard, con el profesor Gary Orren, que se llamaba “Management of Politics”. Gestionar la política es más complicado de lo que muchos piensan. Ahí analizamos que, en el panorama político moderno, las campañas y las elecciones son grandes espectáculos, similares a una venta de un solo día, donde los ciudadanos se convierten en consumidores y los candidatos políticos se transforman en productos.
La analogía entre una elección y “una venta de un solo día” puede parecer poco convencional, pero tras un examen más detenido, las similitudes se vuelven evidentes. Desde las intensas estrategias de “marketing” hasta el proceso crítico de toma de decisiones, el día de las elecciones encarna la esencia de un evento de tiempo limitado y de alto riesgo.
Así como los minoristas emprenden extensas campañas de marketing previas a una venta de un día, los candidatos políticos se embarcan en campañas rigurosas para promocionarse como la mejor opción para el electorado. Las campañas hoy utilizan los medios tradicionales, las redes sociales, mítines y debates para mostrar las fortalezas del candidato y convencer a los votantes de que “compren” su visión del futuro. En una venta de un solo día, el marketing tiene como objetivo crear anticipación. En una elección el objetivo es generar entusiasmo y apoyo.
El día de las elecciones, al igual que una venta de un día, es un evento fijo y de duración limitada, de 8 am a 6 pm. La urgencia creada por la inminente fecha límite alienta a los ciudadanos a tomar sus decisiones con prontitud, reflejando la presión que sienten los consumidores durante una venta de un día. La naturaleza de tiempo limitado de las elecciones intensifica la importancia de cada voto, haciendo que el acto de votar sea una decisión crítica y urgente.
Los consumidores durante una venta de un día y los votantes el día de las elecciones comparten un proceso común de toma de decisiones. Así como los consumidores consideran factores como el precio, la calidad y la reputación de la marca, los votantes evalúan a los candidatos en función de sus políticas, cualidades de liderazgo y confiabilidad.
El ciudadano genera una “cadena de pensamiento” para tomar su decisión electoral. Esto conlleva una serie de pasos cognitivos por los que pasa cada individuo al decidir cómo emitir su voto:
- Comienza cuando identifica sus valores fundamentales, prioridades y cuestiones clave que más le importan.
- Busca información sobre los candidatos, sus posiciones políticas y sus antecedentes.
- Evalúa las posiciones de los candidatos sobre temas clave.
- Mide la credibilidad y confiabilidad de los candidatos. Considera el carácter, la integridad, las experiencias pasadas y la capacidad del candidato para cumplir las promesas de campaña.
- La confianza en un candidato es crucial para creer en su capacidad para liderar eficazmente.
- Realiza un análisis comparativo de los candidatos, sopesando las fortalezas y debilidades de cada uno.
- Podría considerar también su alineación con un partido político o ideología en particular.
- Considera la percepción de elegibilidad de los candidatos.
- La autenticidad, la identificabilidad y la capacidad de comprender y empatizar con las preocupaciones del electorado pueden desempeñar un papel importante en la decisión.
- Después de una cuidadosa consideración de todos estos factores, el votante llega a una decisión final.
En una oferta de un día, cada consumidor tiene el poder de influir en el éxito de un producto a través de su compra. De manera similar, en una elección, el poder del voto reside en los ciudadanos. El acto de votar equivale a realizar una compra, en la que cada votante contribuye a la decisión colectiva que da forma al futuro de la nación.
Ahora bien, a muchos nos encantaría que las campañas fueran positivas, sin ataques. ¿Cuáles serían las principales características de las campañas propositivas?
- Centradas en propuestas claras y concretas. Proporcionan a los votantes información valiosa sobre las prioridades políticas del candidato. Esto ayudaría a crear un electorado informado capaz de tomar decisiones basadas en la comprensión de las posiciones del candidato sobre cuestiones clave.
- Enfatizan las discusiones políticas sustantivas por encima de los ataques personales, con un discurso político elevado. Esto fomentaría un entorno cívico más saludable, promovería el debate constructivo y alentaría a los candidatos a presentar soluciones bien pensadas para abordar desafíos apremiantes.
- Inspiran e infunden esperanza entre los votantes al presentar una visión para el futuro basada en objetivos y soluciones alcanzables. Los mensajes positivos y las propuestas concretas podrían motivar a los ciudadanos a participar en el proceso democrático y creer en la posibilidad de un cambio positivo.
- Demuestran transparencia y compromiso para abordar las preocupaciones del electorado. Esto podría contribuir a generar confianza y credibilidad entre los votantes, fomentando un sentido de confianza en la capacidad del candidato para liderar y gobernar eficazmente.
Una campaña positiva puede contribuir a la estabilidad política al promover la unidad en lugar de la división. Al centrarse en valores compartidos y objetivos comunes, los candidatos pueden trabajar para unir a las personas, reduciendo la polarización que las campañas negativas a menudo exacerban.
Sin embargo, como en todo, también hay desventajas claras de las campañas positivas:
- Se corre el riesgo de simplificar demasiado cuestiones complejas. Algunos desafíos pueden requerir soluciones matizadas y multifacéticas.
- Pueden verse tentadas a hacer promesas que, si bien atraen a los votantes, en última instancia son poco realistas o difíciles de implementar. Esto puede provocar decepción y desilusión entre el electorado.
- Sin una defensa proactiva contra posibles campañas de difamación, a un candidato positivo puede resultarle difícil contrarrestar narrativas falsas o abordar ataques personales de manera efectiva.
- La falta de diferenciación entre los candidatos dificultaría a los votantes a discernir distinciones significativas.
Los candidatos que realizan campañas positivas pueden enfrentar dificultades para responder a críticas legítimas o adaptar sus propuestas ante circunstancias cambiantes. El compromiso con una imagen positiva puede crear renuencia a reconocer las debilidades de las políticas propuestas o modificar posiciones basadas en la evolución de la información.
Por su parte, muchos candidatos prefieren atacar. Las campañas negativas durante una elección presidencial pueden tener consecuencias significativas para la sociedad, impactando diversos aspectos del proceso político, la percepción pública y la salud general de los sistemas democráticos:
- Contribuyen a una disminución de la confianza del público en el proceso político. Difamaciones y ataques de carácter, desilusionan a los votantes. El ámbito político se vuelve un caldo de cultivo para la negatividad en lugar de una plataforma para el diálogo y la formulación de políticas constructivas.
- Tienden a polarizar al electorado al enfatizar las diferencias y magnificar las controversias. Los ciudadanos ven a sus oponentes con sospecha u hostilidad. Tal división puede obstaculizar la colaboración y el compromiso, elementos esenciales para que una democracia que funcione bien.
- Pueden disuadir por completo a los votantes de participar en el proceso electoral. Los ciudadanos pueden sentirse desencantados, lo que lleva a la apatía de los votantes y a una menor participación. Esta retirada puede socavar el principio democrático de una ciudadanía informada y activa.
- Desvían el foco de las cuestiones políticas sustantivas hacia ataques y escándalos personales. Como resultado, los votantes pueden estar menos informados sobre las posiciones reales de los candidatos sobre asuntos importantes, lo que dificulta la toma de decisiones basadas en preferencias políticas.
- Crean una cultura cívica tóxica donde el discurso político está marcado por la hostilidad y la agresión. Este tipo de entorno es perjudicial para las prácticas democráticas saludables, ya que desalienta el diálogo abierto, el respeto mutuo y el intercambio de perspectivas diversas.
Cuando las campañas se centran en ataques personales, se puede crear una relación de confrontación entre los candidatos ganadores y perdedores, lo que dificulta que el futuro gobierno funcione de manera cohesiva. Esto puede conducir a un estancamiento legislativo y obstaculizar la implementación de políticas efectivas.
Winston Churchill decía que “en el escenario político, una campaña no es más que una venta de un solo día, donde el electorado es el cliente crítico y las propuestas son los productos que determinarán nuestro destino colectivo”.
Barack Obama añadiría que “una campaña política es como una venta de un solo día, donde los votantes son los exigentes clientes, y los candidatos deben convencerlos de que su visión no es sólo un producto, sino una solución a los desafíos que enfrentamos como sociedad”.
Javier Treviño en X: @javier_trevino