“Venimos a ocupar respetuosamente la Plaza de la Constitución; el espacio físico que alude a la estructura jurídica que reconoce nuestra pluralidad política.”

JOSÉ RAMÓN COSSIO

“Para ganar esta batalla no es suficiente una manifestación o dos, sino luchar sin descanso. La constancia es revolucionaria.”

JUAN MANUEL SÁNCHEZ GORDILLO

Puedo decir muchas cosas que todos vivimos —presenciamos, razonamos y sentimos—, pero vale aquí un somero recuento de lo que sucedió ayer:

Más de cien ciudades donde los habitantes se reunieron para decir “Mi voto no se toca”; para solicitar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación que el Plan B electoral no se lleve a cabo. Una marea rosa que utilizó el derecho a la libre manifestación para dejar claro que no está dispuesto a perder al INE que conocemos.

Y si bien el derecho a la libre manifestación no es cuestión de números, el día de ayer el Zócalo de la Ciudad de México se llenó y las personas que se reunieron en todas las ciudades sumaron medio millón de acuerdo con algunos (90 mil es la estimación de las autoridades capitalinas).

Una riada de ciudadanos con un propósito en común: expresar su rechazo a la reforma que pretende dinamitar el sistema electoral que hoy tenemos y que permite comicios libres y equitativos, así como la alternancia en el poder (¡tal y como lo ha constatado la Cuarta Transformación desde hace más de cuatro años!).

Suena increíble, pero al secretario de Gobernación —el mismo que a dos años de los comicios presidenciales de 2024, no dejando su cargo hace campaña abierta por Morena— eso le parece una trasnochada. El salir a la plaza pública a expresarse una canallada; eso que es un derecho de todos los ciudadanos y no monopolio de la 4T.

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¿Cómo se mide si una manifestación es exitosa? Hoy escucharemos en la mañanera la forma de desdeñarla. Porque seamos claros en algo: las voces que se expresan de México desde fuera, esas tipo The New York Times, Financial Times o el congreso de Estados Unidos, tienen razón. Esto es, a medida que transcurren los días de la Cuarta Transformación, la democracia electoral sobrevive en México más a pesar del régimen que gracias a este.

Morena se parece cada día más al PRI de tantos años: ha caído en la necedad de creer que solo hay democracia si Morena gana y la oposición, sea cual sea esta, pierde.

Afortunadamente parece haber aún ciudadanía. Y es que sin ciudadanía —y los votos de esta— no puede haber democracia. Y en México existe una poderosa ciudadanía. Ojalá y fuera más (y menos los abstencionistas), pero esa es otra cuestión…

Ahora bien, las distintas concentraciones —las cuales no permitieron se les vinculara ni con Genaro García Luna, como pretendieron en el obradorismo, ni con políticos en activo (que participaron pero no hablaron)— no causaron destrozos ni utilizaron la violencia para manifestarse. No hubo gritos, bravatas o victimizaciones. Tampoco dejaron, vale la pena subrayarlo, basura a su paso o graves afectaciones a comercios.

No se vieron un sinnúmero de autobuses que, mediando recursos públicos, transportaran personas; ayer no hubo ni pago de dinero ni repartición de tortas. ¿Cómo se logra mover a tanta gente sin incentivos económicos o de otro tipo? La respuesta es simple: en aras de defender la democracia.

Nadie atacó Palacio Nacional. En otras palabras, no fue necesario el blindaje que se dispuso a su alrededor porque lo que se vivió fue una fiesta de civilidad y de amor a México.

122 organizaciones convocaron sin buscar protagonismos para solicitar al máximo tribunal federal frene lo que no pocos consideran una reforma electoral inconstitucional.

La marea rosa que inundó ciudades y corazones dentro y fuera de territorio nacional. Que vibró cuando se entonó el himno nacional y cimbró Plaza Mayor con el tronar de los tambores. La marea rosa que no es tigre, pero defenderá con garra al INE, ya que es la institución que ha mostrado velar por el voto que nos hace iguales en las elecciones.

La genuina y a la vez normada forma de hacer valer nuestra voz sin que vuelva a ser secuestrada por un partido político por más de 70 años. Ya lo vivimos ¡y nos gusta la alternancia!, mismo con todos sus peros y problemas. Nos reconforta saber que podemos cambiar de partido cuando así lo decida la mayoría y que a su vez cada voto cuenta —incluyendo el de las minorías—.

En resumidas cuentas: la gente se reunió para defender sus derechos democráticos, es la forma político-social de hacerlo.

Ahora vendrá la manera jurídica de dicha defensa; la marea rosa no debe detenerse. Palacio Nacional fue solo una escala. Sigue su parada ante la Suprema Corte; debe continuar con los amparos, acciones de inconstitucionalidad y demás medios legales para parar una barbarie.

De hecho, el tribunal federal, en voz del ministro Alberto Pérez Dayán, recientemente emitió la suspensión en Coahuila y en el Estado de México de las reformas a la normatividad electoral en aprobadas por el Congreso (concretamente suspende la aplicación del decreto que reforma las leyes generales de Comunicación Social y de Responsabilidades Administrativas en los estados de México y de Coahuila). Me congratulo.

Rápidamente, no obstante, dicho ministro recibió críticas y denostaciones en redes sociales de diversos funcionarios gubernamentales. Por su parte, el Ejecutivo federal interpuso, a través de su Consejería Jurídica, una impugnación contra la decisión del ministro Pérez Dayán.

Vayámonos acostumbrando, vendrán muchas resoluciones más y diversas impugnaciones a continuación…

Mas eso no quita que el pronunciamiento de ayer domingo como tal haya sido muy exitoso. Y es que el derecho a la libre manifestación no es cuestión de números, es cuestión de voluntades.

Lo que vimos ayer es la manifestación por parte de muchos ciudadanos de mantener el INE, a la democracia como la conocemos, y el rechazo absoluto a que un partido vuelva a eternizarse en el poder.