La puesta de largo de Sumar, la nueva plataforma de izquierdas en España liderada por Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno de Pedro Sánchez, nacida en El Ferrol (Galicia) hace 51 años, ha revolucionado el tablero político en el país.
Tras meses de generar expectativas sobre si realmente iba a dar el paso o no de presentarse a las elecciones, previstas para finales de año, la mera pronunciación pública del “sí, quiero” ha cambiado el paisaje por completo: la izquierda tiene en Díaz un ambicioso liderazgo que se se ha propuesto un reto que parecía inimaginable hasta hace nada: que una mujer sea investida presidenta del Gobierno por vez primera en la historia de España.
Por supuesto, no va a ser en las próximas elecciones, que están ya a la vuelta de la esquina, aunque todavía sin fecha exacta de celebración. Pero los ingredientes parecen al menos bien colocados, a la espera de la fermentación, que solo da el paso del tiempo: Díaz atesora una importante obra de gobierno muy aplaudida en la izquierda política y sindical -llevan su firma algunas de las medidas más emblemáticas del Ejecutivo de Sánchez, como el apoyo a los trabajadores durante la pandemia, la reforma laboral y el aumento del salario mínimo-; una trayectoria militante de más de tres décadas en la izquierda sin ninguna sombra de corrupción, y un grado de conocimiento y apoyo en las encuestas sin parangón.
La política mejor valorada
A pesar de no formar parte de ninguno de los partidos mayoritarios que dominan la política española desde la Transición -el PSOE, socialdemócrata, y el PP, liberal-conservador-, todas las encuestas (públicas y privadas) sitúan a Yolanda Díaz como la política mejor valorada del país, por encima del presidente, Pedro Sánchez (PSOE), y del líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo (PP). Y con un grado de conocimiento del 95%: imposible no tomarse en serio pues su ambición de convertirse en algún momento en la primera mujer en llegar a la presidencia.
Díaz ha sido durante años en el espacio de Unidas Podemos estrecha colaboradora de Pablo Iglesias, quien en 2021 la encumbró públicamente como su sucesora sin ni siquiera haberlo pactado con ella. También es la mano derecha del presidente socialista, Pedro Sánchez, de cuyo gobierno es vicepresidenta con un papel clave en engrasar las relaciones, siempre complicadas, entre las diferentes organizaciones que forman parte del primer gobierno de coalición de izquierdas en España desde la II República, que fue destruida por el golpe de Estado del general Franco en 1936.
Sin embargo, la hora de la emancipación política de Díaz de los que hasta hace poco habían sido sus jefes, en el partido (Pablo Iglesias) y en el gobierno (Pedro Sánchez), parece haber llegado. Ella misma lo recuerda en casi todos sus mítines, sin citarlos: “¡No soy de nadie! ¡Las mujeres no somos de nadie!”.
La relación se ha vuelto especialmente conflictiva con Iglesias, que dimitió de todos sus cargos orgánicos pero que sigue siendo el principal referente de Unidas Podemos. Díaz nunca llegó a militar en la formación y el único carnet político que lleva en el bolsillo es el del Partido Comunista de España (PCE), pero más como una cuestión simbólica, de reconocimiento al papel histórico del partido y como homenaje a su propio padre, que es su principal faro en política, que de adhesión real a una formación en cuya vida orgánica no participa. Actualmente, el PCE forma parte de Izquierda Unida (IU), a su vez coligada hasta ahora con Podemos.
Dentro de su estrategia de emancipación, y a la vez de intentar desbordar el espacio tradicional de Podemos, muy desgastado y a la baja en todos los sondeos, Díaz ha lanzado Sumar como nueva plataforma electoral vinculada a su candidatura en las próximas elecciones. El nuevo artefacto ha logrado ya el apoyo de una quincena de partidos, entre los que se incluye IU y también formaciones de izquierdas muy asentadas en sus respectivos territorios, como los comunes en Cataluña, liderados por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y Compromís en la Comunidad Valenciana, que forma parte del Gobierno regional y dirige la alcaldía de la capital de esta comunidad, entre muchos otros.
En cambio, Podemos sigue fuera de este nuevo espacio político. Es más: las relaciones son ahora muy tensas, en un espiral de reproches mutuos que cada vez aleja más la convergencia electoral y que lastra las expectativas de la izquierda en su conjunto en las inminentes elecciones municipales y regionales de finales de mayo, que son un aperitivo de los comicios generales de fin de año.
Sumar supera a Podemos
El ambiente está tan enrarecido, que todos los sondeos abordan ya el escenario de que no haya acuerdo y que la plataforma Sumar de Yolanda Díaz vaya al choque en las próximas elecciones generales con Podemos, dirigido ahora por la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, que cuenta con el apoyo de pesos pesados de la formación, como la ministra de Igualdad, Irene Montero, y de los fundadores del partido Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero. Pese a ello, todas las encuestas coinciden en señalar que Sumar tiene ahora mucho más apoyo entre los electores que Podemos.
Un sondeo del pasado diciembre para el diario El País otorgaba 23 escaños para Sumar y 7 para Podemos en caso de enfrentarse en un escenario de ruptura (sobre un hemiciclo de 350 diputados). Y la tendencia ha sido ratificada este mes tanto por el diario El Mundo, cuyo reciente sondeo otorga 35 actas para Sumar y 8 para Podemos, como esta misma semana por el CIS, el organismo demoscópico público, que solo ofrece porcentajes y no distribución de escaños: 10,6% para Sumar frente al 6,7% para Podemos.
Todas las encuestas tienen otra coincidencia: si Sumar y Podemos llegan a ir por separado a los comicios, se dejarían por el camino al menos una veintena de escaños, que perdería la izquierda en su conjunto. Ello supone un riesgo adicional muy serio para las expectativas de reeditar la coalición de gobierno progresista tras los comicios.
Preocupación en el PSOE
Esta posibilidad genera enorme inquietud en el PSOE y al presidente del Gobierno, que en esta disputa a su izquierda han tomado partido claramente por Díaz, de formas más pactistas, en detrimento de Podemos, con una actitud en general más desafiante.
Sin embargo, los socialistas empiezan a mostrarse preocupados también por una segunda cuestión que le afecta todavía más de lleno: los sondeos muestran que Sumar puede pescar también en el caladero tradicional socialista, como consecuencia tanto de este perfil de izquierda comprometida con la gobernabilidad -herencia, de alguna manera, del PCE eurocomunista que fue clave en la Transición- como del hecho de tratarse de una candidata mujer en un contexto de auge cultural del feminismo, con el telón de fondo de una anomalía histórica que empieza a ser, por fin, corregida en los países occidentales: en España todavía no se ha se ha investido jamás una presidenta del gobierno.
Los sondeos ofrecen varios datos que han encendido todas las alarmas en el PSOE: Díaz tiene una valoración medio punto por encima del propio Sánchez, y le aventaja en todos los segmentos de la izquierda y también entre las mujeres. La reciente encuesta del CIS cuantifica incluso la fuga: hasta el 10% de los votantes del PSOE se inclinarían hoy por votar a Díaz en lugar de a su partido.
Muchos socialistas sueñan en realidad con la posibilidad de que Díaz fuera en algún momento su candidata. La dirección del PSOE y La Moncloa son muy conscientes de que debe ponerse fin a esta anomalía histórica de que ninguna mujer haya sido todavía investida presidenta, pero el debate por la sucesión en el PSOE está bloqueado mientras Sánchez conserve la presidencia del Gobierno. El problema es que su gestión es tan personalista -cesarista, subrayan sus críticos- que todavía ni se vislumbra quién podría ser su futuro sucesor o sucesora. Y ni siquiera está claro en qué condiciones afrontará el post-sanchismo un partido que va perdiendo músculo como consecuencia del hiperliderazgo de su máximo líder y volcado como está en el apoyo a las tareas de gobierno.
Será entonces, en el movimiento de tierras que desencadenará la salida de Pedro Sánchez de La Moncloa, cuando podrá apreciarse mejor si la ambición que muestra Yolanda Díaz de convertirse en la primera mujer en alcanzar la presidencia del Gobierno en España ha dejado de ser una utopía más.
La revolución que aspira a conseguirlo ya ha empezado: enarbola la bandera de Sumar.