“Una piedra en el camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar”.

José Alfredo Jiménez. Actor y cantautor mexicano

Compré unos frijoles refritos en un supermercado de los que fundó originalmente Samuel Moore Walton en los Estados Unidos con esa gran filosofía que tuvo por haber sido un militar allá, acá en México estos supermercados se llamaban Aurrera, Gran Bazar, o Superama, los frijoles en cuestión venían en un envase de plástico muy resistente, que seguramente se fabrica en los Estados Unidos con el petróleo que les vendemos desde la Revolución mexicana.

Me dispuse a comer dichos frijoles con tortillas de maíz recién hechas y calientitas fabricando mexicanamente unos tacos, lo cual constituye una alimentación bastante completa, y noté después de las primeras mordidas que le realicé al primer taco una piedra de aproximadamente 0.5 centímetros gracias a la sensibilidad que tenemos los seres humanos en la lengua, y pude así extraerla de mi boca antes de morderla.

Y claro que con ese evento se manifestó en mí una crisis nacionalista existencial y llamé al número que se encontraba en el paquete plástico para informarles lo ocurrido, pero en lugar de decirme que tratarían de mejorar y de que esto no volvería a ocurrir, me pidieron levantar un reporte de una manera bastante engorrosa, inclusive hablé con el subgerente de la tienda en cuestión quien me comentó personalmente que lo único que podían hacer era devolverme el dinero que pagué.

Todos sabemos que los frijoles que compramos enteros a granel pueden traer piedras propias del fin de la cosecha que se realiza, y esperando que estos frijoles sí fueran de México, y que no se tratara como el caso del maíz que tenemos que importar históricamente de manera irracional, y que ahora nos quieren vender como transgénico, pero en el caso de los frijoles que se procesan a nivel industrial, que llevan una marca en inglés de gran valor (Great Value), y que además contienen aceite vegetal, sal, cebolla, y conservadores naturales, no debería existir la posibilidad de qué apareciera una piedra en ellos.

El presente ensayo no es una crítica, es más bien un análisis de lo que deberíamos ya esperar que ocurra en nuestro gran México, que ya no encontremos piedras en los frijoles refritos procesados, ni en el camino que cimentamos con tanto empeño y dedicación.