El mundo atestigua hoy la emergencia de movimientos populistas caracterizados por la demagogia, el desdén por la ley, el culto a la personalidad y la intolerancia frente a opiniones contrarias.

Donald Trump encabeza esta tendencia dentro de los países desarrollados. Su falta de ética y de brújula de Estado, sumado a un narcisismo escalofriante que ha sumergido al mundo en un huracán de incertidumbre, se quedado corto frente a sus recientes intentos de someter a las instituciones de educación superior estadounidenses.

Como ha sido denunciado, el presidente estadounidense ha ordenado la suspensión de fondos federales a un grupo de universidades prestigiadas que se han negado a acatar una serie de lineamientos relacionados con los requisitos de ingreso, y más grave aun, con la libertad de cátedra, misma que ha sido un pilar fundamental del éxito del sistema de enseñanza superior en Estados Unidos, del desarrollo de la investigación científica, y desde luego, de la democracia en el vecino del norte.

México va por el mismo camino. En días recientes ha sido aprobada en comisiones una nueva Ley de Telecomunicaciones que pretende que el Ejecutivo Federal, a través de una agencia que reportaría directamente a la presidenta, absorba las funciones reforzadas del otrora Ifetel. En otras palabras, que el gobierno tenga control absoluto sobre las concesiones públicas otorgadas a particulares en materia de telecomunicaciones.

En este contexto, numerosas organizaciones y analistas han alzado la voz para denunciar una reforma legislativa que podría dar sitio para limitar, o en su caso, silenciar, la libertad de expresión a través de la televisión, internet y plataformas digitales.

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De concretarse esta reforma, y de implementarse según se teme, México engrosaría la lista de países cuyo control de las telecomunicaciones se encuentra bajo el control Estado. Los casos de Cuba, Rusia y Venezuela hablan por sí mismos. Basta con echar un vistazo. Mientras la presidenta Sheinbaum y los suyos han buscado minimizar el impacto eventual de tremendos artículos antidemocráticos, la oposición y los medios de comunicación buscan ponerlo en el orden del día de la opinión pública.

La democracia liberal está bajo acecho aquí, allí y allá, en Europa, en Asia y en América del Norte. La embestida contra Harvard y Columbia y los propósitos aparentes detrás de la reforma en materia de telecomunicaciones en México envían señales ominosas para dos países que, con estrategias distintas, andan hacia una misma dirección.