En las últimas semanas los diversos partidos han presentado sus propuestas de reforma en materia electoral, siendo ahora, después de la fallida discusión eléctrica, el tema que acapara los reflectores en nuestro poder legislativo; pero que al igual que como pasó con la apodada “ley Bartlett”, tampoco se vislumbra un acuerdo que cambie las actuales reglas del juego.

Pero algo que si urgiría priorizar y atender, es el de continuar con la homologación de las elecciones en las entidades que todavía cuentan con comicios en años distintos a las elecciones federales, ya sean de sucesión o intermedias; ya que esto además de provocar un costo mayor al erario, también fomenta otro tipo de prácticas no deseables que hoy que estamos a 2 semanas de que se renueven las gubernaturas de 6 entidades, quedan más que al descubierto.

Tener comicios sin homologar en algunas entidades, como lo que ocurre en este año con Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas, o lo que sucederá el próximo año con Coahuila y el Estado de México, solo alienta a que los gobiernos de otras entidades se inmiscuyan en procesos ajenos, envíen personal y muy seguramente, hasta recursos públicos para apoyar a los candidatos de su partido, pierdan tiempo en viajes para asistir a eventos, y por ende, desatiendan momentáneamente los problemas de los estados que gobiernan.

El círculo político nacional le echa montón a esas entidades, porque no hay comicios que ocupen su atención en sus territorios. Por eso vemos desfilar a gobernadores, pero también a funcionarios y distintos políticos, en entidades ajenas a las suyas; y tras bambalinas no tenemos certeza, aunque tampoco dudas, de que hay otra clase de apoyos que finalmente le terminan costando a los ciudadanos.

¿Por qué las elecciones deberían de estar homologadas?

Por eso la homologación debe ser un tema primordial que se debe atender en cada una de estas entidades en las que aún sus elecciones no se realizan en las mismas fechas que los comicios federales. Porque de estar homologadas, veríamos a cada quien ocuparse solo de los suyo, habría mayor estabilidad, menos intromisión, menos vedas electorales que afectan la continuidad de los programas de gobierno y menos dispendio de recursos públicos.

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También podríamos exigir que estas reformas prioricen otros temas importantes, como las restricciones para evitar que un legislador plurinominal pueda saltar a otro puesto plurinominal de un periodo a otro de manera continua, o restringir el número de veces en las que un político pueda ganarse su lugar ya sea a nivel local o federal bajo este tipo de representación, porque así evitaría el enquistamiento de los grupos de poder, y por lo menos los obligaría a tratar de dar buenos resultados para después intentar refrendar su lugar donde se debe, en las urnas.

Pero mientras esto último (que parece que no le interesa promover a ningún partido político) sucede, si urge por eficiencia y sobre todo por paridad, ya terminar de homologar las elecciones que hacen falta, ese es el tema que hoy, después de las presentes campañas, ha quedado claro que le urge a la democracia de nuestro país.