Se requería mucho valor, y la presidenta de México lo tuvo, para extraditar a 29 capos de las mafias del narcotráfico. Como ha dicho León Krauze en El Universal, se trata de un “momento histórico”, de un “golpe en la mesa sin precedentes”.
Es un hecho que podría generarse mayor violencia como reacción de los distintos grupos del crimen organizado, pero el gobierno de México tiene instituciones de seguridad capacitadas —Guardia Nacional, fuerzas armadas— para enfrentar cualquier crisis.
Claudia Sheinbaum ha tomado la decisión más osada. En los tiempos modernos ningún gobernante se había atrevido a tanto. En su sexenio se elogió a Carlos Salinas por su intrepidez en el arresto de la Quina, pero eso fue un juego infantil comparado con lo que ha hecho la presidenta.
La propaganda quiso presentar a Felipe Calderón como un bizarro guerrero contra el narco, pero lo cierto es que actuaba coordinado con las mafias, o al menos así lo hacía el jefe de su estrategia de seguridad, Genaro García Luna, quien difícilmente pactaba con los capos sin el visto bueno de su jefe formal, el mencionado Calderón.
La extradición de jefes mafiosos temibles como Caro Quintero y el Z40 ha puesto a temblar a Calderón. Él mismo lo ha evidenciado en su mensaje de redes sociales en el que alabó la medida tomada por la presidenta Sheinbaum: “Solo falta que, como acostumbra la justicia americana (quiso decir estadounidense), les reduzca la sentencias y les dé trato privilegiado, convirtiéndolos de victimarios en héroes. Ojalá no ocurra como ha pasado recientemente”.
No se sabe de ningún narco que haya sido considerado héroe en Estados Unidos. Sí es verdad que a algunos mafiosos se les han reducido las sentencias porque han colaborado denunciando a otros criminales. Fue el caso de quienes testificaron contra García Luna.
Si Calderón no quiere que los 29 extraditados colaboren denunciando a sus cómplices ante fiscales y jueces de Estados Unidos, seguramente se debe al miedo de que sea él, el expresidente que se robó las elecciones, uno de los políticos señalados por haber trabajado para el narco.
La comentocracia mexicana se ha cansado de decir que si los narcos cuentan en Estados Unidos todo lo que saben, caerán personajes importantes de la 4T. Evidentemente Claudia Sheinbaum confía en la verticalidad de la gente más relevante del movimiento mexicano de izquierda. Y, lo más notable, queda claro que a la presidenta le tendría sin cuidado que cayeran personas cercanas a Morena, ya que le serviría para limpiar la casa.
La extradición de 29 capos del narco ha puesto en su lugar a los abogados que de pronto se volvieron famosos con la carta del Mayo Zambada. Litigantes que presumían sus habilidades para conseguir suspensiones eternas a los mafiosos que evitaran lo más temido por ellos: ir a dar a las cárceles de Estados Unidos.
Si había casos, como el del Z40, que llevaban 15 años estirando los juicios de amparo para no ser extraditados, es algo que solo podían conseguir sus abogados con dinero para corromper jueces o los propios cómplices de los narcos atemorizándolos.
Habrá debate acerca de si ha sido legal la extradición de jefes del crimen organizado que gozaban de suspensiones otorgadas por personas juzgadoras evidentemente a cambio de dinero o de plano por miedo.
Pero no habrá debate en el reconocimiento, que será unánime, a lo que se ha hecho. La verdad de las cosas es que nadie que ame a México y aspire a vivir en una nación pacificada puede cuestionar lo realizado por el gobierno de México, ordenado por la presidenta Claudia Sheinbaum y operado por el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, y el fiscal general, Alejandro Gertz Manero.
Es muy positivo que los narcos estén en prisiones de Estados Unidos, completamente impedidos de seguir operando sus cárteles, lo que sí hacían desde las cárceles mexicanas debido a la complicidad de quienes participan en las estructuras podridas de nuestro sistema penitenciario que tendrá que ser totalmente reformado.