Valle de Bravo ha sido durante décadas un refugio natural, un pulmón verde para el centro del país y un ícono del turismo ecológico. Sin embargo, en medio de la legítima preocupación por el agua, la tala y la expansión urbana, ha surgido una narrativa simplista que pone en el banquillo a los propietarios de ranchos y reservas privadas, acusándolos de acaparar recursos o dañar el entorno. Nada más lejos de la realidad.
Muchos de estos predios, lejos de destruir, han protegido. Donde antes había plagas, microtala y abandono, hoy hay reforestación, recuperación de fauna, sistemas de captación de agua sustentables y regeneración de suelo. La inversión privada ha suplido, en muchos casos, la ausencia del Estado, sin pedir subsidios ni reflectores.
Es cierto: hay debate sobre permisos, bordos y uso del agua; también hay muchos abusos que la autoridad combate y se debe apoyar. Pero también es cierto que muchos propietarios han hecho las cosas conforme a derecho, presentando estudios de impacto ambiental, gestionando trámites y operando con una convicción ambiental profunda. Demonizarlos solo por vivir en zonas de alto valor, cosechar agua de lluvia y preservar la naturaleza no es entender la raíz del problema
Nadie puede no estar de acuerdo con las acciones ciudadanas para detener a los que violan la ley, pero en un municipio donde existen muchas ilegalidades, enfocarse en quienes conservan tierras sin fines de lucro es dogmático y protege más a los talamontes que a los bosques.
El verdadero enemigo de Valle de Bravo no son los ranchos legales, sino la tala clandestina, la corrupción en los permisos de desarrollo, la expansión inmobiliaria sin control y, sobre todo, la falta de políticas públicas efectivas. Mientras tanto, los que sí conservan, los que sí cuidan, quedan atrapados entre prejuicios y omisiones.
Defender el bosque implica reconocer aliados. Si hay irregularidades, que se corrijan. Pero si hay conservación real, que se aplauda. Porque cuando la presa se seca o el bosque se quema, perdemos todos: el comerciante, el pescador, el operador turístico y el visitante.
Valle tiene un municipio que trabaja con la ciudadanía pero está rebasado por tanta irresponsabilidad ciudadana.
En lugar de dividir, toca organizar, sumar. Y poner el enfoque donde realmente se necesita: en la recuperación institucional, en la acción ciudadana y en la colaboración entre quienes sí quieren un Valle vivo y sustentable.
X: @diaz_manuel