Otra ocurrencia de la Cuarta Transformación -que, lamentablemente, no sorprende-, es la decisión de prohibir absolutamente cualquier alternativa a los productos de tabaco, básicamente los calentadores de tabaco sólido (como el IQOS, de Phillip Morris) y los aparatos para consumir vapor con nicotina y otras esencias (los llamados “vapers”).
Más allá de la posible inconstitucionalidad del decreto publicado hoy en la mañana -las florituras jurídicas las tratarán los expertos en la materia-, es evidente que, sociológicamente, nadie dentro la Cuatroté -especialmente López Gatell y el presidente AMLO- entiende cómo funciona el mundo. La gente tiene adicciones -tenemos, pues-, y la del tabaco y sus productos similares es una de las más extendidas en el mundo. La prohibición absoluta de estos productos solamente generará un mercado negro que se sumará al de las muchas mercaderías, principalmente el de las drogas prohibidas, que controla el crimen organizado.
Si lo que se aborda hoy en diversas naciones, incluida la nuestra, es el supervisar y regular justamente la producción, comercio y consumo de estupefacientes, para poder tener injerencia en este mercado y así poder prever y prevenir adecuadamente sus consecuencias -que van desde la violencia que produce hasta las afectaciones que causa en la salud de los consumidores-, prohibir los quemadores y los vaporizadores se antoja como una más de las tonterías que están mandando, de a poco, a México al despeñadero.