-Pero, amigo mío, ¿podría la justicia dejar de ser justa?

-En absoluto, ya que entonces no podría haber justicia alguna.

Spinoza

De pequeña, para comérmelo, solía quitarle los chícharos al arroz y dejarle los elotitos. Así hace la 4T con la justicia; esconde y presenta solo en función de lo que le sirve.

Como si se tratara de un restorán —no creo que uno muy fino— con un amplio abanico de platillos, así opera la 4T con Emilio Lozoya Austin. Hace poco más de un año que escribí aquí, en SDPnoticias, que el ex director de Pemex vacilaba a la FGR, a los procesos judiciales, a la verdad, a México. Mis cuentas de redes se inundaron de críticas: “¡simular tener suficientes y contundentes pruebas le costaría muy caro a Lozoya!” Ajá… tan caro que sigue libre; todo parece que ya ni con localizador adherido al tobillo.

Y es que seamos francos: poco importa si lo que pronuncie el susodicho tenga fundamento jurídico, siempre y cuando le sirva políticamente hablando a la Cuarta Transformación. Basta con que el señor diga, mencione o musite el nombre de algún funcionario de administraciones pasadas o legislador de otras legislaturas y otros partidos políticos para que el aparato del Estado apunte su dedo flamígero en contra del odiado en turno y se ofrezca al señalado como posible plato donde se sirve todo menos la justicia. Esa ha sido la utilidad de este criminal confeso.

Habiendo dicho eso, las preguntas pululan, sobre lo que sigue —todo de corte político, por supuesto. ¿Las autoridades irán de verdad algún día contra Enrique Peña Nieto, Luis Videgaray Caso, ahora sí Lozoya mismo? ¿O solo sirven de cortina de humo mientras se busca la cabeza de quienes pueden ser opositores políticos en el futuro cercano? Sean estos Ildefonso Guajardo Villarreal, Ricardo Anaya Cortés, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, Luis Ernesto Derbez Bautista; nombres de algunos críticos al régimen que han sido señalados por la Fiscalía, la UIF o ambas instancias.

Esto está muy desaseado, como todo lo que toca el actual régimen. Y más que impartición de justicia tiene tintes de un acoso visceral donde no existe la autonomía de la Fiscalía General de la República.

Pareciera que en la fonda de la política nacional, cada vez que hay un problema serio, sea la tragedia de la Línea 12, el desabasto de medicinas, la inundación en Veracruz, la explosión en la sonda de Campeche, etcétera, el gobierno “nos deleita” con un momento propicio para que —ahora sí, ya merito— la justicia se cristalice aprehendiendo a algún miembro de la “mafia del poder” (entiéndase algún opositor que empieza a crecer algunas micras rumbo al 24)…

Las columnas más leídas de hoy

Esto se vio claramente en la pasada elección de Nuevo León.

La fiscalía sí inicio las averiguaciones en contra del candidato del PRI a la gubernatura, pero finalmente no se concretó ninguna en contra del hoy gobernador electo Samuel García. ¿Qué ha pasado con eso? Alguien sabe. Nada, solo se conoce de dos reuniones de AMLO con él en oficinas de Palacio Nacional. Raro para quien supuestamente está siendo procesado judicialmente, ¿no?

La atención a los comensales es selectiva; si bien se acusa a diestra y siniestra, la FGR solo sigue a los sospechosos que en un momento determinado molestan en Palacio. Sus investigaciones pierden o ganan importancia dependiendo del momento por el que atraviese la Cuarta Transformación. Sus acusaciones son como las fritangas que se come Andrés Manuel López Obrador. Se antojan de entrada, pero luego luego uno recapacita: sabemos que solo las gozará el tabasqueño, tanto en su sabor como en sus triglicéridos…

El ‘pueblo bueno’ de México ya está hasta la coronilla de acusaciones sin sustento y que no desembocan en nada. ‘Que sirven para lo que sirven’, como diría Hugo López-Gatell, otro impresentable de esta administración: se usan para aparentar que el ejecutivo federal no permite la corrupción, para acto seguido dejar claro que sucede todo lo contrario y mucho más.

En las imputaciones compartidas en palestra nacional también se olvida que se viola el debido proceso hacia los acusados (¿qué es eso?). López Obrador incita al linchamiento y apela al desconocimiento e ignorancia de la población sobre el Estado de derecho y el marco normativo; igualito a lo que busca hacer con su ratificación de mandato.

Eso de decir que la cárcel fortalece cuando uno es inocente, dicho desde su posición de jefe de Estado, no solo es irrespetuoso de la investidura presidencial, también esboza lo poco o nada que le importa la impartición de justicia hacia la ciudadanía. ¿En serio queremos a cientos de inocentes en las cárceles? Y no me refiero únicamente a hacer de la justicia y legalidad un papalote para servir venganzas políticas (platillo servido bien frío), sino el mensaje que está dando ni más ni menos que ¡el presidente de la República! a los ciudadanos encarcelados que no tienen los medios para probar su inocencia. Es francamente demencial y asqueroso.

Y otra cosa: la frase que espetó López Obrador en su mañanera a Anaya: “Yo no te mandé a que hicieras esas cosas. ¿pensabas que no iba a suceder nada?, ¿no te diste cuenta?”, sobre las supuestas operaciones con recursos de procedencia ilícita, delitos electorales, asociación delictuosa, enriquecimiento ilícito, se las puede dedicar también a sus hermanos al respecto de los cuantiosos sobres manila que han recibido.

No, en estos dos últimos casos no va a suceder nada. La justicia cuatrotera es selectiva; la diferencia entre ser hermano y ser opositor. Mejor que AMLO no le eche tanta crema a sus tacos, no le vaya a dar indigestión…

Mientras unos comen fritangas y utilizan a Lozoya como menú para mostrar los platillos, antojar posibles pruebas de justicia y recordarle a Anaya que él no “tiene pan para las penas”, otros son condonados a voluntad.