Planeé cada curso en la cartografía
Cada paso cuidadoso a lo largo del camino
Y más, mucho más que esto
Lo hice, lo hice a mi manera
Sí, hubo momentos, estoy seguro de que sabías
Cuando mordí más de lo que podía masticar
Pero a pesar de todo, cuando hubo dudas
Me lo comí y lo escupí
Me enfrenté a todo y me mantuve erguido
Y lo hice a mi manera
Paul Anka, Frank Sinatra, ‘My Way’
AMLO está enojado. Ya vio que no le da su sexenio, su proyecto, su partido y quizá hasta su predilecta. El presidente está solo y ahora empieza a ser evidente, su gabinete lo evita en cuanto le dan la espalda. Los tiempos se le adelantaron; él lo provocó. Está solo y cada vez menos gente le hace caso. El otoño del patriarca ha iniciado.
Son muchas las razones. Una de ellas es que tiene que invertirle más de lo que había pensado a su plan “A”, que es Claudia Sheinbaum.
Algo pasó este mes pues de cacarearla en todos lados, con cualquier pretexto o razón, ahora el humor de AMLO sobre su “protegida” se tornó diferente.
Lo más simbólico ha sido su negativa en acercarla a las fuerzas armadas. Cierto, no ha acercado a nadie, por miedo, porque no quiere que alguien se le volteé, o porque exige una obediencia ciega, pero ya era momento de haber hecho esa unión y no se realizó.
Ya que el ejército hace todo y está en todo, el “sucesor” de AMLO debería ya tener contacto muy cercano con tan heroica institución. Pero AMLO decidió seguir él solo.
Le carcome la furia porque requiere un plan “B”, poder consolidar a alguien más y sabe que ya no habrá tiempo para ello. Se ha dado cuenta que quien resulte el candidato de Morena, aun ganando su partido, no será “su” candidato y obedecerá a otros intereses, lejanos de donde laten sus ocurrencias. Ya no tiene el control de Morena para el 24; un aparato que no se comporta como partido. Que lo llevó a él a la cumbre, pero que no protegerá con su manto a nadie más.
Él, quien dice conocer la historia nacional, envidiará a Miguel De la Madrid Hurtado. Él fue el último presidente que logró imponer a su candidato. Fue la última ocasión que el dedazo en México fue la decisión del presidente. Carlos Salinas, en cambio, no quería a Ernesto Zedillo de candidato; Zedillo no quiso a Francisco Labastida; Vicente Fox nunca apoyó a Felipe Calderón; ni este a Josefina Vázquez Mota. Enrique Peña Nieto no privilegiaba a José Antonio Meade. ¿Qué hace pensar que AMLO pueda romper el hechizo u regresar a tan arcaico poder? Tal vez solo porque su sueño es retornar a lo más vetusto y anacrónico del pasado…
Mas lo probable es que Andrés Manuel corra la misma suerte que sus antecesores. El candidato de Morena terminará siendo no el que AMLO quisiera, sino el que dicten las circunstancias del momento. Y él lo sabe.
Está enfadado porque Morena tiene todas las malas mañas del viejo PRI, pero no es el PRI; no cuenta con la estructura ni la disciplina ni la experiencia de aquel otro instituto.
Lo que es más, los miembros de este movimiento, al ver que el presidente titubea, se desharán entre ellos. Sus integrantes son caníbales después de todo. Carroñeros en espera de un hueso.
La ira corroe al presidente porque pronto, muy pronto, el discurso de los avances sobre los grandes proyectos de su administración se topará con la realidad. Sea Santa Lucía, Dos Bocas, el Tren Maya, el aeropuerto de Tulum, etc. Ya no hay dinero en las arcas públicas, y nunca hubo suficiente para modernizar Pemex.
La irritación crece porque no se obtuvieron las cuentas que prometía lograr en el combate a la corrupción. Discursivamente el tema le sigue redituando seguidores, pero en el plano económico, hablando ‘de dineros’, las cuentas simplemente no dan.
El primer mandatario no tiene ya con qué fondear sus proyectos, esto es, margen suficiente para hacerlo sin meterse en verdaderos problemas. Ni la austeridad republicana, ni los ahorros utilizados, ni el petróleo. Todas resultaron cornucopias vacías.
Hoy se vislumbra la pérdida de una nación. Sus proyectos insignia han enriquecido a unos cuantos empresarios harto conocidos y otros pocos del sureste. A la población de la región, no. Ni hoy ni después. El resto del país está a la deriva, población y empresarios. Estos, a pesar de las promesas, a la fecha no han invertido un peso en México. Ni lo harán.
Porque más allá del discurso, el enojo bulle en Presidencia ya que se heredará un desastre de país. Uno que deberá ser hipotecado en el 2024 para procurar salir adelante.
El presidente está irritable porque ya se acabó su sexenio; porque está solo en lo que cuenta; aniquilado y se ha dado cuenta.
A pesar del apoyo popular, él ya perdió y lo sabe.
Se barajearán diversos nombres, dentro y externamente a Morena, sí. Muchos más que entre la oposición. Pero desafortunadamente quien resulte electo, recibirá un país perdido, fracasado, pobre y a la deriva. López Obrador únicamente heredará problemas a su sucesor, proyectos inconclusos; eso independientemente de quien sea este.
Si el costo de mantener a Claudia Sheinbaum a flote se encarece volviéndose aún más alto para él o para Morena, no lo duden, AMLO simplemente la dejará morir; y todo indica que sostenerla ya no le place del todo.
Su plan de transformación pasará a la historia como el peor sexenio de los últimos años; con los peores récords en muertes, violencia, desempleo, pobreza.
La rabia le corroe, pues descubrió que eso de que el presidente todo lo sabe, todo lo puede con el chasquear de los dedos no es tal. Y lo que es peor, pasada la mitad de su sexenio, el poder de este presidente ha empezado a menguar irreversiblemente. No importa lo poderoso o popular que aun se perciba, la ley de vida no perdona.
Los otoños son muy canijos, y este particular otoño se está adelantando para AMLO, muy a su pesar.
Lo que lo llevó a la cumbre, ahora es su derrota. Hoy las tribus ya huelen su cansancio y sopesan sus fuerzas; López Obrador en el fondo ya no es escuchado.
Andrés Manuel será recordado por el ocaso del sueño que prometió y que no logró ser. Como el que perdió una nación y los tiempos en que la nación se perdió con él.