“Hay que evitar esa perniciosa sirena, la desidia.”
Horacio
“¿Vender yo la mitad de México?, ¡Por Dios¡ Cuándo aprenderán los mexicanitos que si este barco se hundió no fue solo por los errores del timonel, sino por la desidia y la torpeza de los remeros.”
Antonio López de Santa Anna.
Un aniversario más de dos tragedias. El terremoto del 85 y el de 2017. Evocaciones de dónde estábamos y cómo cambió nuestra sensibilidad hacia los temblores.
Un simulacro considerado como exitoso por la autoridad, pero francamente con muy poca participación ciudadana. ¿Fue un fracaso del gobierno de la Ciudad de México o la irresponsable desidia que imperó entre la gente?
Me inclino a pensar lo segundo. Es deplorable la poca seriedad con que se toma un simulacro cuando, para mejores señas, por pura coincidencia el azote de la tierra se ha ensañado dos veces en un mismo día del calendario con la capital mexicana y aún así sus habitantes se niegan a participar en un ejercicio que posiblemente serviría para mejorar las probabilidades de sobrevivencia si se tuviera otro temblor grave y de mayores consecuencias.
No es mi imaginación, pero basta recordar que muchos capitalinos hicieron caso omiso al simulacro de aquel 2017, y que en las siguientes horas sufrieron el crepitar de la tierra de tal forma que otra vez los edificios se cayeron, se cuartearon y gente falleció, no solo por las construcciones si no por desconocer las recomendaciones básicas para protegerse mejor ante un sismo o de salir inteligentemente de los inmuebles.
No faltará el gracioso que diga que no participó en el simulacro pues con el temblor del 7 de septiembre pasado, participó ya en un terremoto real. Tampoco a quienes, por ser domingo, prefirieron no moverse de sus sillones o dedicarse a la molicie. Diferente si hubiera sido entre semana y fuera una ocasión para escapar del trabajo aunque sea por una hora.
Cualquiera la razón, hay sin duda una irresponsabilidad grande por parte de los habitantes de la CDMX.
No por lo anterior estoy ciega a los errores por parte del gobierno —y no me refiero en específico a la actual administración. Incluye a quienes permitieron —y siguen permitiendo— la construcción ilegal de edificaciones sin cumplir los requisitos para resistir un temblor de cierta magnitud. Homicidas tanto las constructoras como quienes autorizaran los permisos para erigir.
Hay una ilegalidad cuando todavía existen edificios que siguen sin tirarse y que representan una latente amenaza de una tragedia por venir. Ahí están los edificios de la colonia Roma Sur que, contando con dictámenes oficiales señalando que no son habitables, promesas de gobierno, actas donde la mayoría de los propietarios están de acuerdo con la demolición, las edificaciones siguen en pie ante el amparo de vecinos en unos casos, o frente a la desidia de los responsables gubernamentales en otros.
El problema de una estructura dañada sin demoler impacta en que los antiguos vecinos no pueden volver a construir; en caso de otro temblor, la probabilidad de sobrevivir para quienes habitan estos inmuebles es muy baja; y ante un posible derrumbe no controlado, podría haber impactos negativos en construcciones cercanas.
Ante las promesas del gobierno capitalino de reconstruir aquella zona de la ciudad de México y en otros sitios viviendas substitutas, hasta ahora lo que vemos, es que únicamente se entrega a una parte de la población damnificada hasta 4 mil pesos mensuales para sufragar rentas. Solo el 20% de los damnificados ya tiene un nuevo hogar, por lo que los pleitos entre quienes siguen sin recuperar su patrimonio y las promesas realizadas en campaña y olvidadas como autoridad mantiene una herida abierta en CDMX.
A lo anterior se suma que hay damnificados que no olvidan la promesa de Morena de utilizar el dinero de su partido y las donaciones que solicitaron para integrar un fideicomiso y desde ahí apoyar a la reconstrucción (todo ello en 2017). El dinero nunca se ha visto y hasta el mismo INE alista sanciones a Morena por fraude en la materia.
Las omisiones y retrasos en la reconstrucción por parte del gobierno capitalino ¿son la razón por las cuales la población no participó en el simulacro? Lo dudo. Al contrario, debiera convertirse en exigencia de los damnificados y de quienes pueden serlo si esas construcciones se caen; apoyar a quienes siguen sin hogar, pero también la exitosa y concurrida realización de los simulacros oficiales.
Mientras tanto, de las 12 mil 826 alarmas dispuestas en toda la gran metrópoli, solamente no sonaron 101. Con lo cual se logró la cifra más alta de funcionamiento.
Seis millones 800 mil personas participaron en el ejercicio. Una felicitación a quienes vencieron la comodidad y ocio dominicales para hacer el mejor homenaje a quienes fallecieron en los terremotos: poder estar preparados. Otra igual al gobierno de la CDMX en general por el desarrollo del simulacro como tal.
Entender la vital importancia de participar en estos ejercicios y tener una ciudadanía más comprometida también es construir democracia, esa que todos buscamos, exigimos y queremos para México. Participemos en los simulacros, no simulemos.