El día de hoy 25 de noviembre se conmemora el “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”, esto a raíz del asesinato de las hermanas Mirabal perpetrado en la República Dominicana a manos del dictador Rafael Leónidas Trujillo.
Podemos saber más de la vida de estas hermanas de una manera muy entretenida, ya sea en la novela de Vargas Llosa “La fiesta del Chivo” (2000), o en 95 minutos gracias a la película protagonizada por Salma Hayek, Pedro Armendáriz Jr., Demián Bichir, Lumi Cavazos, Mía Maestro y Ana Martín entre otros, llamada “En el tiempo de las mariposas” (2001).
Con la conmemoración de este día se busca el sensibilizar a la población, sobre qué se entiende por “violencia”, y el punto de partida es lo señalado en la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas 54/134 “entendiendo por violencia contra la mujer, todo acto basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.
Y resalto la importancia de que no se limita a hablar de violencia física, sino también la psicológica. Y es que precisamente dentro de la industria aérea esta vertiente es la que más se ejerce. Los números no me dejarán mentir, en la industria aeronáutica llevamos muchos años en los que se le hace creer a la mujer que no es capaz. No es gratuito el bajo número de mujeres pilotos que tenemos en el país, y esto es derivado de ese tipo de violencia que se ejerce en las cabinas.
Como sobrecargo de Mexicana, muchas veces me tocó presenciar la incomodidad (léase “intolerancia”) de pasajeros que se rehusaban a subirse al avión porque una mujer iba a ir al frente de los controles; como si ser mujer fuese un impedimento para pilotear un avión.
No es lo único, lamentablemente también suele darse mucha violencia física en contra de las compañeras de la industria, ya sea en las pernoctas, siendo víctimas de acoso incluso a bordo del avión.
Casos para narrar tengo muchos, desafortunadamente estos sucedieron antes de que la violencia contra la mujer fuera tomado como algo serio y con perspectiva de género. Evidentemente no diré nombres, pero sí quiero narrarles experiencias propias y ajenas que se vivieron, y algunas se siguen dando hoy en la actualidad.
Hubo un caso muy famoso en Mexicana, en el que a un compañero sobrecargo se le hizo fácil, durante la pernocta, entrar al cuarto de una compañera de vuelo. Aprovechando que eran habitaciones contiguas, desde su balcón se pasó al de ella con intenciones desconocidas, pero nada santas.
Se armó todo un escándalo porque la compañera salió corriendo de su habitación. El argumento de defensa utilizado por el sobrecargo en cuestión fue que “se le había cerrado la puerta del balcón y no podía regresar a su cuarto, por eso pensó en saltarse el balcón y pasarse de habitación para poder ir al Front Desk por otra llave de su cuarto”.
Otro caso similar, fue el evento del “chaleco de Morelia”. Una compañera estaba en su cuarto del hotel, cuando de repente le tocan la puerta, ella se asoma por la mirilla de la misma y vio a su supervisor del vuelo, completamente desnudo y solamente portando encima el chaleco antirreflejante que nos daba la empresa para estar en la plataforma de los aeropuertos.
Llamó a la recepción del hotel y denunció al sobrecargo, quien lo negó todo. Lamentablemente en esa época no había cámaras de seguridad en los pasillos, así que era la palabra de ella contra la de él.
Yo en lo personal, tampoco me vi exenta de estas situaciones durante las pernoctas, desde compañeros que te llamaban de manera insistente a tu habitación para salir “a tomar algo”, hasta compañeros que habían olvidado su “pasta de dientes” o su “cepillo”, y preguntaban si les podías ayudar.
En una ocasión “me bajaron de vuelo”, porque no cedí ante el acoso que el supervisor estaba ejerciendo conmigo. Y es en un vuelo, ignoré de manera olímpica las insinuaciones sexuales que me hizo dicho supervisor durante el despegue.
Al aterrizar en una escala, él fue a hablar con el Capitán para decirle que yo no le obedecía, así que me “relevaron de servicio” y me fui sentada y sin poder trabajar el resto del vuelo.
Por supuesto que fui a Jefatura de Sobrecargos a realizar un reporte porque además de todo, el Capitán no me quiso escuchar ni me dejó explicar mi versión de los hechos. Lamentablemente eso es muy frecuente, suelen darle más peso a la voz del hombre que a la mujer.
¡Y bueno!, uno pensaría que ya en pleno siglo XXI las cosas han mejorado, pero no es así. A la mujer se le sigue haciendo menos cuando trata de defenderse de su agresor.
En una línea aérea, cuyo nombre premeditadamente omito, una sobrecargo fue agredida este mismo año por un piloto al negarse a abrirle la puerta de su habitación. Las cámaras de seguridad registran cómo este individuo insistía en meterse en el cuarto de la sobrecargo, que sin abrir nunca la puerta llamó a la seguridad del hotel, que son los que precisamente le proporcionan a ella los videos de las cámaras de seguridad, y donde ella reconoce a la persona.
A pesar de todo, no le creyeron y no le dieron el valor debido a su denuncia. El piloto en cuestión sigue volando muy campante, y la sobrecargo quedó en estado de indefensión por parte de su sindicato.
Tristemente no puedo decir que sea un caso aislado. Y lo peor de todo, es que se repite tantas veces que llega a extremos de “normalizarse” este tipo de violencia de género.
Yo ya no trabajo como sobrecargo, pero sé de primera mano que la violencia sigue presente, ahora en otra forma: el famoso mansplainig, porque ¡cómo una mujer sobrecargo va a hablar de aviación!, si no sabe más que servir refrescos.
Y muchas veces esta violencia que he vivido no proviene por gente ajena al medio aeronáutico, sino por pilotos; incluso algunos con los que volé. Estos personajes piensan que yo no tengo la capacidad cognitiva suficiente para entender cómo funciona este maravilloso mundo.
Y nada más hay que remitirse a un dato: ¿cuántas mujeres escriben sobre aviación en este país? o ¿cuál es la presencia de las mujeres en altos cargos administrativos?, siguen siendo muy pocas, no porque no tengan la capacidad, sino porque sigue existiendo la falsa creencia de que es un mundo reservado para machos alfa, pelo en pecho, lomo plateado.
Las mujeres merecemos espacios libres de violencia de todo tipo, para que podamos desarrollarnos de manera plena; en el mundo aeronáutico es primordial que esto se convierta en una realidad y deje de ser un simple deseo.
Muchas mujeres jóvenes dejan atrás sus sueños, ya sea por acoso sexual, o por ser víctimas de violencia psicológica, esa que les hace creer que son tontas y que no pueden. Las mujeres somos capaces de todo y en todos los ámbitos. Me opongo rotundamente a aceptar la normalización de la violencia.