“Estás pasada de tamales”, “¿Por qué te has descuidado?”, “Hace 20 kilos que no nos veíamos”.

Las anteriores son algunas de las frases que nos ofenden y discriminan por nuestra apariencia física.

Decirle gorda a una mujer, independientemente de su edad, posición social, grado académico o preferencia sexual es violencia, aunque en lo colectivo normalicemos esta agresión e incluso hagamos que pase desapercibida.

La gordofobia, se lee en un artículo escrito por la psicóloga Montse Bascuas y publicado en la página digital ita.salud mental, es definida como “el odio, rechazo y violencia que sufren las personas gordas por el hecho de ser gordas”.

Dicha violencia se extiende a lo institucional, cuando una mujer se enfrenta a un problema de salud debido a su sobrepeso y se le niega adquirir un seguro de gastos médicos, pues muchas aseguradoras alegan que por su exceso de peso corporal es más propensa a padecer cáncer cérvico uterino o mamario.

Terrible defender los intereses de particulares y vulnerar nuestros derechos.

Las columnas más leídas de hoy

Sin embargo, sería irresponsable omitir que la obesidad representa un grave problema de salud. En México más del 70 por ciento de la población adulta tiene problemas de sobrepeso y obesidad, en niños y niñas la cifra es del 35 por ciento. Muy grave, debido a las complicaciones en la salud que de esto se derivan, pero esto no justifica en modo alguno la negativa a la atención médica de calidad, por el contrario, las dependencias de salud y las mismas aseguradoras deberían considerar ampliar sus coberturas y abarcar aspectos nutricionales y deportivos que permitan acabar con el problema.

En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer la gordofobia, como cualquier tipo de violencia, debe estar sobre la mesa de discusión para buscar soluciones urgentes, pues atacar a una mujer por su aspecto físico puede tener consecuencias fatales.

Me tocó vivir en el seno familiar el problema con una de mis sobrinas, quien debido a su obesidad y el rechazo que sufrió desde temprana edad por su aspecto físico atentó contra su vida cuando tenía 15 años. Pese a ser muy buena estudiante siempre batalló porque le negaban exponer sus temas académicos (“tú mejor solo escribes, pero no expongas”) y el colmo fue cuando en la clausura de curso le dieron el papel de “criada” en la representación de La Casa de Bernarda Alba, pues era “demasiado fea” para otro papel.

Como mi sobrina, quien felizmente superó ese trance y hoy es una joven de 25 años llena de salud y muy hermosa, son muchos los casos de bullying entre estudiantes de secundaria y preparatoria debido a su exceso de peso corporal.

Pero el sobrepeso o la “gordura” no es la única forma de discriminación contra las mujeres que viven en una sociedad consumista y excesivamente exigente con la apariencia física.

La sociedad actual, en mayor medida la juventud, discrimina por estatura, por la forma de la nariz y los ojos, solo por citar algunos aspectos.

Se conoce como violencia estética a las críticas que recibimos las mujeres que “descuidamos” nuestro aspecto físico al no usar el mejor maquillaje, la mejor crema antiarrugas, el tinte de cabello que nos acomode para vernos “divinas”. Abarca también la moda, el vestuario, los zapatos y todo lo que no sea palomeado por nuestros “verdugos” como perfecto.

De la violencia estética se derivan otras: el edadismo (“ya estás vieja”) o el racismo, cuya discriminación se enfoca a la edad o el color de piel.

Tanto la gordofobia como la violencia estética ocasionan estragos en las mujeres que la sufren, afectando su autoestima y causando severos daños psicológicos.

El caso de Citlalli Hernández

Una mujer talentosa que ha sido fuertemente atacada por su apariencia física es Citlalli Hernández, diputada, activista y secretaria general de Morena.

Citlalli ha sido criticada en forma brutal en redes sociales por su sobrepeso, incluso hay quienes aseguran que su obesidad es producto de “desórdenes mentales que padece”. Desórdenes, claro está, que solo existen en la mente de sus agresores, entre ellos el empresario Ricardo Salinas, quien en modo vulgar se ha referido a ella usando múltiples adjetivos que, por respeto, no repetiré.

No solo el empresario la ha ofendido. Muchos cibernautas lo han hecho y por ello ayer viernes el pleno de la Cámara de Diputados aprobó una reforma a la Ley Federal para Prevenir la Discriminación, con el objetivo que se sancionen expresiones que en redes sociales violenten a un hombre o mujer por su aspecto físico.

La propuesta de reforma obtuvo 427 votos a favor y solo dos en contra, por lo cual fue enviada al Senado para su aprobación.

El tema fue considerado como “censura” por alguno que otro quejoso, pero nada más alejado de la verdad.

Con esta reforma se pretende frenar el discurso de odio que tanto daño ocasiona a hombres y mujeres que no cumplen con los estereotipos de belleza que la misma sociedad ha impuesto, normalizando la violencia.

Libres...

Erradicar la violencia es tarea de todos y todas.

A lo largo de estas líneas he expuesto solo algunos de los aspectos por los que las mujeres somos violentadas, pero lo somos también en nuestras decisiones, en nuestras expresiones, en nuestras relaciones sexoafectivas, cuando éstas no son del agrado del colectivo o de nuestro núcleo familiar, por citar solo algunos ejemplos.

El 25 de noviembre no es una fecha simbólica, debe ser un compromiso real, social, institucional y gubernamental para que todas alcancemos uno de los más preciados tesoros que el ser humano desea alcanzar: la libertad.

Que el discurso se lleve a la práctica para heredar a nuestras hijas y nietas una sociedad más justa, sin miedo ni discriminación.