Nos estamos volviendo locos.
La presencia cada vez mayor de las mujeres en la esfera política llega a causarle tanto ruido a tantas personas que con la mueca en el rostro, el grito o de plano el insulto vulgar, personajes de la vida pública han sacado el cobre y muy feo.
En días pasados supimos del desencuentro (lo califico así, póngale el nombre que desee) que hubo entre la precandidata única de Morena a la jefatura de gobierno en la Ciudad de México, Clara Brugada, y el periodista Joaquín López Dóriga, quien cínicamente exigió respeto a la morenista cuando ésta lo tachó de misgónico debido a la forma tan soez que el comunicador le dijo que había perdido la encuesta pero que “había ganado” por el tema de la paridad de género, demeritando los logros de una mujer capaz para contender por el cargo, como lo es Brugada.
“El Teacher” aventó la piedra y escondió la mano para después quejarse de la forma en que ella le habló. Vaya cosa. Fue notorio el desagrado del periodista no solo por entrevistar a una mujer. Su enojo obedeció a que era una mujer morenista, partido al cual repele Joaquín. ¿Los motivos de ese odio? Él los sabrá y usted los puede suponer.
Días antes se había armado el mitote después de que la analista Denise Dresser fue multada por el INE por ejercer Violencia Política en Razón de Género contra la diputada de Morena Andrea Chávez. Según se supo después no solo Dresser estaba denunciada, también estaban en la mira otra decena de comunicadores, pero después también se supo que la morenista había desistido en la queja. Desconozco el estado que guarda tremendo lío, lo que sí me queda claro es que el tema de la Violencia Política contra las Mujeres tiene algunas patas cojas que urge se analicen a fondo por la autoridad electoral.
Y es que aunque todos coincidimos en que ninguna mujer debe ser agredida en forma física, psicológica o verbal, la línea que divide a la libertad de expresión de lo que se puede y debe considerar violencia política es muy tenue, debido a que muchas y muchos actores de la esfera pública hacen uso y abuso de sus medios digitales y redes sociales para mostrarle a los demás aspectos de su vida que deberían ser íntimos y personales, como sus relaciones de pareja, familiares, y otros temas que carecen de relevancia para el quehacer político y que por lo mismo, a los ciudadanos de a pie nos debe importar una pura y dos con sal.
No quiero decir, de ningún modo, que los personajes que participen en la política deban de plano abstenerse de publicar lo que les venga en gana. Es su derecho y se respeta, pero ese respeto implica que también los comunicadores y comunicadoras deben (o deberían) evitar desbordarse en comentarios alusivos a aspectos de la vida personal de éstos y éstas.
Lo más grave ocurre cuando de plano se agrede verbalmente a una mujer, se le acosa, se le amenaza o se insinúa que ocupa un cargo público como pago a favores sexuales o por estar ahí por nepotismo.
Tocar temas como los anteriores sí puede catalogarse como violencia política en razón de género y entonces sí debe sancionarse, aunque se considere que se viola la libertad de expresión, pues es libertad, no libertinaje.
Sancionar a un periodista por otro tipo de publicación es un exceso y de ahí lo que comenté en un principio: el tema se debe revisar con lupa, pues la autoridad electoral, el INE en específico, puede caer o ha caído en excesos al multar por poco o nada a comunicadores.
Ya está en curso el periodo electoral y el jugoso presupuesto que se otorgó al INE ($23,757,453,846.00 veintitrés mil setecientos cincuenta y siete millones cuatrocientos cincuenta y tres mil ochocientos cuarenta y seis pesos) debe optimizarse y usarse solo para lo que es, no para acallar voces críticas que, insisto, deben manejarse con respeto y prudencia.
Y si de ausencia de prudencia hablamos, ya vimos el caso de Vicente Fox, quien ofendió en redes sociales a Mariana Rodríguez, esposa del precandidato de Movimiento Ciudadano a la presidencia, Samuel García, al decir que era su “dama de compañía”. Fox sí merece un castigo ejemplar. Veremos de qué forma se le sanciona.
Medios contra el presidente o el presidente contra medios
El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha recibido como nunca el ataque de los medios de comunicación, quienes parecen permitir que sus colaboradores lo descalifiquen por todo y por nada.
Y corrijo, no solo parecen permitir que sus colaboradores lo hagan. Podríamos suponer sin equivocarnos que los mismos dueños de medios informativos los alientan para que todo lo que diga el presidente “sea usado en su contra”.
A López Obrador le caracteriza su sentido del humor, a veces humor negro, para batear a aquellos periodistas considerados “antagónicos” , cuyas críticas son a veces despiadadas y sin razón.
En los medios informativos hemos leído de todo: críticas a la figura presidencial, a sus colaboradores más cercanos y a su familia. El bullying mediático ha sido tremendo y encima muchos se quejan de censura.
Disiento con aquellos que opinan que el presidente censura y sostengo, a riesgo de ser abucheada, que los mismos comunicadores considerados “incómodos” han sobrepasado la rayita entre un trabajo periodístico de calidad y una crítica soez y sin sentido, banalizando el quehacer informativo y transformándolo en chisme vulgar.
Al igual que en el tema de Violencia Política en Razón de género las críticas al presidente o a su administración deben contener mesura, seriedad, respeto.
Mientras sigamos destilando odio se espera que los meses venideros sean una batalla campal cuando debería ser una fiesta democrática ejemplar. Con ofensas y encontronazos entre la prensa, las mujeres y hasta con el presidente nos alejamos del justo equilibrio que debe existir en una sociedad donde somos felizmente distintos unos de los otros.
Estamos a tiempo. Ojalá se entienda.