Este 10 de diciembre fue el día de la Virgen de Loreto, quien es la patrona de la aviación. Esta virgen surge en el siglo XIII y la historia nace haciendo referencia directa a la casa donde nació María de Nazaret. El mismo hogar de Santa Ana y San Joaquín, los padres de María; el mismo lugar donde se dio la “inmaculada concepción”.
Con el paso de los años, esta casa se volvió un lugar de culto para los cristianos seguidores de Jesús, el nazareno, pues ahí se veneraba la imagen de una Virgen tallada en madera negra, procedente de un cedro del Líbano.
Cuenta la leyenda que esta escultura o representación fue tallada directamente por las manos del evangelista San Lucas, quien al parecer se dio su tiempito para escribir el nuevo testamento y tallar en madera la figura de María.
Hoy sabemos que la responsable de que Roma abrazara la religión cristiana, y dejara a un lado dioses como Juno, Júpiter, Marte y Neptuno, fue la madre del emperador Constantino I el grande. Resulta que en el año 327 después de Cristo, Doña Helena recorrió Palestina con la decisión de buscar las reliquias de la cruz donde fue crucificado Jesús, los restos de los Reyes Magos, y construir una enorme Basílica al lado de la casa de María.
Sin embargo, desde tiempos inmemoriales los seres humanos hemos sido incapaces de estar en paz, y las guerras siguen en medio mundo. En este caso, en el siglo XIII los musulmanes arrasaron con la Basílica al derrotar al rey Luis de Francia durante la séptima cruzada, pero quedando milagrosamente en pie “la Casa de la Virgen”.
Pero hubo otro atentado contra la casa de María; el sultán de Egipto a su entrada en Galilea, allá por el año 1291, trataría de acabar con ella, pero lo único que ocurrió es que, en lugar de destruirla, de manera milagrosa unos ángeles transportaron por el aire la casa, la cual llegó a las costas del mar Adriático y fue depositada en el monte Raunizza, en la antigua Dalmacia que hoy reconocemos como Croacia.
Y esa no sería la única vez que la casa de María se elevase por los aires, y cambiase de dirección. El día 9, ya casi para llegar al 10 de diciembre, pero de 1294, un nuevo milagro se produjo: de nueva cuenta los ángeles -ni tardos ni perezosos- tomaron la casa de María y la elevarían por los cielos, ahora llegando a Italia. Quienes pudieron presenciar el vuelo de la casa, observaron que la Virgen María iba con el niño en brazos sentada sobre el tejado de la casa.
Pero este no sería su lugar definitivo, pues nuevamente emprendería la casa el vuelo, con la ayuda de los ángeles hasta llegar a su destino final, donde hoy por hoy se encuentra su santuario, Loreto, Italia.
En el calendario litúrgico de la Iglesia Católica Romana quedó fijado el día 10 de diciembre como la fecha para la festividad de la Virgen de Loreto. Y se llama así porque el lugar está plagado de laureles. Finalmente, en el siglo XIV se levantó en el lugar el Santuario de la Virgen de Loreto.
Gracias a la aviación española fue “Proclamada Nuestra Señora de Loreto Patrona Universal de todos los aviadores”, fueran tripulantes o pasajeros, civiles o militares. El 24 de marzo de 1920 el Papa Benedicto XV decretó a “Nuestra Señora de Loreto patrona de todos los aeronautas”, y a su vez el rey Alfonso XIII, patrocinó su aviación militar.
Pero no se quedó solo en España la advocación a la Virgen de Loreto, sino que se expandió incluso en el “nuevo” continente; países como Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Paraguay, Venezuela, Costa Rica y Perú la consideran la santa de sus fuerzas aéreas armadas.
México no se puede quedar atrás, y en lugares como Loreto, Zacatecas por espacio de 10 días veneran a la advocación mariana, la cual es representada por la Virgen con el niño en brazos, sentada en el techo de una casa mientras es elevada por ángeles.
Entonces cada 10 de diciembre se celebra el día de la Virgen de Loreto y el ámbito aeronáutico nacional no es la excepción. Recuerdo que cuando recién ingresé a volar en Mexicana, con 22 añitos en mis espaldas, estando de “reserva”, un servicio donde tenías que presentarte en el aeropuerto y esperar sentado en una sala por espacio de 6 horas, para ver si te sacaban de vuelo o no, una compañera antigua se me acercó y me dijo ¿ya tienes tu medalla de la Virgen de Loreto?
Mi respuesta evidentemente fue un no, así que en un abrir y cerrar de ojos de su maleta pequeña sacó una bolsa de terciopelo, de esas donde se guarda la joyería, y me empezó a mostrar las distintas medallas y cadenas para poner a juego. Las había de todos tamaños, también iban desde las muy decoradas hasta las más sencillas.
¿Cuál quieres? Me espetó, -no puedes volar sin la protección de la Virgen de Loreto- me dijo para convencerme al verme indecisa. Lo recuerdo perfectamente porque todavía la tengo en mi poder. Escogí una mediana, plateada y a juego me decanté por una cadena de plata, sencilla.
Voy a ser sincera: la usé poco, porque el reglamento interior de trabajo solamente nos dejaba usar un collar o una cadena, y a mí me gustaba más usar, o un collar de perlas chiquititas, o una cadena con un dije de perla, o algo que tuviera perlas. Ya sabrán que en cuestión de gustos y preferencias hay miles.
No quería pasar de largo la celebración de la Virgen de Loreto para hablarles de cómo fue que logró ser la patrona de la aviación, y que ustedes estimados lectores conocieran esta historia que me parece sorprendente.
Y es que una atea como yo -sí, a pesar de haber ido a colegios de monjas-, terminó comprándose la medalla por la presión social, y no solo eso, sino que cada 10 de diciembre anda una recordándoles a los compañeros que es el día de la Virgen de Loreto. Cierro parafraseando a San Lucas: “Pido por ustedes, para que su fe no se apague”.