A Viridiana se le vio por última vez con vida el pasado 18 de mayo.

Esta desaparición, al igual que todas, conmovió a la sociedad veracruzana pero también la indignó, particularmente por las desafortunadas declaraciones del gobernador Cuitláhuac García Jiménez, quien dijo que la joven madre no estaba desaparecida, sino “resguardada”.

En temas tan sensibles como la desaparición de una persona, palabras como éstas son peor que una bofetada.

Para la familia y los amigos de Viridiana no había tal “resguardo”, ellos la querían con vida y por eso se movilizaron.

Por desgracia, Viridiana apareció muerta.

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Desde la noche del martes, se supo del hallazgo de un cadáver en las playas de Chachalacas, ubicada aproximadamente a una hora del puerto de Veracruz y muy cerca de Cardel, lugar donde desapareció tras ir a buscar empleo a un hotel.

El hallazgo ocurrió desde el sábado, según dijeron familiares de Viridiana, quienes señalaron que incluso cerca del lugar estaba la credencial del INE de la joven.

Pero las autoridades no habían confirmado nada, hasta la noche de ayer que los padres identificaron los restos.

Lo que ocurre en Veracruz es de terror.

Al parecer hay más desaparecidos que voluntad de detener la tragedia. Sólo entre el domingo 22 y el lunes 23 de mayo, la Comisión Estatal de Búsqueda emitió 9 fichas por desaparición de personas.

Y por desgracia son más las que aparecen muertas que vivas.

Al momento de escribir estas líneas no sabemos cuál es la postura de las autoridades ni las causas del deceso de Viridiana.

Solo sabemos que de nuevo la sociedad veracruzana está de luto por la incompetencia y en este caso la imprudencia de un gobernador que, por salir del paso ante las preguntas de la prensa, dijo que era un “resguardo”.

Urgen acciones en el estado que den seguridad a las mujeres jóvenes y niñas, así como que se entienda que estamos a la deriva, pues en lugar de protegernos, no mueve un dedo y declaran con imprudencia.

Ahí le encargamos, señor gobernador.