Pascal Beltrán del Río, en Excélsior, publicó hoy lunes un artículo acerca del final del sexenio de AMLO. No es la única persona en la prensa mexicana, en estos días, analizando casi obsesivamente tal tema. Lo llamativo del texto de Pascal es una frase, en castellano, famosa en ciertos círculos intelectuales por estar escrita en latín, a cincel, en relojes de sol de muchas iglesias —cito al periodista español Manuel Llorente—: “Vulnerant omnes, ultima necat”.

Antes de continuar doy la palabra a Beltrán del Río, director del periódico propiedad de un empresario verdaderamente talentoso, Olegario Vázquez Aldir, quien, a diferencia de algunos de sus colegas, ha permitido el ejercicio de un periodismo muy libre en sus medios de comunicación:

“Hablar diario posicionó a López Obrador como figura política nacional. Como Presidente, le ha servido para arrinconar a sus adversarios e imponer su voluntad. Sin embargo, en el camino ha ido revelando trozos de verdad, que en el último tramo del sexenio resultan ya una pesada losa. Bien dicen que todas las horas hieren, pero la última mata”.

PASCAL BELTRÁN DEL RÍO

Por un texto del mencionado periodista Llorente supe que con esa frase arrancó Camilo José Cela su discurso de aceptación del premio Nobel de Literatura el 10 de diciembre de 1989:

“Mi viejo amigo y maestro Pío Baroja tenía un reloj de pared en cuya esfera lucían unas palabras aleccionadoras, un lema estremecedor que señalaba el paso de las horas: todas hieren, la última mata. Pues bien: han sonado ya muchas campanadas en mi alma y en mi corazón, las dos manillas de ese reloj que ignora la marcha atrás, y hoy, con un pie en la mucha vida que he dejado atrás y el otro en la esperanza, comparezco ante ustedes…”.

CAMILO JOSÉ CELA

¿Quién dijo por primera vez vulnerant omnes, ultima necat? Leí en algún lado que tal expresión es de Horacio, pero no lo creo. Y, desde luego, no importa. Me agradó que Beltrán del Río la recordara, aunque por el tono de su escrito —bastante crítico con el presidente de México— la haya utilizado para celebrar algo así como la inevitable derrota en modo super bowl de Andrés Manuel López Obrador; en modo super bowl, en efecto, esto es, en el último minuto del juego.

En mi adolescencia veía en la televisión juegos de futbol narrados por Ángel Fernández y Fernando Marcos. Este último decía con cierta frecuencia: “El último minuto también tiene sesenta segundos”. En el beisbol Yogi Berra repetía una frase similar: “El juego no se acaba hasta que se acaba”.

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He pasado del discurso de un Nobel de Literatura al deporte espectáculo porque, evidentemente, el director de Excélsior decidió utilizar lo de vulnerant omnes, ultima necat en el contexto de una fuerte disputa, democrática sin duda: la de AMLO contra la oposición.

El deporte espectáculo es interesante para miles de millones de personas en el mundo porque representa la única posibilidad pacífica de presenciar duros enfrentamientos entre rivales que se odian. Lo dijo Paul Auster sobre el futbol: “Es un milagro que le permitió a Europa odiarse sin destruirse”. Miente quien diga que no le habría fascinado poder ver, en vivo y a todo color —sin correr riesgos mayores, desde luego—, la batalla de Austerlitz, brillantemente ganada por Napoleón. Como eso no es posible, un buen sustituto lo proporciona la UEFA Champions League.

La democracia, como el deporte, permite la disputa feroz entre partidos que se detestan sin caer en la guerra civil. En la oposición mexicana, en la actualidad, no solo participan institutos políticos, sino también grupos empresariales y representantes del gremio periodístico que aborrecen a Andrés Manuel López Obrador —a los grupos opositores los nutre y cohesiona el odio hacia el presidente y, también, hacia la mujer que será presidenta de México en unos cuantos meses, si todas las encuestas dicen la verdad, y me parece que las serias no mienten: Claudia Sheinbaum arrasará y la 4T mantendrá el mando durante al menos otro sexenio—.

Desde el primer día del gobierno de AMLO, esta es la verdad, la comentocracia pensó que en algún momento el tabasqueño entraría en crisis e imitaría a los presidentes del PRI y del PAN cuando intentaban salir de problemas: pagar más a los medios, esto es, incrementar el gasto en publicidad oficial. No hubo nada de eso. Andrés Manuel ha hecho todo lo contrario cuando ha necesitado un control de daños: en vez de buscar un trato amable en las columnas políticas y en los noticieros de radio y TV, ha trabajado —y evidentemente ha trabajado bastante en el asunto— para que la comentocracia no lo cuestione menos, sino más, mucho más y hasta muchísimo más.

Es lo que ahora está ocurriendo en el caso del New York Times y YouTube. El presidente se siente atacado y ataca. El diario más influyente del mundo demostró su poder no solo porque la prensa de no pocos países se ha lanzado contra AMLO porque dio a conocer el celular de una reportera que en tal empresa trabaja, sino porque logró la solidaridad de la Casa Blanca y algo aún más relevante: que YouTube eliminara de sus videos el momento en el que Andrés Manuel difunde el teléfono de la periodista.

Eso ha convencido a columnistas como Pascal Beltrán del Río, Raymundo Riva Palacio y muchos otros de que, al final, AMLO perderá —la prensa de este lunes 26 de febrero está llena de opiniones así—. Pero ¿es cierto que, en la última hora del sexenio, el invencible López Obrador se acabó? Veamos.

Desde luego, ganar en la última hora e inclusive en el último minuto es perfectamente posible en las contiendas con árbitros o árbitras a quienes caracterice la honestidad, personas juzgadoras que en el terreno de juego actúan con imparcialidad, priorizando la justicia sobre cualquier otro argumento, es decir, interpretando correctamente las reglas para no eliminar antes del final de la disputa a ningún competidor por el pecado de no haber hecho las cosas en anteriores etapas de la competencia, ya que, ¡por supuesto!, siempre hay algo que legítimamente puede intentarse en los añorados últimos 30 segundos de los que hablaba don Fernando Marcos.

¿Andrés Manuel todavía puede perder? Por supuesto que sí. Su periodo presidencial está cerca de fenecer, y al final de una carrera de larga distancia cualquiera llega agotado. Por tal motivo ha dicho Beltrán del Río que “todas las horas hieren, pero la última mata”.

Lo que olvida el columnista de Excélsior es que AMLO será AMLO hasta el último segundo del sexenio. Y a López Obrador le aplica lo que se dijo del torero Manolete: “Lo he visto morir matando y lo he visto matar muriendo”.

Andrés Manuel está decidido a aprovechar la última oportunidad de reformar la Constitución según su ideología. Pudo hacerlo al principio del sexenio y, por la razón que haya sido, no aprovechó la facultad —mayoría aplastante conseguida en las elecciones de 2018— que su partido tuvo en el poder legislativo. Mayoría que se perdió en 2021, pero que Morena aspira a recuperar este 2024. ¿Ocurrirá así?

El juego está abierto. La oposición también tratará de aprovechar, en los finales 30 segundos, oportunidades que dejó ir en otros momentos de la contienda. El juego limpio permite llegar hasta el final de una competencia, precisamente compitiendo con toda legitimidad. Por eso es juego limpio. ¿Quién ganará? Espero que Claudia.

No niego mi simpatía por el proyecto del presidente López Obrador, al que dará continuidad Claudia Sheinbaum si triunfa en las elecciones del próximo junio. Y creo que la victoria será de ella. Quien lo dude que consulte la última encuesta conocida, de Buendía & Márquez este lunes 26 de febrero en El Universal. Aquí una imagen:

Buendía & Márquez en El Universal