Es el eco de Augusto Monterroso de nuevo. Es otra vez ese inolvidable microrrelato. Porque sí: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Y ahí está. Ahí sigue. Quizás expirando. Tal vez no seguirá allí por mucho tiempo. Mas no se ha ido a ningún lado. El Partido Revolucionario Institucional sigue entre nosotros.
No ha cerrado la fábrica de desilusión. Se resiste a cerrar sus puertas.
El priismo es un trasgo que siempre logra aparecerse en la pesadilla electoral. A veces se manifiesta con los colores del partido en el poder, otras con los de la oposición. Es un espectro policromático que va más allá de los partidos políticos. Es una cultura. Es un artefacto de hacer arácnidos.
Por eso no importa que el PRI se disfrace de mujer y se adorne con huipil. El problema no es la persona, es la quimera. Es ese sueño angustioso y el recuerdo amargo que se suscitan en el imaginario colectivo con la imagen de ese logo, con las siglas de la desposesión, la corrupción y la amargura prolongada por décadas.
Al dinosaurio pareciera ser que le queda un último horror en su agonía. El dinosaurio agoniza; empero todavía puede devorar esperanzas.
Lo repito: es Monterroso otra vez.
Entendamos al dinosaurio del priismo como una forma de ser político y de hacer política. Por eso lo encontramos en el gobierno, en el oficialismo, en la oposición.
Pronto Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz se tendrá que enfrentar a ese leviatán.
Su primer reto será vencer a los priistas dentro del oficialismo. A los priistas entusiastas del obradorato. A esos que quieren que continúe el lopezobradorismo en el poder.
Esos priistas saben que tienen que promocionar al rival más débil dentro de la oposición. Así que con los artilugios y las trampas de la cultura política del PRI apoyarán a la candidata priista. Lo harán en la encuesta, pues ésta se levantará a población abierta. Esto quiere decir que seguramente consultarán a partidarios del oficialismo.
Aunado a lo anterior, si se registraron en la plataforma digital del Frente Amplio por México, los lopezobradoristas podrán ejercer su voto a favor de Beatriz Paredes, la adversaria de Xóchitl.
Los oficialistas cuentan con el aparato político para coordinar a sus cuadros para estos efectos.
Por su parte, los priistas opositores se encargarán de operar el día de la elección a favor de su candidata, Paredes Rangel. Lo harán movilizando electores a los seiscientos centros de votación que se levantarán, aprovechando la maquinaria para desplazar gente a las diez casillas que se instalarán por distrito.
El PRI hará todo esto. Se esforzarán por imponerse. Sin importarle que resulta más que evidente que Beatriz Paredes no tendría ninguna posibilidad de vencer al oficialismo, el priismo antepondrá los intereses del partido por encima de los de México. Así lo han hecho desde los años veinte. No tendrían porqué cambiar.
Qué distinto a lo que hizo Santiago Creel. Su declinación fue una muestra de vocación democrática. Porque gracias a este acto, el voto y las preferencias de Acción Nacional no se fragmentarán. Además, de no haber declinado Creel Miranda, las estructuras del panismo hubieran operado a favor del panista y no de la hidalguense, lo que hubiera beneficiado a la abanderada tricolor.
Ayer anticipábamos la contienda entre Xóchitl y Claudia Sheinbaum. Hoy las cosas han cambiado: primero se le tiene que ganar a Beatriz Paredes.
Porque sí—y disculpen la perseverancia—, cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.