Del movimiento en defensa del INE a la marea rosa de Xóchitl hubo al menos una diferencia mayor a 60 mil asistentes. Al menos, bajo el criterio de cálculo por metro cuadrado de calles ocupadas, una causa aparentemente ciudadana que procuraba evitar daños a la institución electoral que rige al país fue tomada por un puñado de partidos que ahora tendrán el reto de llenar el vacío ideológico y programático que caracteriza la “candidatura daltónica” de Gálvez.
La triste contradicción para los desaparecidos
Uno de los principales problemas de la candidatura de oposición es la improvisación. Si bien, el factor sorpresa sirvió hace dos meses para hacer de Xóchitl Gálvez un personaje viral en redes, no hay proyecto que pueda anticipar un consenso entre la ultraderecha del yunque o el priísmo - perredismo. En ese vacío, Ceci Flores, líder de las madres buscadoras de Sonora, acompañó a Xóchitl a recibir la constancia que la acredita como responsable de construir el Frente Amplio. La triste contradicción es que aquellos que están tras Xóchitl, como Francisco García Cabeza de Vaca y los panistas del calderonato, fueron los mismos que sumieron a México en la crisis de desapariciones forzadas vinculadas al crimen organizado.
Utilizar el dolor y a las víctimas tendría que ser condenado. Si bien, a la activista Cecilia, así como a tantas madres buscadoras se les ha negado un acercamiento presidencial y condiciones de seguridad para poder realizar sus labores, el simple gesto no puede entenderse como si la oposición fuera el apoyo a las víctimas. No lo han sido ni en los estados donde ellos gobiernan, ni durante el gobierno de Cabeza de Vaca en Tamaulipas, vinculado al Cártel de Sinaloa ni durante el gobierno de otros panistas que se asocian y pactan con los mismos que desaparecen, como sucedió en Ayotzinapa cuando gobierno municipal del PRD junto con Guerreros Unidos planearon una de las peores tragedias de la historia reciente.
No funcionará un nuevo Fox o la promesa del pasado como “plan de gobierno”
Los electorados cambian y en medida que la Cuarta Transformación ha tomado los espacios informativos y la agenda pública, el electorado mexicano se ha ido politizando. Bien, hablando de las pensiones de expresidentes o bien, hablando sobre la Guardia Nacional, las obras prioritarias, los programas, pensiones y hasta involucrándose en aquello que coloca López Obrador en el centro de las mañaneras. Eso explica por qué el carisma de Xóchitl Gálvez no será suficiente para vivir un fenómeno similar al de los tiempos en que Vicente Fox, ranchero y mal hablado, ganó la presidencia. Comenzando, así como en aquellos tiempos, el punto era sacar al PRI y su forma de gobernar, centrado en corrupción y abusos, durante la votación de 2006, 2012 y ahora la de 2018 que lleva al triunfo a López Obrador el punto era sacar al neoliberalismo como forma de gobierno que se basaba en las cuotas y cuates con una forma de gobernar haciendo negocios con corrupción, indolencia y violencia.
Ahí radica el sinsentido de que la oposición ofrezca, a secas, volver a ese viejo régimen que se pintó de blanquiazul, pero se comportó como lo peor de lo rezagado de algunos liderazgos del tricolor. El vacío de propuestas ha llevado a Xóchitl Gálvez a declarar abiertamente en entrevistas que a la ultraderecha le dará negocios, a los exgobernadores acusados de vínculos con cárteles les dará la trinchera de seguridad mientras que a los jóvenes, adultos mayores y campesinos que reciben programas sociales les dará una invitación a ponerse a trabajar y una evaluación para recortarles los programas.
Sin nada nuevo que ofrecer, el “boom” de la “outsider” terminará siendo el apagón de los que quedaron “out”.
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