Si alguien debe entender que victimizar a un rival es contraproducente, ese es Andrés Manuel López Obrador; quien, antes de ser víctima, batallaba para ganarle por la mínima una elección al prototipo del burgués, Santiago Creel.

El problema de AMLO es que el miedo lo acorrala, lo angustia. Cuando lo sacan de sus casillas, el tabasqueño toma decisiones viscerales y se hunde en la negrura de sus ansiedades. Ahí están las decisiones como las de no participar en el primer debate presidencial, la instauración del gobierno legítimo, la cancelación del aeropuerto de Texcoco, entre muchas otras.

Hoy en día el motivo de las turbaciones del presidente de la república tiene nombre y apellido: Xóchitl Gálvez.

Es por esto que mientras decenas de miles celebraban el aniversario del triunfo electoral del lopezobradorismo, al propio Andrés Manuel se le notó molesto, iracundo, con la oposición.

Por otro lado, los opinadores orgánicos del régimen—pues imposibles llamarles intelectuales—, se han venido organizando en lanzar embates coordinados contra la senadora Gálvez Ruiz.

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Desde que su nombre incursionó en la sucesión presidencial, los lopezobradoristas no han dejado de ofender a Xóchitl.

A los moneros a sueldo del gobierno debería darles vergüenza su metamorfosis profesional. Y es que antes se reían del poder. Hoy se ríen de la gente.

La misoginia y el racismo como argumentos contra la popularidad de Xóchitl.

Imposibilitados para echar manos a herramientas como la argumentación, los simpatizantes del oficialismo únicamente pueden vociferar insultos y repetir diatribas presidenciales cuando intercambian ideas. Por eso rehúyen al debate, por eso se escudan detrás del púlpito del poder matutino, por eso le cierran las puertas literalmente a la réplica.

Me parece increíble que los oficialistas insistan en repetir las injurias de siempre contra la hidalguense. Ella está blindada contra ese tipo de escarnio y de calumnias. Por sus orígenes, por su trayectoria.

Además, al oficialismo le vendría bien contrastar bien a sus aspirantes a la candidatura presidencial oficialista con la figura de Xóchitl. A ver si así aprenden.

A los ojos de cualquier mexicano, fifí es usar lentes Cartier como Marcelo; privilegiado es tener estudios de posgrado en el extranjero como Claudia; oligarca es coleccionar relojes de millón de pesos como Adán; fresa es viajar a Vail los inviernos como Manuel; político de siempre es una vida viviendo del erario como Ricardo.

Ojalá y le bajen con sus infamias, ya que lejos de minarle popularidad a Xóchitl, la victimizan.

Dicen que la historia no es lineal, sino circular. Hace unos años Vicente Fox fue el arquitecto de la campaña presidencial de su principal opositor, López Obrador.

A ver si AMLO no acaba haciéndole la campaña a Xóchitl.