En medio de la irrupción de la senadora Xóchitl Gálvez como aspirante presidencial de la alianza tripartita, AMLO, sus huestes y sus corifeos se han dado a la tarea de utilizar todos los medios a su alcance para dañar políticamente a la única mujer de la oposición que tiene posibilidades reales de vencer a Claudia Sheinbaum o a quien resulte bendecido por el gran caudillo.

Como he señalado en algún otro momento en este espacio de SDPnoticias, personajes como Enrique de la Madrid o José Ángel Gurría serían potencialmente, a mi juicio, buenos presidentes de México, pues gozan de buena reputación y de una experiencia y prestigio internacionales indiscutibles.

En el caso de Gurría, el lector recordará que el ex secretario general de la OCDE cuenta con un prestigio internacional como pocos mexicanos, y que conoce perfectamente, gracias a su formación académica y a su trayectoria profesional, los problemas estructurales que mantienen a México bajo el yugo de la corrupción y la pobreza. Sin embargo, sabedor de que no contaría con las firmas necesarias ni con el mínimo apoyo cupular de los partidos, y aun menos, con el apoyo en las urnas, Gurría anunció ayer su decisión de “bajarse” y de renunciar definitivamente a sus aspiraciones presidenciales.

En el caso de Xóchitl el panorama se tiñe de tintes más optimistas. Con ese carácter “dicharachero”, e incluso, a veces, desafiante y irreverente, la senadora panista se posiciona públicamente como una mujer que puede en los hechos echar por tierra los deseos de continuidad de la malograda 4T. Frente a una Claudia gris como el cemento, que no inspira nada más que bostezos y un carisma que brilla por su ausencia, la figura de Xóchitl amenaza el establishment morenista y anuncia frontalmente que será una candidata aguerrida y popular.

AMLO, con ese extraordinario talento político que le define, sumado a su entendimiento del modo de pensar y sentir del “pueblo”, ha caído en la cuenta de que Xóchitl no es el “fifí” rubio hijo del expresidente, ni el desconocido ex secretario de Hacienda y ex secretario de la OCDE, ni la sobrina de Carlos Salinas, ni el panista con ojos azules cuyo apellido nos retrotrae a la aristocracia chihuahuense de tiempos porfirianos.

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Por el contrario, el caudillo sabe bien que Xóchitl (con ese nombre que empieza con la mexicanísima letra X que evoca su pasado indígena) podría ser capaz de romper la narrativa lopezobradorista caracterizada por la polarización social, por la destrucción de la unidad y por la cantaleta de marcar diferencias entre las “clases privilegiadas y aspiracionistas” contra el “pueblo bueno y sabio”.

AMLO lo sabe a tal grande que ha iniciado una serie de ataques inconstitucionales, a través de la cuenta oficial de Twitter del gobierno federal, dirigidos a dañar la imagen pública de Xóchitl y buscar incluirla en el cesto de deplorables (aludiendo a la polémica frase de Hillary Clinton) encabezado por la élite gobernante del pasado.

Por tanto, Xóchitl entusiasma a muchos mexicanos, entre otras razones, por sus posibilidades reales de terminar con la malograda 4T, a la vez que enciende las alarmas en el campo oficialista, pues sus desangelados candidatos quedarían inmóviles ante la candidatura de la polémica senadora.