Cuando Vicente Fox se desapareció dos benditas semanas de Twitter ante sus insultos a diversas comunidades internacionales, la petición entre las huestes digitales chairas era que regresara, para seguir metiendo en aprietos a la aspirante Xóchitl Gálvez.
No era necesario. Cada que Xóchitl se sale un poco del guion y comienza a entrar en confianza, sale a relucir su repugnante clasismo y racismo, mismo que busca disfrazar con un falso manto de autoproclamado indigenismo y su uso convenenciero del huipil y prendas similares.
En una visita a Monterrey, Xóchitl se quitó la careta de los guiones escritos y de la mediocre Inteligencia Artificial que usan sus paleros en redes sociales, para señalar que en los estados del sur del país no tienen la cultura laboral de trabajar ocho horas continuas.
Cualquier persona que conozca el sur del país sabe que allá, cómo en cualquier parte de México, la gente trabaja duro, de sol a sol, a veces dos o hasta tres empleos.
Nuestro país es uno de los que más horas trabajan al año, de acuerdo a cifras de la OCDE. ¿De dónde saca entonces Xóchitl que en el sur la gente no trabaja más de ocho horas?
No se trata del primer comentario por el estilo de doña Bertha. En redes sociales se rescató hace unas semanas un video de la época de Fox, en donde Xóchitl se preguntaba el porqué había que llevarle educación a los indígenas. Una mentalidad que se perpetúa a lo largo de más de dos décadas no es un lapsus de Gálvez. Es una ideología y es la raíz de la mentalidad racista y clasista del PAN.
Pongan a Xóchitl de candidata y nada más déjenla que hable y hable. En una de esas, logra la hazaña de mandar a la alianza del PRI, PAN y PRD al tercer lugar, por debajo de Movimiento Ciudadano.