Los morenistas aciertan cuando afirman que la oposición está moralmente derrotada. No lo está en términos de los millones de hombres y mujeres mexicanos que votaron libremente por Xóchitl y que se mantienen firmes en su rechazo al régimen lopezobradorista. Lo está en las dirigencias de los partidos.

Marko Cortes es un político sin pena ni gloria. Gris como el cemento, y cuyo liderazgo dista enormemente de estar a la altura del PAN, el presidente del partido del partido de centro derecha ha confirmado recientemente su voluntad de permanecer al frente de Acción Nacional y de esperar la conclusión de su periodo. Sí, a pesar del desastroso resultado del pasado 2 de junio, tanto a nivel nacional como local, este individuo no contempla renunciar a la dirigencia.

El caso de Alito Moreno es aun más bochornoso. En días recientes protagonizó uno de los actos más penosos en la historia del PRI. Mediante una artimaña jurídica, y en el ejercicio de sus prerrogativas, hizo posible que se modificasen los estatutos del revolucionario institucional para que pueda permanecer a su cabeza hasta 2030.

Sí, el tal Alito, quizá más competente que Marko pero a la vez con peor reputación pública, no solamente no renunciará, sino que alcanzará la reelección, en un acto de puro interés personal y de ambiciones políticas.

La permanencia de Alito y Marko al frente de sus partidos no es un asunto menor, principalmente en el contexto de la debacle electoral del pasado 2 de junio. Por primera vez desde que se tiene memoria, o al menos, que uno recuerde, los nombres de los dirigentes de los partidos sonaron reiteradamente en una contienda electoral.

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Los nombres de Alito y Marko en boca de los morenistas dañaron profundamente la imagen de Xóchitl, y son, por tanto, directamente responsables del varapalo que se llevaron.

A pesar de lo sucedido, estos dos sujetos de empecinan en continuar, no solamente uno como senador, como es el caso de Cortes, y otro como presidente de un partido otrora hegemónico hoy condenado a los márgenes.

En suma, a pesar de la existencia de una oposición minoritaria pero amplia al régimen lopezobradorista, el anquilosamiento en el interior del PRI y del PAN ha hecho imposible el surgimiento de nuevos liderazgos que destierren, de una vez por todas, la perniciosa continuidad de sujetos como Alito Moreno y Marko Cortes. Se merece más.