A fuerza nos las mete con barreno
sabiendo bien que aquello con que topa,
no se limpia después ni aun con garlopa
que en su rasgar nos desgarrara el seno.
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MIGUEL DE UNAMUNO
Así, de frente y sin cortapisas, el general Luis Crescencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional, lanzó la amenaza. No es velada. Fue directa y en plena mañanera del presidente López Obrador.
Algunos dirán que es una advertencia, tipo consejo o aviso. Pero viniendo de quien viene, y en el tono en que se dijo, constituye una amenaza.
Dicho por el general con mayor rango en nuestro país y teniendo el poder que tiene, lo expresado no es tema baladí: que el regresar las fuerzas armadas a sus cuarteles en 2024 podría generar problemas.
Pudo haber sido un aviso si hubiera redondeado la idea con un “dada la violencia que se vive en el país” o “dado el crimen organizado que asola ciertas poblaciones”, pero al dejarlo así, en lugar de generar tranquilidad, introdujo incertidumbre. El general sabe bien del peso de sus palabras; nada de esto es improvisado.
Para que no quede duda continuó: “Se ha hecho mucho trabajo, queremos seguirlo haciendo y ya teniendo el control, esa tutela de la Guardia Nacional, pues nos va a permitir, en algún momento, llegue quizá el día en que sí tengamos que realizar las acciones netamente militares, netamente como soldados”. El “quizá” invita a los optimistas a pensar que regresarán a los cuarteles, a los escépticos a esperar más información al respecto y a los avezados a sopesar todo lo dicho.
Luego, más tarde, dijo una gran mentira: que durante los regímenes de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto se les negó (al Ejército) un marco legal. Eso es absolutamente falso; tales gobiernos, apoyados por sus bancadas en el legislativo, dictaminaron una Ley de Seguridad Interior. Esta la echaron abajo los legisladores —hoy de Morena y aliados— que actualmente apoyan la militarización del país.
Total, que el Senado de la República ya aprobó la reforma inconstitucional que trasladará el control operativo, administrativo y financiero de la GN al titular de la SEDENA. El presidente “pacifista” creó la Guardia Nacional —la mayor fuerza de seguridad pública de la cual se tenga memoria— y, ahora, se la entrega al Ejército cobijado de un marco jurídico anticonstitucional.
Cabe notar que, no solo por lo anterior, la Secretaría de la Defensa Nacional nunca había concentrado tanto poder (económico, financiero, logístico, aduanero, de salud, seguridad y otros) como hoy en día. Mas la debilidad de López Obrador por el ejército puede tener serias consecuencias empezando para él mismo.
El otorgarles tanto poder de forma casi irreversible, permitirá a los militares convertirse en un suprapoder. Los militares se rigen bajo las leyes castrenses, lo cual distancia —y mucho— al ejército de los civiles.
El presidente no escuchó al general Sandoval o tal vez no quiere darse por enterado: si es peligroso retornar el ejército a los cuarteles, mantenerlo fuera y darle semejante fuerza lo es más. Bastante más.
Ante las amenazas, avisos, advertencias, consejos, amonestaciones, intimidaciones, chantajes o como quieran llamarles de comandantes de las fuerzas armadas, cabe la pregunta: ¿y así quieren darles más poder?