“Sea lo que sea, sin embargo, no disminuye sus méritos. Hizo una carrera impresionante y la clave fue su gran arrancada. También ha aguantado la presión de (Charles) Leclerc, ha cometido menos errores, quizás sólo ha frenado dos veces en menor medida”.

Palabras del Doctor Helmut Marko, asesor de Red Bull Racing, al término del #GranPremioDeSingapur. A quien un día sí, y al otro también, le da por pegarle con todo al piloto mexicano de su propia estructura, hoy por hoy no le ha quedado de otra más que destacar, alabar públicamente y, sobre todo, comerse sus comentarios negativos en contra de quien ayer guio al equipo austriaco a la victoria en Marina Bay.

Y posturas como esta son las que se esperarían, por lo menos, de gran parte del sector de la prensa europea, quienes también se encargaron de atizar de fea forma contra el piloto mexicano, incluso argumentando que el asiento que ocupa en el RB18 no lo merece, que su llegada a Milton Keynes fue un error por parte del equipo, que no está al nivel de su coequipero Max Verstappen, y muchos peros que le ponen al tapatío para cuestionar y socavar su valor como piloto en la máxima categoría.

Lo que logró Perez en Singapur el fin de semana reciente, no solo fue una gran victoria que lo sigue acreditando como el Caballero de los Circuitos Callejeros; va más allá de ello, es un auténtico golpe de autoridad al ego supremacista de muchos de los comunicadores europeos que cubren a la #Formula1, y también para muchos de los detractores del mexicano que hay en la fanaticada de la categoría en aquella parte del mundo.

Se sabe que así es el Gran Circo, porque su historia viene de tierras europeas; un continente en el que se las dan de primer mundistas, pero que con sus actitudes raciales y discriminatorias solo demuestran que están más cerca de la no civilización, que de la modernidad moral.

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Además, el triunfo de Pérez también es un ejemplo para el aspiracionismo de los pilotos jóvenes latinos de las categorías inferiores. Al hispanoamericano nunca lo han querido en el paddock de la máxima categoría; ha sido un trabajo doblemente complicado para los no nacidos en los países “elite” del automovilismo, para poder sobresalir dentro de un deporte, de por sí muy exigente en cuanto a mentalidad, temple y disciplina.

Bien por Checo, quien allana así el camino a las nuevas generaciones de pilotos, bien por Pérez porque da un cachetazo con guante blanco a quienes lo han criticado en las últimas semanas de forma sistemática y soez.

Ni en su propio equipo salieron a defender a su piloto cuando este estaba bajo el fuego mediático de la prensa europea. Guardaron silencio absoluto, incluido Christian Horner, Team Principal de Red Bull, quien era el único que, más o menos defendía a su piloto. Hoy, esos personajes que nunca hicieron por salir al quite por el de Jalisco, son los mismos que se quieren subir al podio con el piloto, como si hubiesen tenido algún mérito para ganar en Marina Bay.

El RB18 que le dieron, apenas hasta el fin de semana anterior tuvo ciertos destellos de mejoras, que semanas o meses atrás ya le habían aplicado al monoplaza de Max Verstappen. Actualizaciones tardías que demuestran que al mexicano siempre lo tuvieron en segundo plano, hecho que tuvieron que reconocer recientemente en palabras del mismo Helmut Marko.

El mérito por la victoria es totalmente de Checo Pérez, porque dio una cátedra de conducción en condiciones complejas de pista, con una penalización de tiempo en su contra y ante los embates del gran piloto de Ferrari, Charles Leclerc. Pero, además, en la mente del tapatío seguro pasó la idea de no solo competir contra los otros diecinueve pilotos; también estaba compitiendo en contra de un supremacismo neandertal que debe ser erradicado de un deporte tan reconocido a nivel mundial como lo es la Fórmula Uno.

#NeverGiveUp

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