IRREVERENTE

Les platico:

La madrugada del 23 de octubre, Otis pegó en Acapulco con la furia de vientos superiores a 250 kilómetros por hora.

Estábamos en la ciudad de México para un evento que tuvo lugar al día siguiente y fue inevitable que el lugar se llenara de las noticias que llegaban del puerto.

No sé si Hernán Galindo tenía eso en mente cuando estrenó en Monterrey su obra teatral “Marinero”, justo un año después.

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Ya dentro de Casa Musa, la primera relación que hice entre Otis y la obra fue ver en el escenario a un luchador que traía una máscara parecida a la del Huracán Ramírez.

Era el “Caimán Azul”, uno de los protagonistas derivados, que forman parte del elenco en esta pieza, que me llevó a las siguientes reflexiones. Se las comparto. ¿Arre? ¡Arre!

Después de ver al “Marinero” me acordé de otra obra de Galindo que estrenó en el lejano año del 2011: “Rojos Zapatos de mi Corazón”.

La presentó en un espacio improvisado del Edificio Convex, al que muy acertadamente le llamaban “underground”.

La trama de esa pieza gira alrededor de un solo concepto, el de la Santa Prostituta.

Para mí, el Marinero es alguien que busca fuera de sí el complemento a sus carencias interiores.

Una sola mención voy a hacer de sus íntimas tendencias: los caballos de mar tienen ambos sexos y fueron considerados por la mitología griega como parte de los santuarios del mar. Tan tan.

Jesús Anza, el personaje principal, recreó a sus anchas la belleza ignorante de la juventud. No batalló nadita para lograr esto.

Durante toda la obra ofrece pinceladas -brochazos, algunas veces- de las veleidades de la edad.

El personaje que más me gustó -GG- lo define sabiamente con esta expresión: “Marinero, eres un jotero que ensucias tus perlas al sumergirlas en las ciénegas de maderas carcomidas”.

No se podía esperar más de un hombre que -cuando da su edad- lo hace con muy alta dosis de originalidad: “Dentro de 4 años seré centenario”. No cualquiera.

Y a pesar del baldazo de agua salada que le receta al Marinero, luego le dice: “Más vale tu juventud que toda la basura que yo tengo con la edad”.

Por cierto, adivino la intención de que aparezca ataviado como jeque.

Cuando el tema del sexo de aborda más abiertamente, los diálogos de los actores fluyen alrededor de la idea de que las mujeres son necias, complicadas. “La mujer es como un pasaporte”, dice uno del elenco, por cierto, todos hombres.

Como buen marino entre el público, pesqué sin necesidad de carnada, una frase que les suelto desfachatadamente a quienes cerca de mí, creo que se la merecen:

¿Por qué estás siempre como enojada, descontenta? eso te aleja de cualquier persona, incluyéndome a mí.

Fue por eso que erré al escuchar el nombre del jeque.

Creí que en lugar de “GG”, era “QUEJE” y me dije: “Un acierto más de la obra”.

Luego, al final de la representación se despejó mi confusión en boca de su autor.

Gracias, pero hubiera preferido quedarme con mi creencia anterior, JEJE.

Hay un mago en la obra que ameniza fiestas infantiles y cuando le piden su tarjeta, da una escarchada vistosamente.

Algunos nombres no necesitan escarcha para ser recordados y tomados en cuenta. El suyo, sí...

En la obra, me dio la impresión de que todo ocurre de noche y esto me llevó a una arbitraria reflexión sobre un pasaje de la primera novela de Juan Rulfo: “Pedro Páramo”.

Cuando Juan Preciado llega a Comala buscando a su padre, Damiana Cisneros -la caporala de las sirvientas- le dice: “En la noche siempre ocurren cosas malas”.

Curiosamente la misma frase la expresa a su tío -el Padre Rentería- una de sus sobrinas, seducida -como muchas en el pueblo- por Pedro Páramo.

Tengo más reflexiones sobre esta obra que se presenta viernes y sábado, desde el 25 de octubre hasta el 30 de noviembre.

Las dejaré para un segundo artículo, porque mi reloj de manecillas líquidas dice que se me acabó el tiempo... por ahora.

Cajón de Sartre:

  • Mañana, el segundo episodio de “Marinero”.
  • Sin faltar el Incomparable Iván y toda la Compañía.