Irreverente

Les platico:

La confrontación con uno mismo es más demoledora que enfrentarse a los más despiadados adversarios.

Implica validar nuestras propias preocupaciones, miedos, emociones, tristezas, alegrías, frustraciones.

En cualquier relación, es previsible que se pierda la chispa. Eso tiene remedio. Un final decente, por ejemplo.

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Pero ponerle punto final a la chispa de uno mismo, es indecente por naturaleza.

Aunque la poetisa Alfonsina Storni pensaba diferente, al igual que su amigo-amante Horacio Quiroga (“El almohadón de plumas”), quienes veían al suicidio como un acto de voluntad al que todo ser humano tiene derecho.

Alfonsina y Horacio se quitaron sus vidas, no en la forma poética en que la cantan las canciones y lo cuentan los cuentos.

Tal cual lo hizo “Marinero” en mi versión del final de la obra que les narro, Alfonsina se tiró al mar desde la escollera del Club Argentino de Mujeres, 200 metros abajo, y Horacio se envenenó por su propia mano.

A Hernán Galindo le gusta cerrar sus obras, dejando una rendija por donde se cuela el final que cada espectador le quiera dar a sus tramas.

Esto sucede con “Marinero”.

A mí -por ejemplo- me pareció que había decidido acabar con sus días arrojándose desde La Quebrada, como lo hacen los clavadistas de ese lugar en Acapulco, pero con otros fines.

Y minutos después, aparece la escena de uno de sus consoladores -el más acaudalado de todos- con él al lado en un asiento de primera clase, volando rumbo a París, a donde lo había invitado para irse a vivir juntos.

Entonces, la chispa que cuesta más trabajo volver a encender cuando se ha perdido, es la de uno mismo.

Creo que eso fue lo que le ocurrió a “Marinero”: perdió la suya y buscaba prenderla con sus múltiples y variadas parejas.

Y entonces pienso: ¿mejor final para la obra? La Quebrada, que París. Además, la Ciudad Luz está más lejos.

Me queda una conclusión con todo esto:

La gente ya no es feliz con las cosas simples. La felicidad hoy tiene demasiados estándares:

Para encontrarla, algunos tienen que vivir en San Pedro. No basta con vivir, son felices solo si viven en San Pedro.

Otros: casa propia o depa -de jodido-, no rentados, ¡qué esperanzas!

Ropa, accesorios, autos, restaurantes, viajes; parejas sentimentales, esporádicas, conyugales, maritales, pero de buenas familias, gente bonita, no fea, ¡ni lo mande Dios santísimo!

Devotos, aunque no voten; eso vale madre porque de todos modos, el país ya se fue a la madre.

Lo chic, el esnobismo, a todo lo que da.

Gente que cuando le preguntan ¿cómo estás? responde muy quitado de la pena: “Como la estrella de Oriente”. Y uno pregunta, ¿cómo? “Sí, brillando”. ¡No mms! tal cual pintarrajeó el grafitero en el trenecito maya del ex presidente.

Y en esta parafernalia de lo superfluo, trivial y superficial, ¡bienvenida la complejidad de los estándares!

Yo, paso. Aquí me bajo. ¿Quiénes que me leen se bajan también?

Obra "Marinero" de Hernán Galindo

Colofón:

Entre ellos mismos, los personajes quiebran sus contextos y se me hace que...

“Marinero” y sus parejas -¿o debo decir “parejos” y “parejes”, según la mamona moda de feminizar y LGBTizar sin necesidad los artículos- son anhelos invertidos que destilan amargura, no la frescura que pregonan protagonistas y personajes; hago el correspondiente distingo.

Son ecos encerrados en las tres paredes del foro teatral.

Si el público se quiere apuntar en esta analogía, bienvenida la cuarta pared.

Hay rencor vivo, destilado con agua salada, la del mar.

Confunden los dones con maldiciones: “Te voy a meter en mi caja de magia”, le dice el mago piñatero a “Marinero”, y éste le responde: “Tendrías que meter al mar también”.

Creo que no cabrían, ni el uno ni el otro, de tan chiquita la caja...

Cajón de Sartre:

  • Viendo a los protagonistas de “Marinero”, acostados en el suelo, pensé que el sueño es el mejor colchón para el cansancio.
  • Y como de repente me pareció que algunos de los diálogos estaban impregnados de temor, ahí les va la mejor receta contra el miedo: agua de azahar, no de mar.
  • Ir a CASA MUSA es como ser invitado a un cónclave de talento, porque hasta la risa se sublima cuando hay inteligencia de por medio.
  • Es el caso de la obra de los lunes, en este lugar que le da brillo al Teatro en Monterrey.
  • Hasta aquí llegó la proverbial frase del Ulises Criollo Vasconcelos, de que donde empieza la carne asada se acabó la cultura. En éstas bárbaras comarcas del norte también hay cultura; esto es un ejemplo de ello: Café Teatro, Clases, Teatro - CASAMUSA A.C. - Monterrey, Nuevo León
  • Mañana, cambio completo de programa, sin faltar el Incomparable Iván y toda la compañía.