Leí casi todo lo que se publicó en medios nacionales e internacionales sobre la decisión de Elon Musk para instalar una “gigafactory” de Tesla en Nuevo León. Hay todo tipo de versiones e interpretaciones en notas informativas, columnas, análisis serios y hasta en los memes y videos de TikTok que llegaron a mi WhatsApp.
La extraordinaria inversión de Tesla tendrá consecuencias para la comunidad:
- Creación de empleos que impulsarán la economía de Nuevo León y de la región.
- Aumento de los ingresos fiscales que pueden utilizarse para mejorar la infraestructura y los servicios públicos.
- Atracción de otras empresas, lo que promoverá un mayor crecimiento económico.
- Reducción de las emisiones de carbono y mayor sostenibilidad ambiental porque precisamente la gigafábrica producirá vehículos eléctricos con energía renovable.
Otros decían que:
- La construcción de la planta puede requerir el uso de grandes extensiones de tierra, lo que podría tener impactos negativos en el medio ambiente local y la vida silvestre.
- Congestión del tráfico en las carreteras y autopistas locales.
- La afluencia de trabajadores asociados con la gigafábrica puede aumentar la demanda de vivienda, lo que podría hacer subir los precios y dificultar que los residentes locales puedan vivir en la zona.
- Podría producir contaminantes u otros materiales peligrosos que podrían afectar negativamente la salud de los residentes cercanos.
Este episodio me hizo recordar un artículo de Forbes y un libro que leí hace diez años. Ambos contienen lecciones que podrían ayudar al gobierno de Nuevo León a reflexionar sobre su responsabilidad, más allá del indiscutible triunfo por haber logrado la inversión de Tesla.
Adam Wallitt escribió en la edición del 13 de junio de 2013 de la revista: “esto va a sonar completamente herético para todo lo que Forbes ha defendido durante más de 96 años (y The Economist durante algunas décadas más que eso), pero aquí va: el verdadero motor de innovación en la economía global no es la clase empresarial que abre caminos capitalistas a través de la maraña de trámites burocráticos e impuestos del gobierno. No. El verdadero motor de la innovación es el gobierno”.
En el libro “The Entrepreneurial State” (Anthem Press, 2013), Mariana Mazzucato argumenta que la financiación gubernamental, paciente, a largo plazo, es un requisito previo absoluto para la innovación revolucionaria. “Al pintar constantemente al gobierno como un gran leviatán malo, estamos atrofiando el crecimiento y las oportunidades que se nos presentan”, escribió Mazzucato. Es muy interesante la manera en que la autora presenta en su libro el caso del iPhone. Aunque sea un ícono de la innovación corporativa estadounidense, cada una de sus tecnologías principales (sensores capacitivos, memoria de estado sólido, rueda de clic, GPS, Internet, comunicaciones celulares, Siri, microchips, pantalla táctil) provino de esfuerzos de investigación y apoyo financiero del gobierno y el ejército de Estados Unidos. El verdadero genio de Steve Jobs no estaba en el desarrollo de nuevas tecnologías, sino en la integración de tecnologías inventadas en otro lugar, a menudo respaldadas por dólares de los impuestos.
Mariana Mazzucato es una economista, profesora del University College London. Experta en el análisis sobre el papel del estado en la promoción de la innovación y el crecimiento económico, Mazzucato desafía la noción común de que el sector privado es el principal impulsor de la innovación y el crecimiento económico. Argumenta que el Estado tiene un papel crucial que desempeñar en la configuración e impulso del crecimiento económico impulsado por la innovación.
Una de las ideas principales de la autora es que el Estado debe asumir un papel activo en la configuración y dirección de la innovación en la economía. Ella argumenta que el Estado puede desempeñar un papel clave en la identificación y financiación de tecnologías innovadoras, que pueden conducir a nuevas industrias y al crecimiento económico. Esto se basa en la idea de que la innovación es a menudo un esfuerzo colectivo, que involucra a una variedad de partes interesadas, incluidos gobiernos, empresas e instituciones académicas.
Además, Mazzucato sugiere que el Estado debe también asumir un papel más activo en la dirección y configuración de la innovación a través de políticas y regulaciones estratégicas. Esto puede implicar establecer objetivos ambiciosos para la innovación y dirigir los recursos hacia ellos, así como crear entornos de apoyo para que las industrias impulsadas por la innovación crezcan y se desarrollen.
Mazzucato piensa que el Estado debería tener un papel más activo en la captura de los beneficios de la innovación. Esto incluye garantizar que la inversión pública en innovación sea recompensada con una parte de los rendimientos financieros generados, así como utilizar estos rendimientos para reinvertir en más innovación y bienes públicos. Ella enfatiza que el estado puede desempeñar un papel clave en la promoción del crecimiento económico impulsado por la innovación que beneficia al público en general, en lugar de sólo a unas pocas personas o empresas privadas.
Finalmente, Mazzucato sugiere que el Estado debe enfocarse en crear una economía más inclusiva y sostenible. Esto implica utilizar la innovación para abordar los desafíos sociales y ambientales, así como garantizar que los beneficios de la innovación se compartan de manera justa en toda la sociedad.
Con la inversión de Tesla en Nuevo León se inicia una nueva era que abre la oportunidad de ilustrar el potencial de innovación y dinamismo de un gobierno. Nos permitirá repensar la importancia de su existencia, de su tamaño y de la calidad de los servidores públicos. Los gobiernos franciscanos se convierten en entidades inerciales. Por eso se requiere una nueva visión y audacia. No se trata de recortar los programas estatales sino reimaginar lo que el Estado puede y debe hacer. Hoy podría iniciar la definición de una nueva agenda de gobierno. En lugar de sólo apretarse el cinturón, podríamos hacer lo que hizo Alemania. Gran parte de su éxito se debe a la inversión de recursos públicos en investigación y desarrollo para vincular la ciencia y la industria.
Es indiscutible y extraordinario el éxito del gobierno de Nuevo León que logró convencer a Elon Musk y al equipo de Tesla. Ahora sigue ir más lejos en internet, inteligencia artificial y tecnología verde. Se requiere un grupo de actores visionarios para crear un crecimiento impulsado por la innovación. Necesitamos que Nuevo León mantenga su espíritu empresarial, su capacidad para asumir riesgos y triunfar ante la incertidumbre. La innovación no siempre responde a un análisis costo-beneficio tradicional. La nueva ola de innovaciones va a tener que ser financiada y dirigida por el estado.
Y esto se logra con liderazgo, visión, confianza, valentía, audacia, emoción, entusiasmo, talento, capacidad, competencia, experiencia, excelencia y dinamismo. Una cosa es que un gobernante tenga una mano firme y otra cosa es que la tenga pesada. Necesitamos que no se deblegue ante los grupos de interés. Pero al mismo tiempo debe ser inspirador para que los enfoque, los alinee, los discipline para promover el crecimiento y el cambio tecnológico. Queremos un estado facilitador y protagonista del crecimiento económico. No queremos un entrometido que destruye valor. De nada nos serviría un estado que sólo trate de imitar algunos comportamientos de las empresas del sector privado.
Lo que logró Nuevo León es un ejemplo de un estado que hace que sucedan cosas que de otro modo no habrían sucedido. Es un gobierno que camina hacia donde se encuentran las nuevas oportunidades tecnológicas y de mercado. Y que sabe que se van a requerir importantes inversiones del sector público. La tarea de un estado no termina cuando atrae la inversión privada, sino que tiene que hacer algo más: la dinamiza, crea la visión, la misión y el plan. Los siguientes pasos del gobierno de Nuevo León deben estar orientados hacia una estrategia industrial inteligente. En Estados Unidos, China, Corea del Sur, Israel y Finlandia, el Estado ha jugado un papel activo en el aumento de la innovación y la capacidad productiva de la economía. No se trata de apoyar sólo la investigación básica. El gobierno debe tener un compromiso en toda la cadena de innovación.
A partir de la decisión de Elon Musk para construir la “gigafactory” de Tesla en Nuevo León, el debate no debe ser sobre si el estado debe o no participar en la conducción del crecimiento, sino sobre cómo puede hacerlo de la mejor manera. Se requieren nuevos tipos de asociaciones público-privadas, que apunten a inversiones conjuntas reales en lugar de concesiones y subsidios. La política industrial y de innovación requiere siempre financiamiento estratégico a largo plazo.
Necesitamos iniciar en Nuevo León la conversación sobre el crecimiento impulsado por la inversión. No hay que perdernos en el falso debate –más bien ideológico—entre el mercado y el Estado. Lo importante es pensar sobre la misión social que puede impulsar la colaboración entre empresas y gobierno.