“Ver con calma un crimen es cometerlo”.
José Martí
“Y aunque no lo pensaba con orgullo
quizá sí que en el fondo me consolaba
el creer que además de un doloroso tormento
la inseguridad y la torpeza podían ser
una extraña forma de decencia.
Pero ahora que reconsidero estas cosas
siento que mi incapacidad acaso
no era más que un no atreverse a encajar
lo que la vida va trayendo
y que detrás de todo no dormían sino disfraces”.
Santiago Montobbio
Las cifras son tan frías como los decesos. Más de 102 mil muertos de forma violenta producto del crimen organizado en lo que va del sexenio. Eso sin contar los asesinatos que NO son atribuibles al crimen organizado. Digo, por aquello del cambio en la métrica gubernamental relativa a lo que se deben considerar asesinatos violentos… Con todo y asegunes, el periodo más sangriento de nuestra historia sin contar la Revolución.
De acuerdo al Inegi, contabilizan 36 mil al año; ya veremos ahora, que Graciela Márquez asumió la titularidad de ese órgano, que tanta opacidad comienza a haber en torno a las cifras.
Una persona asesinada cada 14 minutos (la fuente es el Inegi también). Muertos que siguen clamando en silencio por justicia, llorados por sus familias, buscados por sus madres, callados por la autoridad ante la violencia que rampea en nuestro país.
No se puede culpar a Felipe Calderón, ni a Enrique Peña Nieto; ya no. Hoy no hay pretexto ni excusa válida. Y es que se han cumplido todas las peticiones del Ejecutivo federal con objeto de dar fin a la violencia en el país. Desde la creación de la Guardia Nacional, hasta su militarización. El otorgar mayores facultades al Ejército, o dotarlo de fideicomisos prohibidos en otros rubros. La abdicación ante los cárteles y organizaciones criminales con un ‘abrazos, no balazos’, y luego el haber dejado libre —una vez aprendido— al hijo de El Chapo, considerado todo un capo en Estados Unidos (por lo visto en México no) más allá de su nombre.
Si usted se siente inseguro a pesar de los cambios descritos antes, mismos que llevan ya tres años sin rendir frutos, no está solo, tampoco loco. Son ‘los otros datos’ los que nos hablan, los que duelen, atizan y subyugan a las familias.
Más de 36 mil personas fueron desplazadas en nuestro país por las amenazas y las acciones del crimen organizado. A ellos no se les puede decir “vamos bien”.
A lo anterior sumémosle que en el 2020 una buena parte de la población estuvo encerrada por la pandemia, con lo cual se hubiera esperado que el crimen disminuyera. Mas las cifras marcan lo contrario.
La verdad mata cualquier verbo. No hay resultados, no positivos ciertamente. Cero tolerancia a partir de ahora a un gobierno que ha permitido el aumento de la violencia. Ya basta el que no soporte el escrutinio; ni la más mínima tolerancia a una administración que no ha tenido compasión por los muertos, los desaparecidos, sus familias.
La inseguridad no se limita a los asesinados de forma violenta. Hay números de escándalo por cuanto a robo en la vía pública, robo a casa habitación. En la sustracción de datos, en los fraudes cibernéticos y un largo etcétera relacionado. Cada quien tiene una historia padecida en carne propia o de algún conocido que la ha compartido con nosotros.
No hay directrices que perfilen o permitan suponer una disminución en la criminalidad en este año recién iniciado. No habrá cambio de rumbo, ya lo ha dicho el primer mandatario…
Desafortunadamente tampoco hay aceptación de la falta de resultados, ni propuesta para ofrecer al menos alguna certeza.
La Guardia Nacional sigue sin tener razón de ser. El Ejército y la Marina, lejos de los cuarteles, tampoco están tomando la seguridad nacional en sus manos, están demasiado abrumados por todas las tareas encomendadas por el tabasqueño.
¿Dónde está el cambio prometido?
Dar el pésame por los caídos —que muchas veces ni siquiera se ofrece— no basta. Se requieren acciones, propuestas y estrategia para disminuir los altos niveles de inseguridad. Urgen mejoras.
Verónica Malo en Twitter: @maloguzmanvero